¡Ladrones!

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

A la distancia se logra apreciar con detalle lo infame del sistema de extorsión implementado por don Correone y sus secuaces. Sin embargo, en Ecuador, tres años de complicidad y titubeos son los responsables del escepticismo del público frente al Caso Sobornos.

Parece aún increíble que un ex Presidente y su vicepresidente, ambos en funciones, hayan sido los cabecillas de un operativo montado para extraer fondos de empresas privadas a cambio de repagos en sobreprecios y contratos a cargo del erario público y finalmente a costo de todos los ciudadanos.

La incapacidad de entender que el Estado es una ficción jurídica, creada para administrar los fondos de los ciudadanos, es al mismo tiempo el motivo para no entender que cada dólar que se extrae de la caja fiscal es en última instancia un dólar que se extrae del bolsillo de cada ciudadano. Que la falta de rendición de cuentas, que el despilfarro y el abuso de poder son en la práctica los que provocan la ausencia de recursos para satisfacer las necesidades fundamentales de la población. Que la corrupción se tomó el poder para desde allí explotar a todos los habitantes en una flagrante violación a la Constitución y al país que los eligió. Que el enjuiciamiento por cohecho a las máximas autoridades del Ecuador es un hecho sin precedentes en la historia moderna y que debería avergonzar y sacudir lo más profundo de las entrañas nacionales.

Indigna la mezcla de ignorancia, perversidad y engaño que rodea todo el proceso. Las complicidades en todas sus instancias. Los silencios y los olvidos. La ausencia del principal implicado, sin una gota de sangre en la cara para enfrentar sus responsabilidades. Quiso convertir al Ecuador en su feudo, a la ley en un embudo que siempre le otorgara la razón y a sus opositores en unos perseguidos.

Nos impuso como binomio a sus cómplices, por acción u omisión. Y con la complicidad de un CNE servil, lo logró en primera instancia, para cubrir su retirada ante los escándalos que indefendibles se cernían sobre su gestión.

Nadie se atrevió, ni en sus más preclaras predicciones, a vaticinar el volumen del atraco. Nadie entendió que el robo era tan voluminoso. Pero más allá de los tapones, los subterfugios y las historias fantasiosas, la realidad nos golpea a diario y con dureza. El País no crece ni va a crecer económicamente. Nos robaron la esperanza el día que se apoderaron de nuestros ahorros para prestárselos al Estado. Pasarán generaciones antes de recuperarlos. Esa es la cruda realidad.

Y el juicio de marras es una minucia al lado del daño irreparable que hizo a la nación este grupo de cínicos. De tal manera que la actitud de los ecuatorianos, antes que de escepticismo y sorna, debería ser de suma atención y exigencia. Es nuestra obligación difundir y explicar al gran público la verdadera significación de este juicio. No se trata de persecución política. No se trata de revancha personal. Es la exigencia de un pueblo vejado y engañado por un grupo de seudodirigentes sin escrúpulos que confundieron los haberes de todos los ecuatorianos con su propio bolsillo de payaso, para satisfacer su codicia, su ambición de poder y su impunidad.

Es impostergable la necesidad de rechazar con firmeza y sin contemplaciones la mediocridad ciudadana que permitió el advenimiento de semejante horda de delincuentes. Es imperativo recuperar para el País el honor, la decencia y la respetabilidad de sus dirigentes. No pueden seguir tolerándose encubrimientos y silencio. Los que se tomaron como botín al País deben ser castigados sin miramientos.

Son unos ladrones y así deben ser tratados. Solo así podremos recuperar algo de fe en la justicia y sus dependencias. Es nuestra obligación estar vigilantes y unidos ante el esfuerzo de la Fiscalía para lograr la condena y sanción a estos malos ecuatorianos. Y sobretodo, tenemos que estar muy claros en que advenedizos y oportunistas no pueden volver a engañarnos. Nuestro futuro depende de esto.

Cada ecuatoriano tiene que defender y reclamar por el daño que un grupo de aventureros le hicieron al País. No existe otra actitud que no sea la de exigir y vigilar que la sanción por este caso y la investigación por los demás se prolonguen hasta el final. ¡Basta de impunidad y triquiñuelas!

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