Verdades cada vez más mentirosas

Maríasol Pons

Guayaquil, Ecuador

La población está terriblemente confundida, no es solo en política, es en todo. La capacidad – cada vez mayor- de verdades muy opacas y mentiras muy claras pueden llevarnos incluso a dudar de nuestra capacidad de discernimiento ya que las intenciones se esconden en el juego de las palabras.

Esta tendencia comunicacional tan propia de un mundo -casi- absolutamente interconectado y prisionero de la corrección política, es decir, de un una forma común de esconder verdades muy incómodas, nos conduce a escenarios donde lo que se dice no corresponde con lo que se hace. Los gobiernos se desprestigian cada vez con mayor facilidad porque el discurso se ajusta -tan correctamente- a un guión que termina por no representar a nadie debido a lo irreal del mismo. Los políticos que pelean son mal vistos, pero la pelea del poder es tan antigua como el hombre neandertal. Entonces ¿por qué insistimos en manipular con argumentos que suenan bien, pero que son totalmente vacíos? ¿Por qué insiste la población en buscar en líderes toda esa corrección que ni siquiera aplica para su propia vida? Ojo, quiero dejar claro que en este argumento no contemplo el acto de la corrupción, eso es materia de otro análisis.

Por ejemplo, en la discusión sobre los cambios a la ley electoral y los aportes de campaña se limita las contribuciones individuales al 30% de lo declarado como renta en el año anterior, argumentos como este solo aportan a un colectivo de reglas mentirosas, al final si un individuo realmente quiere darle la mitad de su renta a un candidato, ¿qué tiene que meterse el estado? Probablemente alguien piense que así se igualan las oportunidades de los participantes, sin embargo reglas de esa naturaleza solo crean más espacio a que quienes quieren participar de manera transparente tengan muchos más obstáculos que quienes están dispuestos a todo por obtener el poder. Mientras más leyes hayan, mayores los mecanismos para trampearlas, simplemente porque el ser humano no puede vivir asfixiado por el peso de un estado que da muy poco o nada a cambio.  Hasta cuándo vamos a seguir con todas estas leyes mentirosas que lo único que significan es todo lo contrario de lo que pregonan. El código de la democracia, por ejemplo, se suponía que garantizaba una participación en igualdad de condición, pero basta ver el rol de Alianza País en las elecciones del 2017 para ver que el código no sirvió de nada, al igual que las del 2019 que fueron totalmente atomizadas dejando muy poca representatividad al momento de escoger.

Esto que describo parece asemejare a una realidad Orweliana, donde los principios se convierten en lo opuesto; para todos, equivale para nadie. La famosa que sale con el pecho desnudo diciendo que en su país se mata y se tortura -representando a una izquierda progre- se acoge al mejor rédito del capitalismo para multiplicar su fama, hartarnos de su imagen y que todos sepamos cómo se llama y así, aumentar sus ventas. Independientemente de que se esté o no de acuerdo con su mensaje, la venta se dio.

La interconectividad produce una fácil adhesión a la política pop, a “las causas” que dicen representar,  a las modas de las redes y la superficialidad del análisis por un promedio de atención cada vez más corto. Así, cualquier mentira es verdad y viceversa. ¡Pilas!

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