La prensa en su laberinto

Por Bernardo Tobar
Quito, Ecuador

¿Qué lecciones le deja a la prensa esta guerra sin tregua que ocupa gran parte de la agenda gubernamental? ¿No fue el periodismo el más seducido por los reclamos publicitarios de la revolución ciudadana en sus inicios? ¿No era predecible que el discurso ensimismado de Alianza País, que ya en campaña mostró sus pretensiones escolásticas, su desdén hacia el pensamiento divergente, su dogma antiliberal, terminara decantándose contra la libertad de expresión? ¿No es paradójico que de las izquierdas, que han nutrido en su mayoría las filas de la comunicación social, surgieran las mordazas? ¿Son estos movimientos, autoproclamados progresistas, tan defensores de las libertades como presumen?

Porque el afán de controlarlo todo, de expandir los tentáculos estatales, la duda sistemática sobre lo privado, no es una desviación del proyecto original, sino la confirmación del guión esencial de Montecristi, que pudo pasar inadvertido al votante promedio, pero cuya candorosa adhesión resultó inexplicable en buena parte de la prensa, tan desconfiada por oficio, tan placeada en los mentideros políticos, tan rebelde por vocación. El menosprecio de las libertades individuales en beneficio de los derechos colectivos, la inversión de la persona humana a la posición de siervo de la Pachamama, la acumulación de condicionamientos a las libertades económicas, el hiperpresidencialismo en desmedro de la independencia de funciones, el designio de una ley para restringir la comunicación, la ruptura misma del estado de derecho desde la proclamación y ejercicio desbordado de los plenos poderes, son todas ejecutorias de los constituyentes, los mismos que hoy fungen de oposición e intentan ser alternativa «democrática».

La prensa -y con ella la población civil común y silvestre- es hoy víctima de su propio caldo de cultivo. El imaginario popular fue condimentado largamente en casi todas las tribunas de información y opinión con indiscriminado prejuicio contra todas las instituciones políticas, las élites y el mercado. No importa ya si esto era exacto, distorsionado o fruto de la exageración con que los ecuatorianos hablamos tan mal de nosotros mismos, pues la percepción superó la realidad, la mesa quedó servida para la revolución ciudadana y Correa apenas dio el tiro de gracia a las instituciones y estamentos de la sociedad ya sentenciados por los medios; y etiquetó las lápidas: pelucones, larga noche neoliberal, partidocracia corrupta, momias cocteleras. Y le llegó -ironías de la política- el turno a la prensa: «sicarios de tinta».

La prensa no asoció el parentesco entre la libertad económica y la de expresión; le dio tribuna excesiva a quienes hoy le han dado la espalda, esto es los denominados movimientos sociales -artífices de Montecristi-, en desmedro del ciudadano común y del emprendedor exitoso, sin apellido comunitario ni alcurnia étnico-ancestral. Los derechos individuales siempre aparecieron en páginas internas y letra chiquita, reflejo del poco peso que tienen en nuestra cultura estado-centrista, heredera del vasallaje colonial, que recibió confirmación formal en Ciudad Alfaro.

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1 Comment

  1. La cuestión es que a los emprendedores y empresarios, a los líderes de un pensamientos liberal , les hace falta una consideración humanitaria básica. Empleo, educación, tiempo libre, atención de salud, vivienda, pequeña propiedad, cosas así, que no necesitan de una política estatista dogmática y represiva para ser asumidas en un gobierno sensato.

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