
Por Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador
El proceso de depuración universitaria establecido en la Ley de Educación Superior del 2010 ha concluido con la eliminación de 14 universidades y la interrupción de los estudios regulares de 38 000 alumnos. Si bien hay una imperiosa necesidad de elevar el nivel académico de la universidad ecuatoriana, el proceso adolece de fallas e imprevisiones que pueden condenar a miles de jóvenes a una exclusión definitiva.
El proceso de depuración partió con la categorización de las universidades a cargo del antiguo Conea. Bajo un proceso sumario y ligero que horrorizaría a cualquiera de las agencias especializadas en ‘ranking’ universitario, el organismo agrupó a las universidades en categorías y ubicó a 26 de ellas en la infamante clase E. Partiendo de ese ‘ranking’ y atendiendo el mandato del Gobierno de “limpiar el sistema”, el actual Consejo de Evaluación y Acreditación, Ceaaces, auditó estas universidades y sometió a sus estudiantes a un examen de conocimientos –sin valor académico- que significó el 50% de la evaluación final. El Ceaaces, sin embargo, olvidó un pequeñísimo detalle: una prueba que no comporte incentivos o castigos para el examinado no constituye un buen instrumento de medición.
Más allá de estos errores de fondo, la forma que empleó el Senescyt, a través del Ceaaces, para imponer la clausura de las 14 universidades fue humillante y grotesca. El despliegue policial y la imposición de sellos de clausura recuerdan los procedimientos que utilizan las intendencias para cerrar clubes nocturnos o locales de mala muerte. Adicionalmente, descalificaron y humillaron de forma innecesaria a las centenas de miles de graduados de esas universidades. El Gobierno debió ahorrarse adjetivos lacerantes hacia los estudiantes y graduados y conducir un proceso sobrio y académico, que considerara el drama de los afectados. Es inaceptable que las cabezas de estudiantes y docentes sean exhibidas como trofeos de guerra.
No hay duda de que algunas universidades no merecían seguir operando como hasta ahora y promoviendo profesionales de baja calidad. Sin embargo, el proceso debió ser más meditado y avizorar alternativas que no necesariamente pasaran por soluciones tan radicales. El Estado debió intervenir directamente los centros de estudio, remover en ciertos casos a sus administradores y fortalecerlos académicamente para gestionarlos de manera definitiva o entregarlos a terceros. La noción de que el Ecuador tiene demasiadas universidades es discutible si se considera su capacidad de admisión.
Hay temores fundados de que el plan de contingencia y la administración temporal a cargo de algunos neófitos en gestión universitaria deriven en un fracaso. Como en la historia del aprendiz de brujo, se han liberado fuerzas de muy difícil conjuro.
creo haber leído esto antes, creo que fue en alguna publicación de la UDLA
la depuracion de las universidades era algo muy necesario… desgraciadamente es un proceso viciado… como todos los demas procesos … por las manos «limpias» de la robolucion ciudadana !!!
No creo que la solucion a los problemas de las universidades sea eliminarlas , con los consiguientes resultados negativos y perjudiciales para esa enorme cantidad de estudiantes ,
Seria algo similar a crear la pena de muerte y eliminar a todos los delincuentes sin que el estado ponga todos sus esfuerzos en recuperarlos.
Tan facil es crear una universidad como eliminarla?, sobretodo sin abocarse a levantarles el nivel y no perjudicar a decenas de miles de estudiantes,que son un enorme porcentaje del estudiantado universitario ecuatoriano.
No entiendo como se actua de foma tan abrupta con un problema que aunque lo considero real y grave, pienso que con intencion y positivismo debia este gobierno abocarse a la recuperacion y saneamiento de todas sus deficiencias, para apoyar a ese futuro que son nuestros jovenes.