‘Labranza oculta’ llega a la pantalla del ochoymedio

Labranza oculta cuenta la historia de los albañiles que reconstruyen una  casa colonial en el Centro Histórico de Quito. Gabriela Calvache, su directora, pone en primer plano a los otros, los que nunca llevan el mérito, los que no se conocen, y sin embargo, son quienes han construido la historia.

El documental, que cuenta la vida y el trabajo de Segundo Caiza, Luis Cando, Felipe Chilli, Luis Gustavo Túquerres y Julio Ambas, se estrenará mañana y estará en cartelera hasta el 18 de diciembre en el cine Ochoymedio.

Esta es la versión de la historia contada por Calvache, quien está consciente de que hay al menos una decena más… publicó El Comercio. Pero el documental ‘Labranza oculta’ es la manera que encontró Gabriela Calvache para hablar de lo que poco o nada se habla, de esos seres casi invisibles que se han encargado de levantar esta ciudad y que en una sociedad “clasista y racista”, injusta, como la ecuatoriana se vuelven casi invisibles.

La restauración de la Casa del Alabado (hoy convertida en el Museo de Arte Precolombino) fue el pretexto para adentrarse en esas otras historias; para encontrar nuevas voces que cuenten cómo se revive de las ruinas una casa. Y en ese empeño descubrió también sueños, vidas, ilusiones, talentos varios… en fin: personas.

‘Labranza oculta’ es un documental clásico, no está en la línea intimista de las también cineastas ecuatorianas María Fernanda Restrepo en ‘Con mi corazón en Yambo’, o Carla Valencia en ‘Abuelos’. En ‘Labranza…’, Calvache es la voz en off que guía al espectador por la historia, que también es de corte más bien lineal. Esta puesta en escena que evita las complejidades estéticas o conceptuales tiene un propósito: “Quería que fuera más accesible para una mayor cantidad de público y que fuese fácil de ver en televisión porque me interesa que tenga público”, cuenta.

Simplicidad es una palabra que define al filme; lo cual no le resta ni belleza estética (la fotografía, también a cargo de Calvache, es impecable) ni poesía, sino que, por el contrario, aporta a la intención narrativa. Precisamente es desde la sencillez donde la directora da fuerza a su estética.

Una de las escenas que mejor logra transmitir ese mundo oculto en el que viven los albañiles es aquella en la cual el maestro mayor de la obra, Julio Ambas, juega el papel de convidado de piedra en la reunión de los arquitectos. Un conjunto de tomas tan precisas como poéticas, muestran sin una sola palabra eso que para la mayoría es normal: la invisibilidad del que está por debajo en las escalas socioeconómicas. La situación no da para lástimas sino para reflexionar; es una suerte de espejo, y no es complaciente.

La minuciosidad con la cual se juntan ciertas partes en el documental no es casual; Calvache pasó mucho tiempo visitando la casa, durante los cinco años que duró la reconstrucción. Y esa familiaridad con el lugar se nota. El primer año, casi no cruzó palabra con quienes después serían los protagonistas de su largometraje. “Llegar a ser su amiga me tomó tiempo. Para mí era difícil abordarles y para ellos también abordarme a mí. Siempre fui con la cámara, pero no siempre fue fácil grabar, porque cuando los veía incómodos yo no la prendía”.

Pero en el filme no se ve nada de eso, se ven únicamente la frescura y la autenticidad del ‘Tomasa’, el ‘Cuy’, el ‘Cuso’, el ‘Chiquilla’, el ‘Guachimán’ o el ‘Chaupi’ (apodos de algunos de los albañiles que aparecen en pantalla), que hablan de sí mismos y de la casa, con la que llegan, de algún modo, a encariñarse.

Gracias a la cámara, y a la curiosidad, de Calvache el público se entera de que Luis Cando, el oficial, no quiere ser albañil toda la vida, por eso estudia; o se contagia del humor inteligente de Felipe Chulli, quien ahora está especializado en restauraciones.

El acierto de ‘Labranza…’ es abrir la posibilidad de escuchar varias voces alrededor de un hecho; igual que propone la escritora nigeriana Chimamanda Adichie, Calvache no se queda con un sola versión de las cosas. No lo hizo ni piensa hacerlo porque encontrarle el otro lado a todo es una especie de ley de vida para ella, y está consciente de que la suya es solo una versión de lo que pasó en esa casa; una versión que quiere compartir, a partir de mañana, con la mayor cantidad de gente, en el Ocho y Medio, de Quito.

Sobre el documental

‘Labranza oculta’

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