Mujeres

Por Bernardo Tobar Carrión
Quito, Ecuador

Desafortunadas referencias a la minifalda han puesto en evidencia que la equidad de género fue otra carnada más de una revolución de garantías de papel, anzuelo de popular enganche, etiqueta para el mercadeo de esa Constitución de paja, que maquilló la falta de sustancia con esos colores vulgares y lingüísticamente afrentosos del ellas y ellos, todas y todos, presidenta y presidente. La respuesta feminista es, sin embargo, poco femenina, sin mucha imaginación, atrapada en el paradigma de la igualdad y por lo tanto en esa limitada intersección, puramente legal y utilitaria, donde se cruzan mundos, vocaciones y dimensiones tan distintos como los de la mujer y el hombre.

Aquí las mujeres, a diferencia de lo que sucede en Irán, no caminan detrás de los hombres ni esconden bajo túnicas su condición de servidumbre; aquí van por delante y llevan la iniciativa, ocasionalmente para mal, como le sucedió a Adán, y las más de las veces para bien. Pero ¡vaya que la llevan!, incluso con la inteligencia que permita al hombre, de autoestima más frágil y propensión al complejo más frecuente que la del sexo opuesto, sentir que preserva los pantalones.

Porque machistas y feministas se limitan a ver las caras opuestas de la misma moneda del prejuicio: aquellos, por no pensar más que en lo que oculta la minifalda; y estos, por perder de vista lo que descubre. Que la belleza es un don, y si las mujeres la exhiben no es para que los hombres se hagan los idiotas, fingiendo no ver nada, o escamoteen con mojigatería lo que debe ser galante correspondencia, si lo permiten las circunstancias, sin merecer por ello el estribillo del objeto sexual. Ni las mujeres dejan de tener alma y cerebro por alojarlos bajo la atracción de su piel, ni los hombres piensan con la bisectriz por notarlo.

Sí, soy profundo admirador de la mujer, en todos sus aspectos. Jesucristo elevó a María a la condición de madre de Dios, y a instancias de ella realizó su primer milagro en las Bodas de Caná. También puso las cosas en su sitio perdonando a la mujer adúltera -condenada a muerte por los ayatollahs-: «el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra…», sentencia que apunta la corresponsabilidad de los varoncitos en el desorden pasional. Fueron mujeres quienes acompañaron en todo momento a Jesús en su calvario, y también las primeras en ir al sepulcro, en tanto que Judas lo traicionaba, Pedro le negaba tres veces, otros se desbandaban y Tomás, ante la noticia de la resurrección, exigía ver para creer. Pruebas de fidelidad, visión y fortaleza del mal llamado sexo débil. Siempre hay verdad detrás de la belleza.

La cultura occidental -de la que reniega nuestra soberana diplomacia-, modelada en mucho por la tradición cristiana, mira a la mujer como la roca sobre la que se edifica la familia, y por lo tanto cimiento moral de la sociedad; no puedo pensar en un rol más trascendental y preeminente para un ser humano, que el feminismo reivindica poco de tanto enfocarse en hallarle lugares comunes con el hombre, y Carondelet ha abofeteado haciéndole honores a Ahmadinejad.

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1 Comment

  1. Tiene usted razón, el presidente Correa con un par de frases, ha desvalorizado (incluso con morbo) por completo la representación de la mujer en su gobierno, lamentable en verdad, puesto que sin duda alguna era uno de los pocos puntos rescatables de su administración.

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