«Papi, yo les pregunté si nos iban a matar»

Por Martín Pallares

Lo que uno siente la segunda vez que a uno le encañonan con un arma en la cabeza y le amenazan de muerte parecer distinto a la primera. Al menos esa fue mi experiencia este sábado pasado.

Esa rabia gigantesca, esa frustración y esas ansias de venganza que sentí la primera vez esta vez fue se trocó en un desolador e indefenso ¿y cuándo será la próxima? Una pregunta que hace que vivir se convierta en un ejercicio cuesta arriba.

Esta vez todo fue más dramático y desgarrador, porque la víctima no era solo yo sino mis dos hijos y todo un grupo de amiguitos.

Ocurrió el sábado 22 de octubre un poco antes o un poco después de las ocho de la noche. Yo había llevado a mis hijos, Antonio de 11 y Rosario de 10 a la casa de sus primos que los habían invitado a pasar la noche. El plan incluía una fogata, seguramente marshmallows, pizza y algo de música. Llegué como a las 7 de la noche y los dejé junto a la fogata. Mi hermano y su esposa estaban fuera.

Aunque no estaba planificado decidí ir a visitar a mi mamá que está cumpliendo 82 años y que vive, sola, en una casa contigua separada únicamente por un jardín de centenarias palmeras y viejos árboles de aguacate.

Como la noche era oscura, baje una app a mi Iphone para tener linterna y poder llegar sin problemas hasta la casa de mamá. La visita era muy corta pues debía regresar a Quito porque mi esposa estaba en cama pasando una antipática gripe. La visita no duró más de 20 minutos. Mientras conversaba con ella, me llamó la atención un retrato suyo de juventud y le tomé una foto para ponerla en Instagram.

Me despedí de mi mamá pensando que esa noche dormiría encantada escuchando el ruidito de sus nietos alrededor de la fogata. Volví hasta la casa de mi hermano y mientras caminaba entre las palmeras coloqué la foto del retrato de mi mamá en Instagram y hasta pude ver en Twitter que había muerto Antonio Chenel Antoñete. Pensé en mi hijo Antonio a quien llamo amorosamente Antoñete, como homenaje de todos los días al gran torero fallecido poco antes en Madrid.

Mi idea era tomar mi carro y regresar de inmediato a Quito, pero vi que había dos vehículos obstaculizando la salida de la casa. Pensé que talvez los papás de uno de los amigos de mis sobrinos mayores los habían dejado ahí y, algo fastidiado por la demora, pensé en entrar a la casa para pedirles que me permitiesen sacar mi carro. Ese momento tres hombres armados y encapuchados que salían de la casa y que en un abrir y cerrar de ojos me tenían encañonado en la cabeza. Luego de quitarme el Iphone, mi reloj y las llaves del carro me llevaron a empujones hasta el cuarto de una de mis sobrinas. Allí yacían maniatados boca abajo unos contra el piso y otros en la cama el grupo de chicos a quienes había dejado felices minutos antes en la fogata. Ahí estaba mi Antoñete, Rosario, mis tres sobrinos y sus amigos. En total algo así como diez chicos con edades de entre 14 y 10. El corazón me dio un vuelco y sentí que no sería capaz de volver a respirar en mi vida.

Eran tres los que se encargaron de mí, me golpearon varias veces y me obligaron a tirarme en el piso. ¿De dónde venías cabrón? ¿Dinos qué hay allá al fondo? Mi terror a que vayan por mi mamá fue más fuerte que el miedo que me producía el saber que había al menos tres armas de dónde podría salir cualquier momento ese pum que he visto en películas. Aguanté las patadas y los golpes y no dije que allá al fondo vivía mi mamá y más bien les dije que había ido a visitar las cenizas de papá que descansan en un antiguo magnolio. En vano porque más tarde me enteré que fueron a su casa, que rompieron la puerta y que entraron a la sala. Por fortuna no ingresaron a su dormitorio donde veía una película de terror en la televisión.

«Por favor no le hagan nada al señor», escuché que decía con su voz de pajarito mi Rosario del alma utilizando el impersonal «señor» en lugar del cotidiano «papi» seguramente para resguardar mi identidad. Qué se yo. Lo único que calmaba mi angustia era ver cómo esos diez chicos reaccionaban de forma tan serena, aplomada e inteligente. Hasta se daban modos de conversar con sus agresores lo que reducía su agresividad.

Escuchamos como hurgaban en toda la casa y cómo la alarma de mi carro se activó, seguramente cuando intentaron llevárselo. Cosa rara, nunca ponga alarma y jamás cierro sus puertas en esa casa ni en la de mi mamá.

Debieron pasar uno 25 minutos antes que el silencio y la obscuridad se apoderen de todo. Cuando sentimos que se habían ido, fui hasta la cocina, tomé un cuchillo y me dediqué a cortar los cordones de zapatos con los que habían maniatado a los niños. Todos lucían bien y poco a poco empezaron a liberar los llantos que con tanto coraje habían guardado. Esa noche les había cambiado la vida. Tan temprano en sus vidas y no creo que para mejor.

