Una joyita de ministro

Por Mauricio Vargas
Bogotá, Colombia

No lo afirman los uribistas, ni la oposición venezolana, ni un deslenguado militar colombiano. Lo revela, con lujo de detalles, uno de los diarios más prestigiosos del planeta: The New York Times. Asegura, desde hace un par de años, que el general Henry Rangel Silva trabajó de la mano del comandante de las Farc ‘Iván Márquez’, para que el grupo terrorista pudiese comprar en Venezuela fusiles, radios y misiles tierra-aire, de esos que les permitirían a los guerrilleros tumbar aviones y helicópteros. Si los hubieran conseguido -parece que el negocio al final falló- los bombardeos a ‘Jojoy’ y a ‘Cano’ habrían fracasado y ellos estarían vivos.

El papel de Rangel Silva consistió, según el diario, en proporcionar documentos de identidad falsos tanto a miembros de las Farc como a traficantes de armas, para facilitar el negocio en el vecino país. Según el periódico, la operación se iba a realizar a orillas del río Negro, en el estado venezolano de Amazonas. El New York Times -que no es precisamente un diario de derecha ni una publicación al servicio de la CIA, a la que le ha destapado varios escándalos- se basa en un mensaje escrito por ‘Iván Márquez’, que complementa con algunos correos electrónicos de ‘Raúl Reyes’, todos ellos en poder de la inteligencia estadounidense, y que dan detalles sobre la compra de armas y el papel de Rangel Silva.

Pero hay más. En septiembre del 2008, el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos ordenó congelar cualquier cuenta bancaria o bienes que Rangel Silva pudiese poseer en ese país. ¿El motivo? Esa agencia del gobierno de Barack Obama tiene evidencias de que el militar ha apoyado materialmente a las Farc en sus operaciones de narcotráfico. En el 2011, cuando aumentaban los rumores sobre el cáncer que sufría el teniente coronel, Rangel Silva aseguró que las FF. AA. estaban «casadas con el proyecto político socialista» de Chávez, y dejó en claro que no permitirían un eventual gobierno de la oposición. Por esa razón, y porque fue su leal compañero en el fallido golpe de Estado de febrero de 1992, el mandatario venezolano decidió nombrar, la semana pasada, a semejante joyita como su nuevo ministro de Defensa.

Un premio a la lealtad a toda prueba, en momentos en que la enfermedad de Chávez genera inquietud en sus huestes. Inquietud y divisiones. Este fin de semana, el semanario The Economist aseguró que hay un pulso entre los chavistas y que lo están ganando los militares y los negociantes, los llamados ‘boliburgueses’ o ‘boligarcas’. Y que el gran perdedor es el canciller Nicolás Maduro, el gran amigo de Colombia, a quien Chávez -según acaba de sugerir en declaraciones públicas- va a mandar como candidato a gobernador de Carabobo.

El teniente coronel ya consiguió los acuerdos comerciales con el presidente Juan Manuel Santos, que le garantizan un abastecimiento fundamental de víveres este año, para evitar que la campaña electoral con miras a las presidenciales de octubre se dé en medio de la escasez. Y el pago a tanta amabilidad, confianza y generosidad del gobierno colombiano es nombrar Ministro de Defensa a quien está señalado como el gran socio de las Farc, el hombre clave de sus intentos de comprar misiles tierra-aire y de sus negocios de narcotráfico.

Ni Santos ni la canciller María Ángela Holguín van a decir nada. Su apuesta ha sido esa, la del apaciguamiento, la misma que trataron de usar contra Hitler el inglés Neville Chamberlain y el francés Édouard Daladier, con la esperanza de que el líder nazi no expandiera más sus fronteras en Europa. Un año después, Hitler invadió Polonia. Guardadas las proporciones, Chávez apenas esperó unas semanas: tras la firma de los acuerdos comerciales con Santos, nombró como Mindefensa al mayor enemigo que Colombia tiene en la cúpula chavista.

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