Mi experiencia como estudiante venezolano en Ecuador

Samuel Uzcátegui
Quito, Ecuador

Tengo 17 años y estoy en el segundo semestre de periodismo en la Universidad de las Américas. Soy venezolano, nacido y criado en el estado Táchira y hace un poco más de seis meses tomé la decisión de mudarme al Ecuador, con el principal objetivo de iniciar mis estudios universitarios.

Después de culminar mi bachillerato, no tenía muy claro que iba a hacer con mi futuro, manejaba la opción de tomarme un año sabático y dedicarme a otras cosas, porque por la gran deserción estudiantil de mi país, la enorme cantidad de profesores que han emigrado y las universidades que cada vez tienen menos recursos para laborar, estudiar en mi país no era una opción que veía posible y no tenía planes de emigrar a corto plazo, por lo menos, a no tan corto como lo terminé haciendo. De la nada, salió esta oportunidad de mudarme al Ecuador, junto a mis padres, y la decisión se tomó en cuestión de minutos, sin pensarlo dos veces, decidí, con 16 años en ese momento, emprender la travesía de mudarme a un nuevo país, con la mentalidad de que era la mejor decisión que podía tomar por el bien de mi futuro.

Llegué al Ecuador, y el proceso de inscripción en la universidad fue menos estricto de lo que pensaba. Yo estaba recién graduado del bachillerato y no tenía ninguno de los documentos que la universidad pedía, por lo menos no con los respectivos procesos que debía realizar en mi país, que por obvias razones, iban a tomar más del plazo dado por la universidad para conseguirlos. La UDLA fue flexible y decidió darme el plazo hasta el 28 de febrero del 2019, que irónicamente, entregué los documentos un día antes. Seis meses demoré esperando trámites en mi país. Así de complicado es hacer un proceso en un lugar con instituciones quebradas.

Con mi inscripción ya lista, me preparé para el comienzo del semestre, con mentalidad ganadora y sin haber asimilado aún que estaba en un nuevo país. Y justo en el primer día de clases fue que me di cuenta de que había un problema que quizás no había pensado antes. Los venezolanos tendemos a pensar que somos el centro del universo, que no importa a donde lleguemos, la gente siempre estará dispuesta a ayudarnos, a mostrar empatía, y eso no va a ocurrir. A veces a las personas simplemente no tienen interés en tu historia, a veces en países como el Ecuador, que no están acostumbrados a recibir migrantes, la mayoría de los venezolanos se lleva una mala experiencia porque hay personas que no tienen ningún tipo de simpatía ni de condescendencia hacia el migrante. Y a pesar de que eso es una decisión de cada quien, no es algo agradable en lo absoluto, viéndolo desde el lado “oprimido”. Y ojo, la falta de simpatía y/o empatía no es xenofobia, es un simple prejuicio o un total desinterés.

Poco a poco me iba dando cuenta de que quizás, fue todo muy rápido, de que el Samuel que apenas 40 días antes estaba en su fiesta de graduación con sus amigos en Venezuela, tomó una decisión apresurada sin haber tomado en cuenta qué podía pasar, y que había emigrado con la expectativa de recibir atención por ser inmigrante, y que al final a nadie le interesó. Terminé sintiéndome solo, y al aceptar que esa iba a ser mi realidad, decidí dedicar todo mi tiempo al estudio.

Poco a poco vi como esa chispa de persona alegre y optimista que solía tener se apagaba, me sentía amargado, pasaba demasiado tiempo solo, había perdido esa buena vida que tenía en Venezuela, mi grupo de amigos, y todo lo que construí en mi país. Todo por culpa de un dictador que arruinó a Venezuela. Y nunca busqué ayuda, nunca le pedí a nadie que me auxiliara, nunca esperé que esa fuera mi realidad, nunca esperé que, en un ambiente rodeado de futuros periodistas, a nadie le interesara mi historia, y eso me hizo entender que quizás, no es tan especial.

Al decidir priorizar el estudio tuve buenos resultados, un promedio de 9.4 sobre 10. La mejor calificación de todo el primer semestre de Periodismo en la UDLA y un largo proceso de aprendizaje y crecimiento personal, gracias a todos los buenos docentes con los que me encontré en el primer semestre. Pero ¿a qué costo? Al costo de perder mi vida en Venezuela, al costo de entrar en depresión y vivir con constante ansiedad en un nuevo país donde aún no he sabido adaptarme, al costo de sentir que se me ha olvidado lo que es hablarle a una persona sobre algo que no sea relacionado al estudio y al costo de entender que ya es muy tarde y estoy lo suficientemente enraizado en este país como para cambiar mi decisión. Por eso decido hacer este artículo y un video, porque a veces los venezolanos que emigramos con privilegios y en una mejor situación que la mayoría, tampoco nos salvamos del aislamiento social al que estamos expuestos.

Al final prefiero pensar que soy un afortunado, y que también he vivido cosas buenas en el Ecuador, y que era la decisión que tenía que tomar para priorizar mi futuro, que estar lejos de mi familia, de mis amigos y de la vida que tenia en Venezuela era lo que tenía que hacer, y a pesar de la no muy grata experiencia, no me arrepiento. Me hubiera gustado haber emigrado con otra mentalidad, no haber pensado que por ser venezolano la gente me iba a dar atención y no tener que soportar ese golpe de la realidad, que te dice que a veces tu historia no es tan importante como crees que lo es. Por ahora, me preparo para el segundo semestre en los próximos días, ansioso porque el cambio llegue al Ecuador y podamos convivir mejor como pueblos unidos que somos, y que llegue el cambio a mi país para poder al menos considerar esa opción de volver a la que es mi casa.

Más relacionadas