«Papi yo les pregunté si nos iban a matar y me dijeron que no», me dijo Rosario mientras me secaba la sangre que tenía en la nariz y volvíamos a casa.

* Martín Pallares es el editor multimedia del diario El Comercio. Este texto ha sido publicado originalmente en su columna «Desde las tranqueras».

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36 Comments

  1. Y QUE DIRÁN LOS SINVERGUENZAS ROBOLUCIONARIOS: » LA VIOLENCIA ES UNA PERCEPCIÓN», Amigo Pallares, Dios los protegía, siga adelante.

  2. LAMENTO MUCHO SU TRÁGICA EXPERIENCIA.  ME SOLIDARIZO CON USTED Y SU FAMILIA.  Mientras, los robolucionarios persisten hacer leyes para perseguir a opositores, en lugar de ocuparse de la ciudadanía en general.  Pero claro, para ellos usted es sólo estadística; además se nota que usted tiene posibilidades económicas.  Para ellos usted es pelucón y los pobres «supuestos» delincuentes roban para poder sobrevivir por falta de oportunidades en este país que ya es de todos. . . los delincuentes. 

  3. LAMENTO MUCHO SU TRÁGICA EXPERIENCIA.  ME SOLIDARIZO CON USTED Y SU FAMILIA.  Mientras, los robolucionarios persisten hacer leyes para perseguir a opositores, en lugar de ocuparse de la ciudadanía en general.  Pero claro, para ellos usted es sólo estadística; además se nota que usted tiene posibilidades económicas.  Para ellos usted es pelucón y los pobres «supuestos» delincuentes roban para poder sobrevivir por falta de oportunidades en este país que ya es de todos. . . los delincuentes. 

  4. Estimado Martín: 
    Me solidarizo con su angustia. Vivimos en un país de percepciones, de amnistías, fanatismos y polarizaciones.  Hoy no cabe ningún comentario político… hoy necesitamos reflexión, ojalá el insulto hoy, solo hoy se cambie por la solidaridad.  Tengo miedo por mis hijos… por mi familia, por mi barrio. «Divide y vencerás» reza el dicho… No deberíamos estar tan divididos los ecuatorianos.  Deberíamos unirnos hoy, solo hoy, para exigir seguridad, paz y tranquilidad.  Reciba Sr. Pallares un fraterno saludo.

  5. Martín, mi solidaridad para con usted y su familia, es increíble como afecta a nuestra vida la agresión que sufren nuestros hijos, que ya ni en sus propias casas pueden estar seguros, a donde va nuestro en otra hora tranquilo país, vertiginosamente estamos caminando hacia el miedo y estar indefensos ante la agresividad de la delincuencia, ya no hay cárceles en donde meter a tanto delincuente. 

  6. Martín, mi solidaridad para con usted y su familia, es increíble como afecta a nuestra vida la agresión que sufren nuestros hijos, que ya ni en sus propias casas pueden estar seguros, a donde va nuestro en otra hora tranquilo país, vertiginosamente estamos caminando hacia el miedo y estar indefensos ante la agresividad de la delincuencia, ya no hay cárceles en donde meter a tanto delincuente. 

  7. Muy interesante…Fogata, parrilla, pizza, música, un jardín de hermosos àrboles, un lugar a cierta distancia de Quito. Luego vienen Instagram, app, Iphone y el infallable twitter. Y entonces…toc, toc, despertar: tres asaltantes armados. Terror, miedo, súplicas, los chicos amarrados en el suelo, los golpes y los insultos. Pero todo terminó muy bien, ni muertos ni heridas mayores. Unos cuantos artefactos perdidos. Ah, y el coraje de aguantarse el llanto hasta que los malos se fueran.
    Pasó algo o no pasó nada?, es grave o no lo que le sucedió al Sr Pallares ?. A quién llamamos para que nos auxilie ?, al gobierno, la policía ?. Nos contentamos con quejarnos y suplicar a la autoridad. Y corremos a poner cercas eléctricas, cámaras, botones de pánico y alarmas de todo tipo. Ya no sirven los buenos perros de antaño. Los delincuentes leen estas lamentaciones y se ríen, saben que los ciudadanos a lo sumo suplicarán que no los maten. Resultado: más delincuencia. No les importan las camaritas, y las cárceles son sitios de descanso, reclutamiento, planificación y comando.

  8. Esta espeluznante vivencia de Martín nos demuestra que, en nuestro país, los delincuentes ni siquiera se dan el trabajo de planear un atraco.  Simplemente pasan por un sitio y eligen al azar las víctimas; «algo ha de haber para robar»; el que menos tiene un celular, un poco de dinero, laptop.  Con unos 5 asaltos de ese tipo  por día los maleantes cubren su cuota.  Y saben que, en el peor de los casos, los atrapen y salgan en 24 horas porque las aterrorizadas víctimas no pondrán la denuncia. 
       Lo único que podemos hacer es pedir a Dios que no nos toque a nosotros y lamentar lo ocurrido con honrados compatriotas, víctimas de la imparable delincuencia..

