Opinión

Vanessa

María Fernanda Egas
Miami, Estados Unidos

“Salí de ahí y no podia ni mirarme al espejo. Me peleaba conmigo misma para no decir algo que no debía decir. A una prácticamente la desnudan, le piden que se agache, que brinque, que se abra los glúteos, que puje, mientras una policía observa”, explica Vanessa de Balda, al preguntarle cómo eran sus visitas a la cárcel de máxima seguridad de Latacunga en donde tuvieron hasta hace poco a Fernando Balda.

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