De Wall Street a Pekín

Hernán Pérez Loose

Guayaquil, Ecuador

Alguien podría señalar alguna obra pública construida por empresas chinas que no esté inmersa en algún escándalo de corrupción en nuestro país? ¿Hay alguna obra de infraestructura vial, hospitalaria o energética de interés público que esté libre de cuestionamientos por sus sobreprecios o mala calidad?

La construcción de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, señalada por el New York Times como un caso emblemático de corrupción en América Latina, así como la fórmula que impone China en las operaciones de preventa petroleras –donde Petroecuador renuncia a comercializar el crudo ecuatoriano directamente–, y que produce un perjuicio gigantesco al Ecuador en beneficio de inconfesables intereses de delincuentes nacionales y extranjeros, estos casos, decía, son dos de los más graves ejemplos de la corrupción de marca china.

Son los casos más burdos ciertamente; pero no los únicos. Detrás de esos miles de millones de dólares de la deuda con China, a diferencia de la que se contrae en Wall Street, existen condiciones perversas que se nos imponen: la mencionada venta anticipada del petróleo a pérdida, así como la contratación de empresas chinas a dedo para obras públicas pese a sus sobreprecios, mala calidad, negligencia ambiental y falta de transparencia. Con la complicidad de asaltantes ecuatorianos que viven tranquilamente en Coral Gables, Samborondón o Cumbayá.

El cuadro no podría ser más desolador. No solo por la colonización china del país y sobre la fuerza expansiva de su corrupción en nuestro tejido social. Lo más grave es la falta de reacción de nuestras élites, de la mayoría de sus políticos y líderes que han optado por guardar silencio ya sea por miedo, por interés o, lo más probable, porque han perdido todo gramo de dignidad nacional. Han convertido a nuestro país en una de sus haciendas donde compran a jueces, instituciones, asambleístas y políticos, y donde abusan de su gente para enriquecer sus bolsillos; para luego decirnos que son sacrificados patriotas o modernos empresarios.

No es una coincidencia que dos de las naciones más endeudadas con China –Argentina y Ecuador–, y que poseen una riqueza marina importante, sean asediadas por flotas pesqueras que operan al borde de su jurisdicción. La posición jurídica internacional del Ecuador es más sólida de lo que el Gobierno está dispuesto a decir. El principio de precaución, por ejemplo, ha sido aceptado por la jurisprudencia de La Haya como principio del derecho internacional consuetudinario, como bien lo señala la profesora María Amparo Albán. Lamentablemente nuestra dependencia de China y su alianza con las élites criollas es demasiado profunda. ¿Alguien en su sano juicio cree que China se cruzaría de brazos tímidamente si mañana una flota pesquera japonesa o californiana de 500 naves se instala a pocos metros de su jurisdicción para saquear indiscriminadamente todo lo que encuentre?

El capitalismo no tiene hoy rivales serios como sistema económico –un fenómeno histórico único–. De las dos versiones que compiten en el mundo, el capitalismo político de Pekín y el liberal de Wall Street, y que tan bien los analiza Branco Milanovic en su reciente libro Capitalism alone, el Ecuador está saboreando las consecuencias de entregarse al primero gracias a la mafia correísta. (O)

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