  9. Esta espeluznante vivencia de Martín nos demuestra que, en nuestro país, los delincuentes ni siquiera se dan el trabajo de planear un atraco.  Simplemente pasan por un sitio y eligen al azar las víctimas; «algo ha de haber para robar»; el que menos tiene un celular, un poco de dinero, laptop.  Con unos 5 asaltos de ese tipo  por día los maleantes cubren su cuota.  Y saben que, en el peor de los casos, los atrapen y salgan en 24 horas porque las aterrorizadas víctimas no pondrán la denuncia. 
       Lo único que podemos hacer es pedir a Dios que no nos toque a nosotros y lamentar lo ocurrido con honrados compatriotas, víctimas de la imparable delincuencia..

  10. Esta espeluznante vivencia de Martín nos demuestra que, en nuestro país, los delincuentes ni siquiera se dan el trabajo de planear un atraco.  Simplemente pasan por un sitio y eligen al azar las víctimas; «algo ha de haber para robar»; el que menos tiene un celular, un poco de dinero, laptop.  Con unos 5 asaltos de ese tipo  por día los maleantes cubren su cuota.  Y saben que, en el peor de los casos, los atrapen y salgan en 24 horas porque las aterrorizadas víctimas no pondrán la denuncia. 
       Lo único que podemos hacer es pedir a Dios que no nos toque a nosotros y lamentar lo ocurrido con honrados compatriotas, víctimas de la imparable delincuencia..

        • Ningún pesimismo. Hay que continuar la vida sin esconderse . O nos convertimos en ratones asustados. En verdad para algunos ser un ratón asustado, y encima quejoso, es lo único que queda. Es la mentalidad sensiblera que nos hemos tragado los últimos 30 años: vamos de blanco los viernes, etc. De blanco?, de blanco para los delincuentes de seguro. Si no se lucha, cómo se espera detener, peor derrotar a los criminales?. Ah ya se, los policías, los militares, ellos que maten y mueran por nosotros, pero que respeten los derechos humanos y sobre todo que no se carguen el país entero. Ve Ud lo mojigato que es todo esto? . El asunto de la delincuencia es de fondo y tomará tiempo que eso cambie. Mientras tanto qué. No espero que otro me cuide como si yo fuera un bebe, o un inválido. Entonces: debemos estar atentos, no soñando en el cyberespacio y en la tarjeta de crédito. Atentos , preparados y debidamente equipados. No veo otra fórmula

        • Ningún pesimismo. Hay que continuar la vida sin esconderse . O nos convertimos en ratones asustados. En verdad para algunos ser un ratón asustado, y encima quejoso, es lo único que queda. Es la mentalidad sensiblera que nos hemos tragado los últimos 30 años: vamos de blanco los viernes, etc. De blanco?, de blanco para los delincuentes de seguro. Si no se lucha, cómo se espera detener, peor derrotar a los criminales?. Ah ya se, los policías, los militares, ellos que maten y mueran por nosotros, pero que respeten los derechos humanos y sobre todo que no se carguen el país entero. Ve Ud lo mojigato que es todo esto? . El asunto de la delincuencia es de fondo y tomará tiempo que eso cambie. Mientras tanto qué. No espero que otro me cuide como si yo fuera un bebe, o un inválido. Entonces: debemos estar atentos, no soñando en el cyberespacio y en la tarjeta de crédito. Atentos , preparados y debidamente equipados. No veo otra fórmula

        • Ningún pesimismo. Hay que continuar la vida sin esconderse . O nos convertimos en ratones asustados. En verdad para algunos ser un ratón asustado, y encima quejoso, es lo único que queda. Es la mentalidad sensiblera que nos hemos tragado los últimos 30 años: vamos de blanco los viernes, etc. De blanco?, de blanco para los delincuentes de seguro. Si no se lucha, cómo se espera detener, peor derrotar a los criminales?. Ah ya se, los policías, los militares, ellos que maten y mueran por nosotros, pero que respeten los derechos humanos y sobre todo que no se carguen el país entero. Ve Ud lo mojigato que es todo esto? . El asunto de la delincuencia es de fondo y tomará tiempo que eso cambie. Mientras tanto qué. No espero que otro me cuide como si yo fuera un bebe, o un inválido. Entonces: debemos estar atentos, no soñando en el cyberespacio y en la tarjeta de crédito. Atentos , preparados y debidamente equipados. No veo otra fórmula

  11. Esta espeluznante vivencia de Martín nos demuestra que, en nuestro país, los delincuentes ni siquiera se dan el trabajo de planear un atraco.  Simplemente pasan por un sitio y eligen al azar las víctimas; «algo ha de haber para robar»; el que menos tiene un celular, un poco de dinero, laptop.  Con unos 5 asaltos de ese tipo  por día los maleantes cubren su cuota.  Y saben que, en el peor de los casos, los atrapen y salgan en 24 horas porque las aterrorizadas víctimas no pondrán la denuncia. 
       Lo único que podemos hacer es pedir a Dios que no nos toque a nosotros y lamentar lo ocurrido con honrados compatriotas, víctimas de la imparable delincuencia..

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