Legado de vanidades

Heytel Moreno

Guayaquil, Ecuador

Napoleón Bonaparte fue un general francés del siglo XVIII y XIX, conocido por conquistar la mayor parte de Europa occidental mediante una agresiva estrategia militar. Se dice que el general afirmó que “fue la vanidad la que hizo la revolución, y que todo lo demás fue pretexto”. Esto no llamaría la atención, si no fuera por los ideales que difundió la referida revolución. Hay información o hechos que quedan en el archivo de nuestra memoria hasta que algún suceso los recuerda y conecta. Hoy recordamos la frase gracias al paro nacional de octubre que derivó en la Ley de Crecimiento Económico presentada por el gobierno y en el posterior archivo de la Asamblea Nacional.

Conocemos como revolución francesa al movimiento político, social, económico y militar, que surgió en Francia en 1789. Trajo como consecuencia el derrumbe de la monarquía absolutista, que hasta entonces había regido en Francia, a la vez que originó el establecimiento de un gobierno republicano democrático y, asimismo, la iniciación de una nueva época llamada como la época contemporáneaLa revolución francesa difundió por el mundo los ideales de libertad y fraternidad, así como el de la soberanía popular; y divulgó, primordialmente el conocimiento de los derechos fundamentales del hombre y del ciudadano.

En Ecuador, ese gobierno democrático, presentó un proyecto de Ley, propio del desastre nacional que vivimos y lo llamó Ley Orgánica para la Transparencia Fiscal, Optimización del Gasto Tributario, Fomento a la Creación de Empleo, Afianzamiento a los Sistemas Monetario y Financiero, y Manejo Responsable de las Finanzas Públicas, como urgente en materia económica. Sí, ya podemos respirar, y es que uno se asfixia al leer el nombre del precitado proyecto. No sorprende la razón por la que comúnmente se denominó Ley de Crecimiento Económico. No importa el nombre, lo cierto es que ninguna Ley por sí misma hará crecer la economía y esto es lo que debemos entender para no estar condenados al fracaso y al subdesarrollo.

Por su parte, una representación del -aproximadamente- 7% de la población del país, agrupadas en la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), presentó al Gobierno, a la Asamblea Nacional, a la Organización de las Naciones Unidas, a los medios de comunicación, mejor dicho, al universo entero con todos los planetas incluidos alineados a su favor, una propuesta de medidas económicas. Estos ciudadanos, aplicando la política de actuar con la espada en la mano (esa espada “libertadora” que recorre América Latina), exigió archivar el proyecto presentado por el gobierno, advirtiendo, además, que no descartaban nuevas movilizaciones si no se consideraba su propuesta económica. Esta clase de actuaciones deben merecer nuestro rechazo. Se está actuando imponiendo la fuerza y la amenaza. En fin, se está operando en contra de todo lo que representa aquellos ideales de libertad, igualdad, fraternidad, bajo el conocido lema Liberté, égalité, fraternité. La ciudadanía está a la expectativa por ver ejecutar la estrategia que el gobierno aplicará para contener la arremetida contra nuestros derechos y libertades. El Presidente de la República debe tener presente que hay una gran mayoría de ciudadanos que apoyamos la eliminación del subsidio a los combustibles.

La reacción del gobierno con la presentación del proyecto económico urgente dejó mucho que desear y sin duda la historia lo juzgará por ello, porque los resultados del grave problema fiscal que tenemos lo sufriremos todos los ecuatorianos. Esa misma historia no olvidará que el gobierno haya pretendido que la ciudadanía haga “un esfuerzo adicional” para ayudar a pagar sus sueldos y las cuentas del Estado, ni que no hayan hecho un verdadero intento por seguir la ruta del dinero del despilfarro de los fondos públicos del gobierno anterior. No es aceptable que no se haya disminuido sustancialmente el tamaño del Estado. No es posible que mantengamos un código penal pro delincuente, entre tantas otras cosas. No es posible que el actual gobierno haya empezado su mandato cruzado de brazos esperando únicamente terminar el periodo para el que fue elegido. Cualquier gobierno debe saber que no es posible legislar o simplemente decretar el desarrollo, sin embargo, Ecuador es gobernado como si es posible.

