La Bastilla de Ecuador

Heytel A. Moreno Terán

Guayaquil, Ecuador

Para no perder la costumbre recordemos algo de historia. La Bastilla era una fortaleza que protegía el costado izquierdo de París conocida formalmente como la Bastilla o Bastida de Saint-Antoine. La mayor parte de su historia fue utilizada como prisión, pero cumplió un rol transcendental en los conflictos internos y domésticos de Francia. Fue tomada por una multitud durante la Revolución Francesa, convirtiéndose en un importante símbolo republicano francés.

Aterrizando en el Ecuador y luego de analizar todos los escenarios, ambientes y situaciones del último paro nacional, el miércoles 30 de octubre de 2019 el Secretario General de la Organización de los Estados Americanos, Luis Almagro, en rueda de prensa felicitó al primer mandatario del Ecuador “por las decisiones tomadas y por saber aislar la protesta social de los violentos, de la criminalidad”. Además, dijo que todos los ciudadanos de un estado democrático tienen derecho a protestar y expresarse, no obstante, añadió, que lo sucedido en el mes de octubre no eran simples manifestaciones, sino que se pretendió desestabilizar e interrumpir el mandato constitucional del actual gobierno.

Por su lado, el Presidente de la República manifestó que hubo un “intento de golpe de estado”, cuyos responsables hicieron todo lo posible por desestabilizar al gobierno e interrumpir su mandato, pero pese al esfuerzo y daños causados en el país, “les falló el plan”, dentro del cual creemos que los recintos universitarios fueron baluarte de la denominada “insurgencia” y se convirtieron en la Bastilla del Ecuador y, para ser más preciso, en la Bastilla de Quito. Sin estos reductos el paro nacional no se hubiera extendido tantos días. Fueron clave en el objetivo trazado.

Insurgencia es una palabra que muchos evaden, pero no exagero al utilizarla. Sólo debemos recordar la tela roja de varios metros con letras negras que promocionaba la “FERIA DEL LIBRO INSURGENTE” que realizó una Facultad de Filosofía de una universidad de la capital en el mismo mes de octubre. Para preocupación de quienes no participamos del paro, insurgente es la persona o grupo de personas que se enfrenta de manera organizada y prolongada en el tiempo a la autoridad pública, mediante una estrategia efectiva de movilización social y empleo de la fuerza. Con los hechos conocidos y con la definición de insurgente, cada quien puede sacar sus propias conclusiones.

Sería interesante conocer qué piensa Don Luis Almagro sobre el papel de las universidades utilizadas por quienes protagonizaron el intento de desestabilización denunciado por él, así como sobre la promoción de la insurgencia en el país que ha sido vendida en ciertas universidades como una simple “manifestación o protesta”.

Lejos de ofrecer disculpas a la gran mayoría de ecuatorianos que no plegamos al paro ni fuimos cómplices de actos cuestionados que generaron grave conmoción interna en el país, hemos recibido declaraciones defendiendo la decisión de haber convertido a universidades en fortalezas para el cometimiento de estos actos. Al respecto, la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES) determina taxativamente las funciones del sistema de educación superior, así como señala los fines de las universidades. En ninguna parte encontraremos que pueden funcionar como “centro de abastecimiento logístico para desestabilizar el país”. Además, según la parte final del artículo 19 de la precitada Ley, los recintos universitarios “deben servir exclusivamente, para el cumplimiento de sus fines y objetivos”, lo que debemos recordar.

Las universidades involucradas defienden su postura de abrir las puertas a los “pacíficos manifestantes”, argumentando que consideran “cruel e inhumano dejar a alguien afuera que muera de hambre” y diciendo que por su relación de muchos años con las comunidades indígenas de Pichincha, Cotopaxi e Imbabura “mal podrían cerrar las puertas”. Es más, el domingo 27 de octubre de 2019, uno de los representantes de dichos centros de estudios manifestó a un medio de comunicación que “contrataron guardias para identificar a los grupos por comunidades” dentro de sus instalaciones. Pudiendo ser respetables estos criterios, hoy debemos leerlos a la luz de las recientes declaraciones del Secretario General de la OEA.

Es por todo esto que una gran parte de la ciudadanía siente que están en deuda las autoridades del sistema de educación superior, así como la Contraloría y Fiscalía General del Estado. Más allá de que las universidades involucradas puedan justificar o no ingresos y egresos de dinero en sus cuentas bancarias para gastos que no guardan relación con sus estatutos, su misión, visión o credo institucional, resulta impostergable que se tomen las medidas necesarias para asegurar que los recintos universitarios no sean parte de nuevas historias de desestabilización y conviertan a las universidades en fortalezas permanentes como lo fue la Bastilla para París; o, lo que es peor, que nos recuerden la “Guerra de los Cien Años” que enfrentó a Inglaterra con Francia. Las autoridades deben asegurarse que esto no suceda. Todos debemos entender que no se trata de defender ideologías o posturas de izquierda o derecha, se trata de proteger una cosa: El país.

Y si hablamos de izquierda, empecemos por citar entonces a José Saramago, Premio Nobel de Literatura, quien se autocalificó como un “comunista hormonal”, al decir que “más que formar abogados o ingenieros o financistas, o economistas o publicitarios o todo eso, la gran tarea debe ser formar personas, es decir, formar ciudadanos”, sin adoctrinamiento de ninguna clase. ¡Nadie mejor que un rector universitario para cumplir con esa tarea!

Lo mejor que pueden hacer los directivos de las universidades es no arriesgar el capital académico ganado con esfuerzo por las instituciones que representan. Su función no es preocuparse por tener un rol estelar como actor en eventos que hoy lamentamos y cuyo costo debemos asumir todos los ecuatorianos que pagamos impuestos. El único rol que les compete es el de actores del cambio del país desde el aula de clase. Hay que dejar de lado los grupos que encuentran la fuerza como camino en lugar de la institucionalidad.

Sería equivocado seguir creyendo que las universidades son un reducto infranqueable. Nuestras mentes pueden olvidar que la Bastilla de París fue una fortaleza importante en su momento, pero deben recordar que finalmente fue destruida y reemplazada por la Plaza de la Bastilla. Estamos seguros que la inteligencia y prudencia hará que se busque precautelar el interés superior de la educación y nunca tengamos que escribir de procesos de intervención o suspensión de universidades y escuelas politécnicas por participar en actos ajenos a sus estatutos y fines. Lo único en lo que cabe ser radicales es en la educación.

Con la educación como medio, debemos abrigar la necesidad de sentirnos miembros de la gran comunidad humana. Y antes de cualquier conflicto interno deberíamos leer todos en voz alta lo que alguna vez dijo el poeta contemporáneo Paúl Valery: “Ser humano es sentir vagamente que hay de todos en cada uno y de cada uno en todos”.

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