¿Ni Maduro ni Guaidó?

Samuel Uzcátegui

Quito, Ecuador

El fenómeno Guaidó ya no existe. El joven que se juramentó hace más de 10 meses no es el mismo de hoy. Entre el desencantamiento de Trump con el interinato y los recientes casos de corrupción que azotan a diputados de la legítima Asamblea Nacional, en los venezolanos cada vez más se intensifican las dudas sobre si es el presidente Guaidó el indicado para liderar la lucha en contra de la dictadura o si es tiempo de escuchar nuevas alternativas. A esto se le suman los reportes de una posible conspiración entre el exembajador de Venezuela en Colombia, Humberto Calderón Berti y los líderes castrochavistas como Maikel Moreno y Padrino López para iniciar una tercera vía transitoria donde no entraría a consideración ni el presidente Guaidó ni el dictador Nicolás Maduro.

El título de este artículo no hace referencia a lo propuesto por el corrupto chavista ‘disidente’ Rafael Ramírez, que desvío más 11 mil millones de dólares de las arcas de PDVSA y se mantuvo impune por ser parte de misiones diplomáticas. Ese personaje no es más que un oportunista que quiere figurar en la política y que piensa que las personas no tienen memoria histórica para recordar todas las tramas de corrupción que encabezó mientras era Ministro de Energía y Petróleo en el gobierno del golpista Hugo Chávez.

Las acusaciones hacia Calderón Berti han sido negadas por él y los que lo rodean, pero de acuerdo al diario ABC era una operación que llevaba meses cocinándose. Reuniones en Bogotá y Madrid con líderes militares y voceros de Maikel Moreno y Padrino Lopez buscaban que Calderón Berti fuera nombrado presidente de la Junta Transitoria por el Tribunal Supremo de Justicia Chavista. Esta resolución también declararía la ilegitimidad de las elecciones en las que Maduro resultó falsamente reelecto y ordenaría la disolución completa de la ilegal Asamblea Nacional Constituyente. No era un plan descabellado, tomando en cuenta que eso era lo que habría pasado el 30 de abril durante el levantamiento cívico llamado ‘Operación Libertad’, de no ser por la sed de poder de Leopoldo López. El Alto Mando Militar desconocería a Maduro y Guaidó sería reconocido como presidente por las secuestradas instituciones chavistas. Leopoldo López arruinó ese plan al salir a la calle sin que fuera parte de lo acordado y así fracasó la más factible opción de derrocar al castrochavismo.

La desconexión entre Calderón Berti y el presidente Guaidó inició luego de las denuncias de corrupción que el diplomático realizó hacia miembros del séquito presidencial por el mal manejo de los fondos de la ayuda humanitaria. Calderón denunció en la Fiscalía de Colombia a los responsables y posteriormente fue acusado de desleal. También se mostró en contra de las iniciativas de dialogo con el régimen y de las pugnas de poder internas entre los partidos opositores. Que lo destituyan por ello no es más que venganza, porque se deshicieron del único funcionario público que buscaba transparencia en el interinato y lo acusaron de tener “ambiciones personales”.

Tomando en cuenta que la opción de Calderón Berti queda descartada luego de que fue expuesta públicamente, toca volver a repasar las luchas internas en la Asamblea Nacional. Si Guaidó quiere seguir siendo presidente interino, debe ser reelecto el próximo 5 de enero como presidente del poder legislativo. Si esto ocurre, los partidos estarían irrespetando el acuerdo de que las presidencias serían rotativas entre todos los sectores opositores y dejarían por fuera a la Fracción 16 de julio, donde están las bancadas de María Corina Machado y Antonio Ledezma. Hace meses, pensar que Guaidó no sería reelecto y asumirían el poder las minorías opositoras no era factible, pero Michael Kozak, secretario de Estado en EE. UU., dijo que su país y el presidente Trump apoyarán a cualquier persona que ostente el cargo de presidente de la Asamblea Nacional, aunque sus informes de inteligencia les dicen que Guaidó será reelegido. Kozak también dijo que Estados Unidos busca llegar a una solución con Rusia y China y endurecer sus sanciones hacia el cerebro de la operación chavista en Venezuela, que es Cuba. Buscar nuevas alternativas diplomáticas es indicio de que cada vez se cree menos en las capacidades del interinato y sus métodos para llegar a la resolución de la crisis.

Esa aclaratoria de apoyar a ‘cualquiera que ostente el cargo’ deja la puerta abierta para que nazca una nueva iniciativa con otro interinato. Es una utopía, porque el reconocimiento internacional de los otros 59 países estaría en juego y además se derrumbaría lo poco que el presidente Guaidó logró construir, pero el eterno partidismo venezolano y los políticos que se olvidaron de que la política es una manera de servir a los demás y no a uno mismo, hacen que la sociedad venezolana pida a gritos un cambio de dirección en la gestión opositora. Robarse plata que era para la ayuda humanitaria es vergonzante e imperdonable, firmar cartas de buena conducta a bolichicos como Mauro Libi, Carlos Lizcano y Alex Saab que no han hecho más que lucrarse de la crisis venezolana gracias a sus mil millonarios contratos con el chavismo muestra que los opositores no se diferencian en lo absoluto del accionar castrochavista. También la repartición de cargos entre amigos, el clientelismo y la influencia de camaleones políticos en la presidencia interina la deja retratada como un circo. Como un negocio. Porque ser opositor en Venezuela es un negocio, incluso mejor que ser chavista, porque se mueve menos dinero, pero pueden gastarlo libremente y viajar por el mundo sin restricciones porque están ‘del lado correcto de la historia’.

Venezuela se quedó sin tiempo hace meses, y el daño que quedará en las personas cuando llegué la democracia será irreparable. Hay una desconfianza política inconmensurable porque nos hemos acostumbrado siempre a defender a corruptos porque son menos corruptos que otros, y también a confiar ciegamente en cualquiera que nos diga que va a liberar al país porque no podemos hacer más nada que confiar. Porque el fracaso de Capriles Radonski, de López y de Guaidó es el fracaso de Venezuela. El presidente interino debe deshacerse de ese circulo tóxico de políticos que quieren tratarlo como títere y obstaculizan su de por sí ya frágil gobernabilidad. A pesar de todo lo que ha ocurrido, sigue siendo el político más popular en una población que cada vez es más apolítica. Existe ese mínimo optimismo que hace que muchos debamos confiar en el interinato, porque es lo único que tenemos.  Las nuevas alternativas son necesarias y Guaidó debe involucrarlas a su gabinete. Hacerlas parte, tomarlas como ejemplo, porque cada vez quiere parecerse más a esos políticos viejos que en Venezuela nunca lograron nada. Gritando sin parar durante sus discursos, haciendo propaganda y atosigando a los que piensan diferente no logrará nada.

Por ahora, sin Maduro y con Guaidó, pero es tiempo de que el presidente interino entienda que es prescindible, y que el mismo clamar popular que lo juramentó en ese cargo puede removerlo. Ya no es el mesías que era hace 10 meses. Son tiempos cruciales, que definirán el futuro de todo un país, y espero y el presidente por fin tome las riendas de su cargo, con la responsabilidad y rectitud que éste requiere, para generar un proyecto transitorio autentico y funcional. Si esto no ocurre, será el fallecimiento de la política tradicional y las tan olvidadas opciones de acción internacional como el TIAR y la Responsabilidad de Proteger deben ser el nuevo paso a seguir por los responsables de la causa libertaria.

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