Todos somos PUEBLO

Maríasol Pons
Guayaquil, Ecuador

Esta semana y la que pasó han sido de profunda reflexión. ¿Qué ha sucedido en nuestro país que, hoy se siente un cambio importante? Ha sido mucho, sobretodo mucho que aprender.

Desde que comenzó el año las sorpresas no habían parado de llegar. La negativa a la consulta popular sobre las reformas constitucionales en trámite –léase una reelección indefinida-, la salvaguardas y el encarecimiento del costo de vida, el carísimo anuncio contratado en el Super Bowl estadounidense, la nueva ley laboral que le pone techo a las utilidades de los empleados del sector privado y se las pasa al sector público –entre otras cosas-,la decisión del gobierno acerca del fondo de pensiones de los maestros, la ley que elimina el aporte del Estado del 40% al fondo de pensiones del Seguro Social, las multas de la SUPERCOM, la visita del Papa Francisco, el anuncio sobre el control de retiros de dinero – superiores a cinco mil dólares americanos para particulares y cien mil para empresas-, la implementación del dinero electrónico en una economía dolarizada, la nueva ley de Galápagos y finalmente el envío a la Asamblea del proyecto de ley sobre herencias y el proyecto de ley para el nuevo impuesto a la plusvalía. Finalmente, el anuncio del retiro temporal de estas últimas dos.

Frente a todas estas novedades la ciudadanía se autoconvocó a las calles para protestar. Gritando, con aplausos, con cacerolas, con carteles, con banderas negras, con sus vehículos para bloquear una vía, como sea. La gente no está contenta, los ecuatorianos no están de acuerdo con su gobernante. Esta manifestación de inconformidad se plasmó en las calles más importantes de cada ciudad donde sus ciudadanos sintieron la asfixia. Las demostraciones fueron pacíficas así no todos lo quieran admitir.

Dejando la violencia verbal propia de un pueblo enardecido por la amenaza de perder hasta lo más fundamental de la vida que es la voluntad y capacidad de proteger a su familia aún después de la tumba, mi análisis va hacia otro lado. Durante las manifestaciones donde participaban personas de distintos niveles socioecónomicos la gente gritaba “el pueblo unido jamás será vencido” y por dos segundos me dejé llevar por ese lastre que considero la peor herencia del discurso actual; la división y conflicto entre ecuatorianos en base al nivel socioeconómico. Esa observación me llevó a una disgregación absurda producto de escuchar lo mismo por muchos años. Silvia, quien estaba conmigo, hizo una observación: “Aquí todos somos pueblo”. Mi sorpresa ante esta aseveración, y ¡tiene razón! Tanto quien trabaja como empleado como quien trabaja y da empleo ES PUEBLO, el hecho de que cada uno lleva un riesgo y una responsabilidad proporcional a su actividad, y por ende diferente, no lo vuelve un apátrida peor aún un villano. Hilar fino en este tema es una necedad propia de haberme dejado contaminar por el abuso. Un discurso que asume que quien tiene más siempre es malo y quien tiene menos siempre es bueno es tóxico e incoherente. No soy partidaria de las generalizaciones pero la aseveración que promueve el odio entre compatriotas me parece una aberración. Este país, mi país, es tan mío como de todos los demás y todos tenemos derecho y la obligación de participar, humildemente, como ciudadanos, como nacionales de un mismo país. Ese discurso paternalista y manipulador no es propio de estos tiempos donde se debe reconocer que el todo afecta a cada unidad de las partes y viceversa. Sólo la cohesión nos llevará adelante en mil y un desafíos como el de actuar frente al calentamiento global, mucho más trascendental que el tema del precio del petróleo aunque muchos todavía no lo reconozcan.

La ciudadanía está dejando claro qué aprueba y qué desaprueba. Adelante, porque ABSOLUTAMENTE TODOS LOS ECUATORIANOS SOMOS PUEBLO. Me gustaron dos frases que diferentes líderes promulgaron en los últimos días: La primera es que esta convocatoria no es una conspiración sino el momento de que quien gobierna viva con sus aciertos y desaciertos y todo lo que eso conlleve; por otro lado, un líder dijo “…no tenga miedo de debatir…” Yo apelo a que aquí todos somos pueblo, nuestros gobernantes deben darnos cuentas de sus aciertos y desaciertos porque somos su pueblo y nosotros, como pueblo, no podemos tener miedo de hacernos sentir.

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