Opinión

Los rostros anónimos

Por Joaquín Hernández Alvarado

El viejo Hegel decía -mutatis mutandis – que la historia universal no era el reino de la felicidad para los individuos. Aludía con ello al carácter de víctima expiatoria al que obligatoriamente están condenadas la mayoría de las personas mientras ocurren las grandes convulsiones históricas. Ocurre entonces una especie de ceremonia sacrificial: muchedumbre de inocentes son sacrificados masivamente en nombre de principios que niegan su condición humana y que les quitan lo más preciado: su vida, su sola vida. Solo se escapan momentáneamente los héroes. Ellos -Hegel pensaba probablemente en Napoleón I- que dirigen aparentemente estos procesos que no son sino grandes hecatombes de sangre, terminan, una vez concluido su papel por hartazgo de sus contemporáneos o por agotamiento, en el oscuro vacío de la historia. […]