El deseo de poder, la peor enfermedad en Venezuela

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

El Juan Guaidó de hoy no es el mismo patriota que asumió la presidencia interina hace 8 meses. Sus crecientes ansias de poder (probablemente incitadas por los políticos baratos de su círculo) están poniéndose en el medio de los intereses del pueblo de Venezuela.

Verlo pasear por todo el país como si fuera una campaña electoral, asistiendo a eventos de Acción Democrática para respaldar al corrupto de Henry Ramos Allup, nombrando a sus compadres en su gabinete presidencial y pretendiendo negociar unas elecciones donde él y el dictador Maduro sean los únicos candidatos es algo vomitivo e imperdonable. Su administración está buscando dar impunidad al dictador con unos comicios inconstitucionales y asegurar garantías para mantenerse en el poder, un plan perfecto, el problema está en que los aliados internacionales de la causa libertadora no aceptarán esta medida, y mucho menos lo hará el pueblo venezolano.

Elliot Abrams, representante de los Estados Unidos en Venezuela, dijo que, si Nicolás Maduro o Juan Guaidó quieren postularse a la presidencia en unas hipotéticas elecciones, ambos deben apartarse del poder. Es lógico, sería inconstitucional que el presidente interino se postule a la presidencia cuando justamente el plan de su cargo es llegar a elecciones libres con todas las garantías y liderar la transición.

No tiene nada de democrático que él sea un candidato unitario y no se preste a unas primarias con el resto de la oposición, pero según el segundo vicepresidente de la Asamblea Nacional, Stalin González, su plan de acción en el diálogo de Barbados es lograr unas elecciones con Guaidó como candidato. Poco después de dar esas declaraciones, González fue a una entrevista en Globovision, el medio cuyo dueño está sancionado por Estados Unidos por delitos de corrupción.

Stalin González es lo peor que le pudo haber pasado al presidente interino, un hombre prepotente que no está a la altura del cargo que ostenta, que se burla del pueblo venezolano llamándonos “desinformados” y que descalifica cualquier ataque dirigido hacia su persona diciendo que no tienen ‘argumentos sólidos’ para criticarle, cercenando la ya inexistente libertad de expresión en el país. Un tonto útil, que le hace el trabajo sucio a la dictadura y cumple con las directrices del jefe de su partido político, Manuel Rosales.

Ni hablar de los comentarios de Guaidó sobre que se mantendrá en la presidencia hasta que lleguen elecciones libres, así se acabe su periodo como presidente de la Asamblea Nacional en enero del 2020. Con esa aclaratoria que hace sobre el futuro está reconociendo que sus planes han fracasado y que el conflicto en Venezuela durará más de lo que pensamos. Además, la Asamblea Nacional tendría que reelegirlo como líder del parlamento, violando el acuerdo de la bancada opositora que se comprometieron a repartirse un año de la presidencia legislativa por cada partido. Si esto no ocurre, perdería legitimidad y el reconocimiento internacional.

Sobre la posible candidatura de Maduro, Washington se contradice después de decir hace un par de meses que elecciones con el dictador eran inconcebibles, pero ahora, por palabras del propio Abrams, “Estados Unidos quiere que Maduro tenga una salida digna y se vaya” ofreciéndole un salvoconducto si abandona el poder voluntariamente, para que muera impune y rodeado de lujos como Mugabe.

Pero ese no es el camino que el castrochavismo quiere seguir y Maduro sabe que puede mantenerse en el poder sin complicaciones. Con una oposición que se debilita, los mecanismos de propaganda se han activado y Venezuela oficializó su candidatura para ser parte del Consejo de Derechos Humanos de la ONU.

Con amplias posibilidades de ganar este escaño, el ilegitimo tendría una victoria diplomática que lo libraría de cualquier denuncia sobre violaciones de los derechos humanos. Es una vergüenza que las Naciones Unidas acepten la candidatura de un dictador que es culpable por, según informes de esa misma institución, de más de 7.000 ejecuciones extrajudiciales, detenciones arbitrarias, tortura, asesinatos en protestas y la destrucción del país en todos los aspectos. Tal es la ineficiencia de la ONU, que dos meses después de la visita de Bachelet, aún no se ha instaurado la oficina en Caracas que monitorearía las violaciones de los derechos humanos.

Junto a eso, la fiscal jefe de la Corte Penal Internacional, Fatou Bensouda, ha recibido más de 110 denuncias sobre los crímenes de lesa humanidad por parte del régimen en Venezuela, pero se ha negado a abrir una investigación.

Han pasado 19 meses desde que anunció un “examen preliminar” para analizar las evidencias y nada ha ocurrido. Bensouda es cómplice por inacción, además de que existen pruebas de que ha sido presionada por grupos de presión chavistas. Haifa el Aissami, hermana del expresidente y narcoterrorista venezolano, Tarek el Aissami, es la embajadora de la dictadura en la Corte Penal Internacional y ha contribuido monetariamente al presupuesto de este organismo internacional. La CPI y la ONU son conocidas por su flojedad para confrontar a dictadores modernos, así que Maduro tiene la ventaja y las sanciones no son preocupación para él, dado que el narcotráfico y la minería ilegal son sus más lucrativos negocios.

Ni diálogos inútiles en Barbados, ni que nombren a Leopoldo López como parte del gabinete presidencial, ni que Guaidó sea candidato unitario sin darle oportunidades a todos los otros verdaderos opositores son parte de los intereses del pueblo venezolano. El afán de mando los consume, la caída libre de la popularidad del presidente interino es una señal de que el pueblo de Venezuela ya no cree en ningún mesías, y los pocos políticos en los que creemos han sido alejados de la cadena de mando por no prestarse para el circo en el que se ha convertido la oposición.

Son días vitales, el pueblo no puede esperar y está en las manos de Guaidó si quiere pasar a la historia como el hombre que guió a Venezuela hacia la libertad, o el traidor que nos ilusionó por ocho meses y resulto ser uno más del montón.

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