Si queremos salir del subdesarrollo, debemos empezar por entender que ninguna ley o decreto diseñado para impulsar la producción o distribuir la riqueza es capaz de convertir a un país pobre en un país próspero. Ese no es el camino si queremos prosperidad. La solución no está en emitir un sinnúmero de soluciones parches como se las llama.

Por un lado, el gobierno actúa de forma errada con proyectos de ley que sabe que no serán aprobados por el legislativo ni nos traerán prosperidad. Por otro, hay que decir y con firmeza que lo de la CONAIE no tiene presentación y parecería que viven con un régimen jurídico paralelo al de los demás ecuatorianos, en el que pueden cometer delitos sin ser sancionados y, lo que es peor, pretenden cogobernar sin ganar elecciones. Esto no es culpa de su propuesta ni de su estrategia, sino de la calma y armonía con la que se maneja el actual mandatario y su séquito.   

No cabe duda que un gobierno hereda un importante legado de leyes que representan las vanidades amontonadas de administraciones anteriores. Esto es innegable, basta recordar los años de gobierno de la Revolución Ciudadana para saber que hay mucha vanidad, visera y negocio (business) involucrado en la normativa aprobada durante su periodo. El gobierno hereda, además, a una sociedad que funciona con dichas reglas del juego (normas). Los ciudadanos, contentos o no, funcionan de esa manera.

Un gobierno democrático debe saber enfrentar el universo de leyes que hereda, así como la sociedad regida bajo esas normas. Debe saber que no puede legislar la prosperidad o el progreso, pero puede empezar a hacer muchas cosas partiendo de la premisa de que la reforma implica necesariamente empezar a deshacer antes que hacer. La reforma conlleva derogar compromisos suscritos en el pasado por otras autoridades, lo que resultará en disconformidad y resistencia de quienes se veían beneficiados. Por ejemplo: ¿Quién se beneficia del subsidio a los combustibles en Ecuador?

Como bien lo afirma Álvaro Vargas Llosa, es necesario que cualquier gobierno decente, empiece por plantearse seriamente la necesidad de deshacer antes que hacer. Sólo así alcanzaremos los ideales que busca toda convivencia en sociedad, en la que los valores y principios sean la piedra angular, es decir, esa primera piedra en la construcción de la sociedad que nos merecemos. Y si el legislativo no funciona como lo ha demostrado, pues será problema de sus integrantes, quienes también serán juzgados por la historia. Lo importante es tener señales de que el gobierno va por el camino correcto. Eso exigimos y necesitamos los ciudadanos.

Inicié con la frase de Napoleón, diciendo que al principio “fue la vanidad la que hizo la revolución, y que todo lo demás fue pretexto”. Termino diciendo que las protestas de octubre de 2019 en Ecuador iniciaron exigiéndose la derogatoria del decreto ejecutivo que eliminaba el subsidio del combustible, con la consecuencia que es conocida por todos y la brecha fiscal que no sabemos cómo enfrentar. Las peticiones del sector indígena no han parado desde entonces. No debe extrañarnos que en un principio en Chile se pidió una “Nueva Constitución o Nada”. Paradójicamente, y después de que el gobierno cedió con el pedido, el nuevo lema es “Nueva Constitución No Basta”. Es evidente que hay un sector que no está reflexionando, está imponiendo.

El gobierno ecuatoriano sin brújula y sin asesores deberá asumir entonces las consecuencias de no haber tenido presente aquella frase de Abraham Lincoln, que dice: “Es más fácil reprimir el primer capricho que satisfacer a todos los que le siguen”. A él mismo se le atribuye, la siguiente: “A menudo se requiere más coraje para atreverse a hacer lo correcto que para temer a hacer lo incorrecto”. Es momento de decidir, señor Presidente, ¿Cuál será el legado que dejará su gobierno?

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