El taxista

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Un taxista me preguntó qué opinaba sobre la situación económica del país, porque le preocupaba el desempleo.

Respondí que me parecía que este gobierno había aportado algo fundamental: la paz para trabajar. Y en el camino, ha transparentado las cifras del sector público, que antes de su llegada, estuvieron ocultas. También recalqué su éxito en la parte política, lo cual le ha permitido gobernar.

La debilidad se encuentra en lo económico. Si bien es cierto, ha tenido aciertos como acercarse al FMI y a los multilaterales para financiar el ajuste fiscal, quedan tareas pendientes que son indispensables.

Es necesario reducir el tamaño del Estado para poder disminuir la presión tributaria (aranceles, impuestos y aportes al IESS); crear nuevas modalidades de contrato de trabajo para impulsar el empleo adecuado; concretar acuerdos de libre comercio; derogar el impuesto de salida de las divisas y el anticipo de impuesto a la renta; controlar las compras públicas para que se hagan a precios de mercado; eliminar a las empresas públicas y reducir la tramitología para facilitar el emprendimiento.

Hoy, la competencia es global. Incluso la local ha muerto. Los clientes tenemos información de cualquier lugar del mundo, lo cual nos hace más capaces y exigentes. El entorno cambia rápidamente, obligándonos a cambiar constantemente. El poder lo tiene el cliente, no el vendedor.

En ese entorno, acuerdos como el de la Alianza del Pacífico y con Estados Unidos, deben concretarse. La inversión extranjera proveniente de los países miembros de la Alianza del Pacifico representa el 44 % del total que recibimos y Estados Unidos es nuestro principal socio comercial.

“Es hora de adecuarnos a los tiempos y ser optimistas” concluyó el taxista por su cuenta.

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