El año que vivimos indignados

Editorial del diario El Tiempo
Bogotá, Colombia

En cinco días finaliza el 2011, año que será recordado por la rabia ciudadana. En todas las latitudes del planeta, millones de personas salieron a las plazas centrales y avenidas principales a protestar contra los gobiernos de turno, sean longevas dictaduras o democracias en funcionamiento. Las señales televisivas y las redes de Internet se mantuvieron copadas de imágenes en vivo de enfrentamientos entre manifestantes encapuchados y policías antimotines.

Durante las cuatro estaciones del año, en algún lugar del mundo una plaza estaba tomada o una marcha se organizaba. Por esta misma época, hace doce meses, Túnez empezaba a sentir las repercusiones de un acto que literalmente encendería los reclamos por apertura democrática en el Magreb: Mohamed Bouazizi, vendedor ambulante de frutas y verduras, se prendió fuego a sí mismo tras sufrir el acoso de una policía y la confiscación de sus productos. Este singular hecho, acaecido en el pueblo de Sidi Bouzid, desataría una serie de protestas callejeras en los países árabes.

La llamada ‘primavera árabe’ surgió con los tunecinos y después se contagiaron los egipcios, libios, sirios, jordanos, marroquíes, yemenitas, bahreiníes y omanitas. Además del cambio de régimen en Túnez, las movilizaciones tumbaron al dictador Hosni Mubarak, en El Cairo, y desembocaron en la guerra civil contra otro líder autoritario, Muamar Gadafi, en Trípoli. Aunque las flores de la primavera del 2011 ya se marchitaron, las peticiones por mayor democracia en Egipto continúan hoy en la plaza Liberación.

Poco antes del verano, el 15 de mayo, una red de organizaciones civiles coordinó manifestaciones en varias ciudades españolas contra la crisis económica y la dirigencia política. Después, varias personas se tomarían la emblemática Plaza del Sol en Madrid, dando inicio al movimiento de los ‘indignados’. Las protestas ibéricas se replicarían en las calles de Atenas, donde los griegos rechazaban las duras medidas económicas.

Del calor madrileño la ‘indignación’ ciudadana pasaría al centro geográfico de las finanzas globales: Wall Street, en Nueva York. Siguiendo la convocatoria de una revista alternativa, cientos de personas se tomaron esa zona del Bajo Manhattan el pasado 17 de septiembre. Ese movimiento cívico convertiría el verbo «ocupar» en una acción de protesta, simple y replicable, que se repetiría durante el otoño por varias ciudades de Estados Unidos. En Chile y en nuestro país, manifestaciones estudiantiles se sumaron a este ambiente de descontento.

El agitado año termina con los reclamos invernales en uno de los países donde esta estación golpea más severamente: Rusia. Si bien los movimientos tienen muchas diferencias de origen, grado de organización y tipo de exigencias, la interconexión y los mecanismos de convocatoria, así como el activismo en línea, son similares desde Egipto hasta Rusia y desde Los Ángeles hasta Nueva Delhi. Aún es pronto para determinar si el 2011 será el año cero que inaugure el inicio de una transformación política y económica más profunda, como en mayo del 68. Lo cierto es que una nueva generación ya estrenó el Internet, las redes sociales y la conectividad digital como herramientas útiles en el despertar y la canalización de los malestares colectivos.

Muchos otros hechos de trascendencia sucedieron en el 2011, como la muerte de Osama Ben Laden, el regreso del temor nuclear con la planta japonesa de Fukushima y la crisis de la Unión Europea. Sin embargo, este año será recordado como el tiempo en que las plazas se ocuparon de rabiosos manifestantes contra el poder y las finanzas a punta de mensajes de texto y llamados en las redes sociales.