El escritor Max Frisch en una exposición en Berlín

 

Las opiniones de lectores, manuscritos, entrevistas con grandes de la literatura alemana y una vitrina con sus gafas y pipas forman parte de la gran exposición -presentada hoy en la Academia de las Artes de Berlín– que invita a redescubrir al escritor suizo Max Frisch.

En alguna parte de la sala se escucha el ruido de una máquina de escribir que revela que hay un obseso que escribe algo con un solo dedo. El sonido, en realidad, viene de muy lejos y hoy es sólo un recuerdo de la forma de trabajar de Frisch.

El ruido monótono de la máquina de escribir iba dando nacimiento a textos que Frisch reescribía una y otra vez hasta que tenía que parar en su deseo de perfección, cuando los libros ya estaban en las librerías y no le quedaba más remedio que dejarlos como habían quedado.

Una de las frases más famosas de la obra de Frisch -Yo no soy Stiller- la introdujo el escritor al corregir las pruebas de imprenta. De algunas obras se conocen hasta cinco variantes distintas del comienzo.

Tal es el caso de la narración «El hombre aparece en el holoceno», cuyas variantes forman parte de la exposición que presentó hoy la Academia de las Artes y de la que el ruido de la máquina de escribir es una especie de música de fondo.

Frisch, como lo explicó en la conferencia de prensa inaugural Jörg Fessmann, de la Academia de las Artes, sigue siendo uno de los autores más leídos de la lengua alemana. El año pasado su novela «Homo Faber» -que está traducida a cincuenta idiomas- vendió cinco millones de ejemplares.

 

Una de las ideas centrales de la exposición, concebida por la Fundación Max Frisch en Zürich y ampliada en Berlín con diversos elementos, es tratar de dar una visión del escritor a través de sus lectores.

«Hemos decidido montar parte de la exposición a partir de la perspectiva de los lectores», dijo la comisaria Annemaria Hürlimann.

Para ello, se realizaron una serie de entrevistas con lectores de diversas edades, procedencias y profesiones que se puedan escuchar en una serie de estaciones de vídeo que hay a lo largo de la exposición.

Por el camino, el visitante encuentra lectores jóvenes que dicen haber encontrado en los libros de Frisch sensaciones que desde hace tiempo querían expresar y otros que optaron por presentar objeción de conciencia a la hora de prestar el servicio militar, motivados por los libros de Frisch, pero también se oyen alumnos de colegio que dice que no se imaginan volver a leer al escritor suizo.

Hürlimann calcula que hacer un recorrido completo de la exposición, deteniéndose en cada una de las estaciones, tomaría una seis horas. «Es claro que eso es demasiado -explicó luego- por eso lo que queremos es que cada uno vaya haciendo una selección y se vaya formando su imagen de Max Frisch».

En otras estaciones se escuchan voces de figuras de la literatura alemana, entre ellos las de Günter Grass y Christa Wolf, o del cine, como la del director Volker Schlöndorff que llevó a la pantalla «Homo Faber» poco antes de la muerte de Frisch en 1991.

Al lado de la perspectiva de los lectores, se encuentran también elementos que reflejan la forma de trabajo de Frisch -el sonido de la máquina de escribir sale de ahí- y algunas páginas del todavía inédito diario berlinés.

Peter von Matt, presidente de la Fundación Max Frisch, explicó que el diario berlinés pertenece a una serie de manuscritos que el escritor dejó sellados y pidió que no se abrieran sino 20 años después de su muerte.

Desde abril del año pasado, el consejo de la Fundación estudio el diario berlinés y llegó a la conclusión de que no podía publicarse en totalidad debido al respeto a la esfera privada de diversas personas.

Lo que se muestra es una veintena de páginas, escritas a máquina, en las que se da cuenta de encuentros con personajes de la vida literaria alemana, a ambos lados del muro de Berlín.

La primera página del diario describe la sensación de vacío de Frisch al llegar a la ciudad dividida con calles que «no llevan hacia ningún centro» y en la que se hacían esfuerzos para no quedar al margen de la historia.EFE

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1 Comment

  1. Sólo en una democracia liberal puede haber exposiciones de figuras controversiales de todo género y color. Los moralismos socialistas o islámicos no lo permiten.

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