Opinión

El país en que cada día se odia un poco más

Por Jorge Ortiz

¿Se ha puesto usted, estimado amigo, a revisar los comentarios que en esta página y en otras hacen los lectores? ¿Ha seguido las discusiones que con frecuencia se arman? Confieso que yo ya no. Lo hacía antes, con enorme paciencia, pero la paciencia se agotó. Y ahora no lo hago nunca. O casi nunca: la semana anterior, llevado por un optimismo inexplicable, leí durante un par de días los “comentarios” que a mi artículo y a otros habían hecho los lectores. Y, por supuesto, decidí volver a mi sana costumbre anterior: nunca más volveré a leerlos, como sabiamente me abstenía de hacerlo antes.
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