El chavismo le lleva la delantera a un país

Orlando Avendaño

Miami, Estados Unidos

A todos nos descolocó lo que ocurrió este domingo. Aún sin sorprender, una serie de eventos se salieron de todos los cálculos políticos que para el momento habían sido arrojados. Todos juegan, pero todavía no queda claro ni para quién ni para qué. Pero todos juegan, aunque algunos llevan la delantera. Y por mucho.

Lo de Juan Guaidó y su reelección en otro espacio ajeno al usual, fue parte de su jugada. Pero una que surge sobre la marcha y da cuenta de lo minada que está la estabilidad de la oposición que aún reconoce —y en la que confía— la comunidad internacional. Primero porque esa plancha que se juramentó ilegalmente como junta directiva, corrupta y ahora chavista, nace de las entrañas de los mismos partidos opositores sobre los que la estabilidad de Guaidó se alza. Es decir: los partidos parieron traidores. Y no a cualesquiera. La mayoría de ellos eran, cuando pertenecían a sus fuerzas políticas —y aún no queda claro si todos estos diputados fueron expulsados—, militantes de primer orden y de gran confianza de los caciques. Los grandes partidos nunca han tenido reserva en abrirle las puertas (o las piernas) a bandidos y tipos moralmente minúsculos.

Queda demostrada la crisis ardua que atraviesa el Gobierno interino cuando se habla de más de treinta diputados que se dejaron pervertir por el chavismo. Y esta vez la reelección de Guaidó, legítima eso sí, se pudo lograr gracias al voto de muchos diputados que suplían a otros, principales, que se prestaron para el vulgar juego de la dictadura. La institucionalidad agoniza porque el terror, el flujo inagotable de plata y la voluntad de demasiados de mantener este statu quo criminal pesan toneladas.

Guaidó logró reelegirse, pero también lo hizo el diputado corrupto Luis Parra. Al primero lo reconoce el mundo porque goza de legitimidad y aún luce como el líder indiscutible, tristemente, del proceso para rescatar a Venezuela. Pero el segundo forma parte de la jugada del chavismo. Y en este sprint, el chavismo nos lleva la delantera.

Parra es un aparente opositor que, gracias a los aparentes votos de otros aparentes opositores, se coronó como presidente del Parlamento en sustitución de Guaidó. Todo aparente pero muy puntillosamente tejido por el chavismo y sus aliados institucionales. Ya tipos ruines y peligrosísimos como Gustavo Petro y Juan Carlos Monedero salieron a acompañar la narrativa de que Parra había sido electo por la misma oposición y que Guaidó sesionó en otro espacio, bajo sus condiciones y de forma arbitraria. Todo mentira, claro; pero la narrativa está siendo construida.

El problema llegará cuando Parra, quien cuenta con el apoyo de los matones del régimen (esos que llaman fuerza-de-seguridad-del-Estado) y, también, de la chequera del régimen, empiece a sesionar. Y que de esas sesiones, ¡sorpresa!, empiecen a prosperar acuerdos. No lo duden: Maduro pondrá a Parra a arreglar superficialmente el país y muchos, por una u otra razón, terminarán reconociendo, a regañadientes, por conveniencia o lo que usted quiera, su corrupta y también ilegítima presidencia de la Asamblea Nacional. Uno de esos acuerdos, y quizá la razón principal por la que el vulgar de Parra y su tropelito de arrastrados están donde están, será el Consejo Nacional Electoral. Y así es como el chavismo allana el terreno para otras elecciones fraudulentas.

Rusia, seguro China, y todos esos paisitos amigos de la dictadura deben estar salivando por lo que harán con un Parlamento sin Guaidó. Esos acuerdos que firmarán y cómo celebrarán unas elecciones que hayan sido convocadas por un nuevo Consejo Nacional Electoral constituido por una Asamblea «no-chavista».

Todo esto, por supuesto, mientras el más pesado y más importante aliado de Guaidó, el Gobierno de Donald Trump, atraviesa el mayor momento de tensión en política exterior desde que empezó su presidencia y, también, una campaña por la reelección.

Antes de que lo rebanen el chavismo y esos que lo rodean —que aún lo rodean y que aparentan ser sus aliados todavía pero que realmente son tan canallas como los corruptos de Parra y su gang—, Guaidó debería de estar meditando sobre qué hacer y cómo elevarse sobre este patético cainismo. Esta rebatiña política por espacios, carguitos y dinero a la que Maduro, de forma muy astuta, ha logrado reducirlo.

Son más de dos décadas de saqueo por las complicidades, la mediocridad y, también, hay que decirlo, por el ingenio de esa máquina demoledora de individuos y libertad que es el chavismo. Resulta que el monstruo es más grande que lo que luce el chavismo. Es gigantísimo, trasciende nuestras fronteras, se ha infiltrado en Europa, juega en el ajedrez del mundo, y se camufla muy bien.

Los ingenuos no solo han estado en Caracas estos últimos meses. Vamos, el país entero sabe que estos tipos son unos criminales de la peor naturaleza. Basta que el liderazgo político venezolano los trate como tal y que el mundo también. Por ahora, el chavismo nos lleva la delantera a todo un país. Lo frustrante es que parecemos ser rehenes de unos corredores incapaces de acelerar. Qué tragedia.

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