Rehén por siempre

Heytel Moreno Terán

Guayaquil, Ecuador

La configuración histórica de las sociedades modernas ha convertido a los medios informativos en un necesario actor social y político. Sin duda alguna, la prensa cumple un rol trascendental en la construcción de la democracia. Los distintos actores sociales pueden fallar, pero considero que ese es un lujo que los medios de comunicación no se pueden dar.

Rehén por siempre expone el enfrentamiento entre la prensa comprometida con la sociedad versus una prensa cuyo único objetivo es imprimir un mayor número de ejemplares u obtener mayor pauta publicitaria, lo que se ha profundizado en la era digital en donde determinados “medios informativos” promocionan y difunden el titular de una noticia sensacionalista con demasiada antelación a la publicación de la crónica, lo que muchos interpretan como campaña política del periodista de investigación, menoscabo de derechos de los involucrados en la noticia, etc. En la misma casilla encontramos a aquel periodista que con la finalidad de ganar rating o ser tendencia en redes sociales, asume postura intimidatoria para obligar a personajes conocidos a acudir a sus entrevistas, olvidándose que quienes ejercen el periodismo tienen como prioridad servirle a la sociedad a la cual pertenecen y no servirse -inescrupulosamente- de ella.

Con este libro Luis Giampietri nos brinda una prueba del amor por su país y su sentido de heroísmo, quien decidió escribir su experiencia como rehén en la residencia del embajador japonés en Perú. La captura de una embajada extranjera en el año 1997 en manos de terroristas con más de setecientos invitados en calidad de rehenes, era para paralizar los rotativos de cualquier periódico del mundo.

Han aparecido muchos libros en los que ex rehenes han contado su experiencia, pero, sin duda, ninguno como Rehén por siempre. Operación Chauvín de Huántar, donde el almirante y ex vicepresidente del Perú, nos revela cómo era la vida en cautiverio, con una serie de detalles que se desconocían hasta su publicación en el año 2012.

Giampietri jugó un rol importantísimo durante el cautiverio, fue pieza clave en el exitoso rescate por los comandos militares, ya que mantuvo comunicación con el exterior de la sede diplomática a través de pequeños y sofisticados micrófonos de avanzada generación, lo que posibilitó liberar a los rehenes. En fin, hay que leer el libro para entender muchas cosas que debemos madurar todavía en el Ecuador, especialmente lo relacionado al periodismo, que ante una situación semejante pone a prueba la capacidad y responsabilidad de todo periodista que se respete.

¿Cómo informar sin caer en el sensacionalismo? ¿Cómo evitar la especulación y no caer en el facilismo de magnificar un hecho del que todo el mundo estaba pendiente? En el prólogo de Alejandro Sakuda, se plantea lo siguiente: ¿Hasta dónde llega la libertad de expresión? Y él mismo se responde: “Ciertamente, la libertad de expresión es un derecho, pero este no es ni debe ser irrestricto, pues está condicionado por la responsabilidad”. Este es un tema que no compete solamente a quienes ejercen el periodismo, es un tema que incumbe indeleblemente a los propietarios y accionistas de los medios de comunicación, cuyo único objetivo pareciera ser –en algunos casos– vender más para ganar más. Por ello, y luego de la liberación, Giampietri no ha dudado en censurar a la prensa, al denunciar “que la mayoría de los medios actuaron con una ligereza que denotaba su indiferencia entre el riesgo que corríamos, y no sólo nosotros, sino el país entero”. Parece ser que ésta afirmación del autor es la razón por la que en el prólogo del libro leemos lo siguiente: “ya es tiempo de que cada uno de nosotros, como ciudadanos que somos, empecemos a presionar para hacer cambiar esa prensa tan nociva”.

Si el libro me envolvió entre sus páginas, debo decir que escuchar la historia del propio autor, los detalles del secuestro y la liberación; así como, sus encuentros con la reina madre (madre de la reina Isabel II), emperadores, presidentes, etc., ha sido una de las mejores conversaciones en mi vida.

Si queremos un Ecuador próspero, todos debemos hacer nuestra parte desde el lugar o posición en la que nos encontremos y la prensa no se salva de la obligación de hacer su mejor esfuerzo. No cabe duda que para que la información sea legítima en su práctica, el mensaje a difundir debe poseer interés público y veracidad. Cualquier tema que se aborde en la prensa nacional debería ser manejado sin censura, pero con responsabilidad, caso contrario estaríamos condenados a vivir secuestrados por mentes maquiavélicas que difunden información según su conveniencia.

La prensa puede y debe integrar la lucha contra la injusticia en todas las esferas posibles. Éste es un combate de toda la nación y es una lucha en la que debemos estar unidos como sociedad. Desertar en este escenario -tal como lo diría Rudolf Von Ihering en su libro La Lucha por el Derecho-, sería como “vender la causa común y engrosar las fuerzas del enemigo y la corrupción, aumentando su osadía.

En este punto, la prensa debe decidir con qué tinta quiere que escribamos las páginas de su historia; y, a nosotros como ciudadanos, nos corresponde elegir qué medio de comunicación vamos a leer, para no ser rehenes por siempre de determinados intereses.

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