La línea roja

Por Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

El cierre del estrecho de Ormuz por parte de Irán constituiría, según declaraciones del Gobierno estadounidense, el traspaso de la línea roja que separa la paz de la guerra en esa región. Durante la semana pasada de muy fuertes tensiones por las declaraciones de ambos países y por los movimientos militares, sumado al asesinato de un científico nuclear iraní, no se llegó, sin embargo, a traspasar dicha línea.

Las razones son varias, incluida la cantidad de actores que intervienen. El embajador mexicano Gustavo Martínez Corbalá publicó el día de ayer en La Jornada otras de estas razones que impiden, contra el título del artículo, el desencadenamiento del conflicto. Por cierto, Martínez Corbalá es un hombre de todo respeto y un diplomático ejemplar. Mientras ejerció el cargo de embajador de México en Chile le tocó asumir la responsabilidad, en los días primeros y más violentos del golpe de Estado de Pinochet en 1973, de acoger -fiel a los principios de la política exterior mexicana- en la residencia de la Embajada a los perseguidos políticos que huían para salvar su vida, lo que hizo con entereza y sin declaraciones vocingleras.

El análisis de Martínez Corbalá no concluye que la guerra esté «ad portas», como escriben otros colegas suyos en el mismo periódico, repitiendo viejos guiones sobre las prácticas belicistas del imperialismo que les llevan a lamentar incluso la caída de sátrapas en el Oriente Medio. El cierre del estrecho de Ormuz sería también un suicidio para Irán: su ya asfixiante situación económica y política se complicaría aún más. No hay que olvidar que su calidad de proveedor de petróleo a la China, Rusia y el Japón sobre todo, le ha protegido hasta ahora de la aplicación de sanciones pedidas por los EEUU en el Consejo de Seguridad. Sin petróleo y sin gas, Irán quedaría librado a su suerte sobre todo con clientes pragmáticos como la China.

Pero tampoco los EEUU pueden iniciar unilateralmente una ofensiva en los momentos en que acaba de retirarse de Iraq y no hay progresos en Afganistán. La situación de la Unión Europea con la tremenda crisis económica que arrastra no es la misma de la de los días de George W. Bush y su funesta intervención en Iraq. Los mismos EEUU tienen problemas económicos. Contribuyó más bien a la distensión el acuerdo de la semana pasada de una línea de comunicación directa entre el presidente Obama y el ayotalá Alí Jamenei mientras el presidente Ahmadinejad se encontraba de viaje por países de Centro y Sudamérica. Es posible que la Administración Obama esté siguiendo el sabio consejo de Anthony Cordesman en un oficio de 1997: «Los EEUU viven en un mundo moralmente gris y no conseguirán convertirlo en un mundo blanco y negro».

Naturalmente, hay que contar con el azar o con los intereses bélicos de algún sector. «Alguna tontería en los Balcanes provocará la próxima guerra», predijo Bismarck 40 años antes de la Gran Guerra. Obama tiene la presión de Israel, que desconfía de Irán. El problema pasa ahora del estrecho de Ormuz a donde empezó: la discusión sobre el uranio enriquecido.

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