Cultura en crisis

Diego Montalvo

Quito, Ecuador

Sí, la cultura en el Ecuador definitivamente está agonizando. No solo me refiero por los bochornosos hechos del pasado 9 de octubre donde varios sectores sociales destrozaron edificios públicos, irrumpieron en la propiedad privada quemando medios de comunicación y cometieron actos vandálicos en todo el patrimonio quiteño quitando pedazos de paredes patrimoniales de arquitecturas emblemáticas –que dicho sea de paso son parte de la historia de todo un pueblo—, grafitearon monumentos además desmantelaron andenes del sistema de transporte público. ¿Con qué fin?, solo con el mero hecho de llamar la atención.

La cultura (siendo aquella mujer que realmente ha perdido fuerza estos últimos tiempos) demostró no llevarse con el macho más opresor: el feminismo, que igualmente violentó a otra gran mujer llamada democracia. Este brazo pútrido, que es parte de un solo cuerpo llamado populismo, demostró que no es un norte, un sur, un este o un oeste. Basta mirar la desastrosa gestión de María Fernanda Ampuero al frente del Plan Nacional de Lectura, que no llegó a los cuatro meses. Por otro lado, el Centro Benjamín Carrión dirigido por Daniela Alcívar no será más que otro fracaso rotundo porque la ideología ha cegado a la autoridad “competente”. Aquel sitio de cultura ahora es el equivalente al Holandés Errante, aquel barco fantasmal que surca los mares sin un rumbo con la finalidad de reclutar almas perdidas que perecieron en el mar, Alcivar es su David Jones. 

Por otro lado no me ha dejado sino más que atónito la publicación de la autora Mónica Ojeda que apoya la piratería de textos literarios. Es una autora que pretende que este delito se vuelva legal donde solo debe salvarse la literatura nacional del Ecuador, esto por no decir “salven mis escritos y los de mis amigos”. Ojeda, Ampuero y Alcivar son solo una muestra de que el feminismo radical no funciona. Han buscado (sin éxito por fortuna) pretender que se lea por la fuerza a Virginia Woolf por sobre Marcel Proust o Ernest Hemingway, sí por el simple hecho de ser hombres.

“Los grandes nombres en la literatura son solo hombres”, me comentó la exgerente del Plan Nacional del Libro y la Lectura, luego prosiguió con una idea aún más genial: “Yo no leo a Haruki Murakami porque tiene novelas muy largas”. Todas criticaron a Leonardo Valencia, a Harold Bloom, a Antonio Sacoto y Fernando Tinajero por tener un sexo distinto al que profesa la moda. Que el feminismo tenga un poder (no menos violento que el machismo que buscan crear como su némesis) no es pura casualidad. Este colectivo cobró fuerza luego de que el populismo se tomó la política sobre en América Latina.

El violador eres tú tiene la equivalencia cultural a canciones como Movimiento naranja, Tusa, Despacito o los éxitos de Bad Bunny porque también se ha reproducido en bares, cantinas, discotecas y prostíbulos. La destrucción y quema de libros que el colectivo feminista aprobó y apoyó en la Ciudad de México repite la historia del Servicio Secreto del Nacional Socialismo de Hitler, las ideas de Mussolini, las radicales de Mao, Stalin y Lenin. El propósito es acabar con la conciencia mermando la historia, atacar a las generaciones superiores que tenían otras visiones de la realidad. Volvimos a la época del Oscurantismo. El apoyo al cambio de sexo de niños a niñas y viceversa, solo se compara con los experimentos realizados a los judíos que fueron aprobados por los nazis, pero ahora bajo el llamado “rol de género” e “ideología de género”.

Nuevamente la ideología quiere anteponerse a la razón y la ciencia, algo que se creyó era exclusivo de la Iglesia Católica, pero siglos después tiene otros rostros más atractivos pero no menos radicales. El patriarcado es parte de la sociedad capitalista dicen algunos. ¿Pero de ser así por qué los líderes de estos grupos quieren poder? ¿Las feministas que dirigen entidades o puestos jerárquicos de peso estarán dispuestas a donar sus sueldos a mujeres con memos suerte que ellas? Desde ese ángulo el capital no se ve nada mal.

La desagradable imagen de Jorge Yunda bailando con las garotas en el carnaval en Quito. Prohibió el concurso de Reina de Quito por “estereotipar a la mujer”, a los toros por ser un “crimen contra los animales” y tantas otras tradiciones quiteñas. Ahora se prefieren los Quitunes, donde la gente se emborracha cada lunes oyendo intérpretes de poca monta mientras la Secretaría de Cultura y su director asumen que sólo esto es “cultura”.

¿Qué ocurrió con la buena música, el arte, la pintura, la poesía, la literatura? Simplemente no se las apoya porque son difíciles de manejar y actualmente parece que no tenemos personas idóneas para gestionarlas. He ahí que Juan Fernando Velasco sea uno de los peores ministros de Cultura que tendrá de seguro el país, un frustrado seguidor de Julio Jaramillo que no le llega ni a los talones.

El feminismo es la muestra de que nuestra sociedad ha perdido los valores éticos y morales. Todo es a la tendencia, a lo “bonito”, a lo pegajoso. Las entidades culturales como la Casa de la Cultura, la Academia Ecuatoriana de la Lengua, la Academia Nacional de Historia, la Sociedad Bolivariana del Ecuador, el Ateneo Ecuatoriano y demás han sido tachadas de “machistas”, “excluyentes”, “corruptas” solo por haber sido fundadas por hombres. ¿Es eso discriminatorio? Lo es. No obstante no se toma en cuenta quienes las dirigen actualmente. La Sociedad Bolivariana del Ecuador está presidida por la Doctora América Ibarra Parra de intachable moral y ética (no está por demás decir que posee una trayectoria cultural muy superior a la Ampuero o Alcivar) y otro ejemplo es el de Susana Cordero que es la primera Directora al frente de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, ¿por qué no han salido a la palestra púbica cómo deberían? Porque son mujeres opuestas al lenguaje inclusivo, al mal uso del español y creen que la buena educación es la verdadera reivindicación de la Paria.

El feminismo, que llegó como el coronavirus, desaparecerá pronto. Los “ismos” están pasados de moda. Esta fiebre, que ha destruido a mentes débiles y fácilmente incrédulas, se la combate con la buena lectura y conocimiento. Necesitamos a Patricia Highsmith, Harper Lee, Georges Simenon, William Faulkner, Dashiell Hammet, Andrés Oppenheimer, Sylvia Plath, Carson McCullers, Jaime Bayly y John Connolly. La figura de la mujer se ve mejor retratada con la Princesa Zafiro, Lois Laine o Wonder Woman que con otras que se desnudan en frente de una iglesia procesando cánticos y vítores a sus cuerpos descubiertos con letras tatuadas, un verdadero show.  Ahí es donde es difícil imaginar a J.K. Rowlling, Marie Curie, Juana de Arco o Emily Brontë en esos menesteres. El #8M no significa nada.

Al hablar con la “e” se evitará cientos de violaciones contra las mujeres así como “estar en contra de la Real Academia Española (ahora Asociación de Academias de la Lengua)” evitará que se profese la desigualdad (más porque el colectivo GLBTI y feminista la cita a conveniencia). Después de todo ¿qué se puede perder? Pronto abriremos escritos como epístolas o comunicados con “Estimade” o “Estimadx”, así mismo esa será la forma de cerrar todo comunicado porque esa será la moda. Hasta que eso no ocurra prefiero hacerlo de una forma más tradicional. Solo con tres palabras que hoy, en apariencia, carecen de todo sentido:

¡Dios, Patria y Libertad!

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