Los peligros de acostumbrarse a la violencia

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

 En Ecuador, entre manifestantes violentos y cuerpos de seguridad represores, pareciera que se han normalizado los medios utilizados por ambos bandos. Después de días sumergidos en un ambiente hostil, la narrativa se ha convertido en ver quien es más macho y la escalada del uso de la fuerza termina en muertos, cientos de heridos y detenidos. La criminalización de una protesta que tenía iniciativa pacífica no es apropiada, pero tampoco lo son los saqueos, secuestros, ataques a periodistas y destrucción de los bienes públicos y privados.

El uso de la fuerza para retener a los delincuentes que se aprovechan de la coyuntura para causar el caos es necesario, pero cuando por declaraciones como las del ministro de Defensa, Oswaldo Jarrín, que dijo que las Fuerzas Armadas se harían respetar, empoderan a los cuerpos de seguridad para que ataquen a cualquiera a su paso, el patriotismo barato pierde valor, porque se liga a términos de ver quién es el más fuerte y no a cumplir la urgente labor de garantizar la seguridad de todos los ciudadanos.

Tampoco es apropiado que los debates en redes se reduzcan a falacias ad hominem, a cuestionar a los protestantes por su raza o su estatus social o a minimizar las posturas de cualquiera por dividir todo en las dicotomías de izquierda y derecha. Discursos baratos, llenos de odio que obligan a la ciudadanía a buscar la normalidad entre tanto desastre, pero es imposible, porque la situación política nos persigue. No se puede salir de la casa, los supermercados están desabastecidos, no hay transporte, se acaba el agua, la ciudad está siendo destruida, los que quieren trabajar son atacados y les destruyen sus locales y los culpables retrasaron el diálogo porque no cumplían sus exigencias. Como si fueran secuestradores y tuvieran el país entero de rehén.

Cuando una molotov impacta a un policía y empieza a quemarlo, algunos lo celebran porque aborrecen a la autoridad sin pensarse en la persona debajo del uniforme. Si atacan a la prensa, está justificado porque es la prensa corrupta, porque para los autoritarios la prensa corrupta es la que no dice lo que quieren que digan. Si ven a los manifestantes, piden que aumenten el uso de la fuerza y les caigan a bala porque quieren que termine el paro para volver a la normalidad. La intransigencia y prepotencia por parte de ambos bandos hizo que el diálogo llegara tarde y que tanto dolor humano funcionará como capital político para que los antisociales lograrán su cometido. El correísmo se frota las manos denunciando los abusos de fuerza de Lenín Moreno, pero su líder es asesor del dictador Nicolás Maduro y quiere instaurar un golpe de Estado para ganar un cargo político y recibir inmunidad después de todos los crímenes en la década robada. La mano negra del castrochavismo quiere perjudicar a todo el Ecuador porque necesitan otro gallo de los huevos de oro luego de que su propia corrupción e incompetencia llevara a Venezuela a la quiebra.

 Así la CONAIE haya aceptado ir al diálogo con Lenin (aunque les doy el beneficio de la duda porque les encanta no asumir sus declaraciones), después de tantos días de protestas permitieron a Correa activar su maquinaria y enviar a la gente a las calles a pedir muerte cruzada o la renuncia del presidente elegido democráticamente.  En el 2017 Correa dijo que si ganaba la oposición y querían destruir ‘todo lo ganado’ usaría la figura de muerte cruzada, al tener la mayoría en la Asamblea. Pero como ahora es minoría parlamentaria tiene que aprovecharse de una crisis interna para intentar cumplir su plan. Políticos haciendo sucia política mientras el país tambalea lleno de incertidumbre. Que los indígenas ambientalistas pidan la derogación de un decreto que elimina los subsidios a los combustibles fósiles (que son los mayores causantes de emisiones de carbono en el mundo) muestra incongruencia. Deben dialogar sobre qué hacer con los recursos que se ahorran con esta medida y sobre como buscar que la desigualdad social no sea remarcada en nombre del progreso, en vez de querer seguir siendo mantenidos del obeso Estado.

La costumbre termina volviéndose un mecanismo de supervivencia. Acostumbrarse a no salir a la calle, los estudiantes se acostumbran a los estudios online y ahora el pueblo se acostumbrará a mostrar su descontento de manera violenta porque saben que así serán escuchados. Estos casos no son ni blanco ni negro, son una escala de grises que requieren de mente fría y de diferentes lecturas, en vez de simplificar los problemas debatiendo con argumentos llenos de discriminación, racismo y la xenofobia que nunca puede faltar cuando dicen que los culpables son los 400.000 ‘terroristas venezolanos’ que entramos al país sin una verificación de antecedentes penales.

Las organizaciones de venezolanos en el Ecuador insisten en que no opinemos sobre lo que está ocurriendo, pero no sé a quién hay que pedirle las credenciales para hablar sobre el país en el que llevo viviendo más de un año. Sobre todo, cuando las medidas también nos perjudican, porque la situación no es inherente para los ecuatorianos, perjudican a toda la población del país. El mejor consejo que les podemos dar después de vivir tantos años acostumbrándonos al caos, es que hagan todo lo contrario.

No se acostumbren a que los cuerpos de seguridad abusen del uso de la fuerza, no se acostumbren a que no se les permita protestar, no se acostumbren a que algunos manifestantes roben, saqueen y destruyan todo a su paso para después decir que son pacíficos. No se acostumbren a vivir con miedo, no se acostumbren a dejar de trabajar y/o dejar de estudiar. No se acostumbren a quedarse encerrados en sus casas o a salir solo cuando sea necesario. No se acostumbren a que un grupo de malvivientes antisociales condicionen su vida en todos los aspectos solo porque quieren ganar capital político. No se acostumbren a que los ataquen por expresar su opinión. Y, por favor, nunca, nunca se acostumbren a vivir en la violencia. La naturalización y normalización de la violencia ha sido el causante principal de tantos actos de indolencia y esta no va a ser la excepción, luchen por la paz y tranquilidad que tanto necesita este país, sí es que es posible volver a sentirse seguro después de tantos días de desorden.

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