Mahuad: “Me juzgan por implementar un tratamiento doloroso para salvar a todos”

Por más de 13 años, en 5 ocasiones diferentes, Interpol ha sostenido que el juicio en mi contra es un proceso predominantemente político. Ayer el Ministro del Interior anunció con bombos y platillos que gracias a su “minucioso” trabajo Interpol cambió su criterio. El simple hecho de que sea el Ministro de la Política quien se vanaglorie de este “triunfo” confirma la naturaleza política del mismo.

Se inició el juicio en mi contra sin contar con la autorización del Congreso Nacional y sin el informe de la Contraloría General del Estado, con lo que se incumplieron expresos mandatos de nuestro ordenamiento jurídico.

Goberné durante la peor crisis económica del Ecuador en el siglo XX. Recibí un País que perdió sus cultivos de banano y sus industrias pesquera y camaronera por el fenómeno de “El Niño” y por la “mancha blanca”. Presidí un gobierno que recibía entre 7 y 9 dólares por cada barril de petróleo (comparado con los más de 100 dólares que recibe hoy). Mi Gobierno afrontó una monumental crisis financiera ordenando auditorías internacionales independientes a todo el sistema para cerrar los bancos malos, apresar a los banqueros corruptos (como el caso del banquero Fernando Aspiazu) y sentar las bases de un sistema financiero limpio y saneado que funciona hasta ahora.

Se me juzga por haber firmado un decreto ejecutivo, el decreto ejecutivo que congeló los depósitos bancarios en todo el sistema financiero.

Tuve la valentía de tomar decisiones impopulares. Lo hice obligado por las circunstancias. Tomé la decisión de congelar cuando todas las medidas de las autoridades monetarias no habían surtido el efecto esperado y la economía entró enhiperinflación. Congelar los depósitos era la única forma para salir de ella.

Así lo informó la prensa: “El dólar remece al Ecuador”. “El dólar remece todos los pisos” y su cotización llegó a 12,139 sucres (El Comercio, marzo 4, 1999); El “Dólar deprime al Ecuador” porque se vendió a más de 19,000 sucres (El Universo, marzo 4, 1999); “El dólar es de pánico. El ascenso descontrolado de la divisa, que alcanzó picos de 19,000 sucres, enciende señales de alarma: En el centro de Guayaquil hubo saqueos” (El Expreso, marzo 4, 1999); El “sucre se depreció un 42% en sólo veinte días” (El Expreso, marzo 5, 1999).

Tuve que aceptar la tiranía de las opciones y escoger el mal menor (el congelamiento) para evitar el mal mayor (la hiperinflación). Abrumados por la memoria del dolor y la frustración, muy pocos advierten que el congelamiento protegió de la hiperinflación a la mayoría de la población, a los más pobres (que no tienen cuentas bancarias y que por lo tanto no fueron congelados). La hiperinflación empezó a devorar la capacidad de compra de las familias, mientras los grupos económicos más fuertes del Ecuador vaciaban las diezmadas arcas de la reserva monetaria transfiriendo su dinero al exterior.

El congelamiento detuvo este proceso.

Yo no causé la crisis. La crisis estaba armada como una bomba de tiempo y me estalló en las manos desde que asumí la Presidencia, como hubiese estallado en las manos de cualquier otro presidente de la República. Que yo haya estado ahí en el momento de ese sufrimiento, no significa que yo haya causado el sufrimiento sino que tuve que implementar un tratamiento doloroso para salvar lo más precioso que era el futuro de todos. Pero como sabemos, las crisis financieras no dejan héroes sino culpables. 

No se me juzga por haber inventado el congelamiento como una fórmula nueva sino por haber aplicado un esquema adoptado anteriormente por varios países en hiperinflación como Brasil y Argentina, y posteriormente por otros como Chipre, hace poco, en el pico de la crisis europea. Esta medida económica, como cualquier otra, puede generar polémica y ser discutida políticamente; pero no constituye un delito. Muchos han congelado depósitos en el mundo; yo soy el único acusado por una decisión general de política económica, que se aplicó a todos por igual.

Interpol siempre ha señalado que firmar un decreto ejecutivo es un acto de Estado, que está entre las atribuciones y deberes de un presidente y que no puede un acto legislativo, por sí mismo, constituir un delito. Como no existe ninguna prueba en el proceso que demuestre dolo (mi intención deliberada de dañar) ni que yo hubiese obtenido algún beneficio personal, ni que hubiese beneficiado a terceros, Interpol hasta ahora había considerado que el proceso es predominantemente político.

Se me ha juzgado por 14 años, en ausencia, con una orden de “arresto preventivo” desde el inicio del proceso, para mantenerme fuera del país y afectar mi derecho a la defensa. Durante 14 años no he podido volver a mi Patria ni ver a mi familia y amigos. Los estudiantes ecuatorianos que hoy se gradúan de bachilleres tenían 4 años cuando salí. No me conocen, nunca me han visto y solo saben de mi a través del “linchamiento mediático” conducido por quienes, precisamente, lo denuncian como práctica inmoral.

En el año 2006, la Corte Suprema de Justicia me declaró inocente ante la falta total de pruebas en mi contra. Es conocida en el mundo la situación actual de la justicia ecuatoriana y su rol de ejecutora de periodistas y ciudadanos críticos del gobierno así como de opositores políticos. El juicio fue reabierto sin ninguna nueva prueba y solo por una desembozada y desenfrenada presión política. Después de casi 14 años y más de 45 mil páginas de folios, aún no hay sentencia ni de primera instancia.

Se ha llegado al extremo de que la misma jueza que tiene que dictar la sentencia, actuó pruebas de cargo en mi contra, convirtiéndose así en juez y parte.

Existe evidente denegación de justicia y hoy, cuando aún faltan 4 instancias jurídicas para que el proceso tenga una sentencia definitiva, se arma un escándalo político con este caso para desviar la atención.

Al terminar el discurso de toma de mando presidencial en 1998, leí la “Oración de la Serenidad”: “Dios mío, dame la serenidad suficiente para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el coraje necesario para cambiar las que puedo, y Tu luz para reconocer la diferencia.” En menos de año y medio como Presidente, con coraje, pude cambiar una inminente guerra con el Perú por una paz definitiva; limpié al sistema bancario cerrando bancos malos y apresando a banqueros corruptos; dolaricé la economía, dándole al Ecuador la estabilidad económica que ha contribuido a reducir la pobreza durante casi 15 años; creé el Parque Nacional Yasuní y una red de protección social que aun perdura y de la cual forman parte el Bono de Desarrollo Humano, programas de alimentación materno-infantil y el Bono de la Vivienda.

Hubo cosas que no pude cambiar: el enorme déficit fiscal y la falta de provisiones para el pago de la deuda externa, que heredé; el contexto económico internacional que arrastró al Ecuador en su descalabro; el canibalismo político ecuatoriano, la destrucción causada por el Fenómeno de El Niño. Hoy soy víctima de las decisiones políticas ordenadas por odiadores profesionales y ejecutadas por funcionarios obsecuentes. Como no puedo cambiar esos comportamientos, vuelvo a pedirle a Dios serenidad para defender mi honor y mi libertad con la firmeza de la verdad y le fe en la justicia verdadera.

 

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