La revolución ciudadana llega a París

Por Andrés López Rivera
Lyon, Francia

París, Plaza de la Bastilla, 18 de marzo. Jean-Luc Mélenchon, candidato a la presidencia de Francia, pronuncia un discurso multitudinario en el que declara: “Nos hemos congregado porque vamos a hacer de esta elección una insurrección cívica que va, habiéndonos dado primero cita en las urnas, a comenzar ese día la revolución ciudadana”. El candidato del Frente de Izquierda, es la revelación de las elecciones presidenciales francesas. Su principal fuente de inspiración: América latina y en particular Ecuador, o mejor dicho, el Ecuador de la “revolución ciudadana”.

Tras pasar, en el lapso de una docena de semanas, de 6% a 15% de intención de voto, el líder disidente del Partido Socialista ‒que cuenta entre otros con el apoyo del Partido Comunista Francés y el sindicato CGT‒ es el “indiscutible campeón de la campaña en la calle”, según la fórmula de El País. A una semana de las elecciones, ciertos sondeos lo dan como el tercer favorito, por delante de Marine Le Pen, candidata del partido de extrema derecha Frente Nacional.

Desde un principio, Mélenchon ha manifestado sin tapujos que los procesos políticos de cambio que tienen lugar desde hace más de una década en Latinoamérica han tenido una influencia crucial en su programa político: los Kirchner le enseñaron, además de una serie de utilísimas técnicas de comunicación, a confrontar a la prensa y a lidiar con los banqueros; el Partido de los Trabajadores de Brasil y el Frente Amplio de Uruguay le sirvieron de modelo para crear el Frente de Izquierda; Chávez le mostró la necesidad de refundar el orden constitucional y el régimen correísta le aportó su lema: “la revolución ciudadana”.

La simpatía de Mélenchon por el presidente Correa no es reciente. Entre los precedentes de este apego ideológico consta un artículo que elogia la manera en que el Ecuador “se liberó de la deuda” y consta además ‒o sobretodo‒ su participación en una congregación en apoyo al gobierno ecuatoriano que tuvo lugar frente a la embajada de Ecuador en París, un día después del 30-S. En la red circula una rareza que atestigua dicha participación: un video en el que se ve a Mélenchon hablando por teléfono con Ricardo Patiño, arengando a los asistentes de la congregación y vitoreando: ¡Viva Correa! ¡Viva Patiño!

En alguna ocasión, Le Figaro, periódico conservador francés, calificó a Mélenchon de “pequeño Chávez”. En desacuerdo con tales epítetos, éste ha manifestado en una entrevista reciente que se siente más cercano de Correa que de Chávez. No miente, aunque rara vez menciona el nombre del presidente ecuatoriano cuando confiesa que la idea de revolución ciudadana viene directamente de las Américas.

La revolución ciudadana, además de ser un lema, es un proyecto político reaccionario que seduce a los franceses desilusionados de la política politiquera, de los mercados financieros y la tecnocracia reinante. Una política que Mélenchon formula en su libro ‒o panfleto‒ titulado: “Qu’ils s’en aillent tous! Vite, la révolution citoyenne” (“!Que se vayan todos! Rápido, la revolución ciudadana”), el cual propone lo siguiente: la conformación de una Asamblea constituyente elegida por el pueblo y encargada de fundar la Sexta República Francesa, la redistribución masiva de riquezas, la restauración de la soberanía popular y la planificación ecológica… en fin, una alternativa bolivariana para el país galo.

Haciendo referencia a tales ínfulas, Carondelet ha emitido una misiva de apoyo en la que se sostiene que “En Ecuador, el clamor del pueblo fue: ¡Que se vayan todos! Y dimos inicio a una revolución ciudadana”. En otras palabras, América latina abre camino y el viejo continente ha de seguir sus pasos.

En el contexto de crisis actual, la sociedad francesa es hoy más que nunca receptiva a un discurso populista antisistema. Es que la crisis no es solamente una crisis económica, sino también una crisis de la representación política e intelectual. Según el sociólogo ‒también francés‒ Alain Touraine, el populismo es fruto de esta doble crisis; no se equivoca: la ola bolivariana vino después de una crisis de representación política e intelectual: la partidocracia. Pero en un país como Francia, si bien el populismo puede causar desequilibrios en la balanza política, no puede ganar las elecciones. Algunos sostienen que ahí reside la diferencia entre las democracias consolidadas y las democracias débiles.

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6 Comments

  1. PERDOOONN !!  LIBRE DE DEUDA??  ESE ESTIMADO FRANCES NO TIENE NI  IDEA DE LO QUE ECUADOR COMO ESTADO ESTA DEBIENDO….O PREGUNTAR A LOS CHINO O TODOS LOS ECUATORIANOS QUE APORTAMOS A IESS QUE SOMOS PRESTAMISTAS SIN SER CONSULTADOS… 

    ESPEREMOS QUE EN FRANCIA LA FAMOSA «REVOLUCION CIUDADANA» NO TERMINE SIENDO «LA REVOLUCION DE MELENCHON»….  
    UNA PREGUNATA…TENDRAN EL INFALTABLE CIRCULO ROSA ??   

  2. Es difícil que Jean-Luc sea presidente, pero acorta distancias a pasos grandes, puede que lo veamos en la segunda vuelta, no obstante tendrá gran participación parlamentaria donde el partido ganador deberá tenerlos en cuenta para las decisiones.

    Como diría Jean-Luc «¡Viva Coreeia!»
    jaja

  3. Pido al autor del artículo se informe mejor antes de opinar. Nunca en su historia  republicana ha estado Ecuador tan endeudado como está ahora. Para confirmar lo dicho, favor  pedir informes al gobierno chino, país al que Ecuador está hipotecado por generaciones por venir.

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