Claroscuros

Raúl Andrade Gándara

Rochester, Estados Unidos

De todos los escándalos que hemos presenciado la única constante que se destaca es la ausencia de responsabilidades por parte de los altos funcionarios del gobierno. Tal parece que una intensa niebla impide al gran público conocer a los verdaderos responsables de cada negociado. La rutina sigue siendo la misma: denuncia a cargo de periodistas de investigación, sorpresa fingida por parte del ejecutivo, allanamientos y desaparición de los imputados.

Por excepción, cae algún pez intermedio cuyas conexiones apuntan hacia cierto dirigente político, que generalmente está ya fuera del país gracias a algún oportuno aviso. Hay por supuesto episodios alternativos, en los que los responsables son funcionarios de menor rango que encontraron la manera de enriquecerse incumpliendo la ley, a través de entregas fraudulentas de certificados o atajos aduaneros, pero eso no es lo relevante.

Lo relevante es que, mientras nos mantienen entretenidos con estafas de mayor o menor cuantía, la conexión entre esas mafias y el poder que las aúpa sigue intacta. El funcionario que ayer relató a la prensa que gracias a las investigaciones a su cargo se logró la captura de determinados personajes sale hoy, previa recomendación de la asesoría jurídica, a expresar que nunca ha hablado con nadie de nada, que no entiende cómo ni porqué el sujeto investigado logró controlar las obras en determinada provincia, a pesar que es de dominio público que esas obras están a cargo del ejecutivo y por lo tanto son su responsabilidad.

Nadie sabe nada pero todos entendemos lo que sucede. La impunidad sólo puede lograrse a través de una red de complicidad, omisiones y silencio encaminada a blindar los acuerdos políticos que se traducen en votos. Y es claro que la justicia es ciega, no en el sentido de equidad y justicia, sino en el de omisión y soslayo ante los grandes atracos que totalizan el inmenso perjuicio que hoy el ecuatoriano reclama.

Claro que indigna el uso indiscriminado de un carnet de discapacidad y se comprende la indignación del lcdo y sus órdenes para frenar el abuso, pero más indigna que se haya ocultado la lista de Odebrecht cuatro años sin explicación alguna, cuando bastaba una orden para publicarla, que se haya perdido un tiempo valioso en las negociaciones para recuperar ese inmenso perjuicio al Estado y que estemos hoy a fojas uno en ese tema.

Por supuesto que es encomiable la investigación exhaustiva a los atracos en la salud pública, pero resulta inexplicable que la familia Bucaram esté involucrada sin que haya existido una vinculación con las autoridades para permitir que puedan hacer y deshacer a su antojo en los hospitales involucrados.

Es excelente el esfuerzo para reestructurar la deuda con China, pero es inexplicable la falta de información sobre las condiciones de lo que se reputa como deuda lesiva a los intereses nacionales.

Los sobreprecios en la obra pública, visibles no sólo en documentos sino a ojos vista, siguen en el limbo, sin que los responsables públicos y privados hayan recibido sanción alguna por esos actos deshonestos. La comercialización petrolera es otro tema tabú, quizás porque el principal implicado y su compadre son al mismo tiempo financistas y visitantes del actual inquilino de Carondelet.

Esos son los montos realmente importantes que se ocultan, se dilatan y se protegen del escrutinio público, y generan el cansancio, la frustración y la ira en todos los ecuatorianos conscientes.

No es necesario probar lo obvio.

Hay demasiadas sombras sobre el accionar del actual gobierno como para aceptar sin escepticismo las proclamas líricas del licenciado y sus rubicundos querubines, sus reiterados discursos sobre la honestidad de su proceder, cuando el día a día relata una historia de compromisos bajo la mesa, de parcelas de poder en la obra pública, de feudos nunca aclarados en la salud pública, de lo que se nos permite atisbar.

Ante tanto claroscuro, es legítimo dudar de tanta declamación vacía. Son los hechos, no las palabras, los que conforman la realidad diaria. Y que no quepa duda. Seguiremos reclamando por la verdad completa, ¡no por los retazos!

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