El dilema presidencial

Por Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

A dos meses de celebrarse en México las elecciones presidenciales, de congresistas y de dignidades en algunos estados, la pregunta que sigue en pie y que no ha sido respondida de forma clara por ninguno de los dos candidatos mejor posicionados para ganar, Enrique Peña Nieto del PRI y Josefina Vázquez Mota del PAN, es qué van a hacer con la guerra contra del narcotráfico, heredada del actual presidente Felipe Calderón (2006-2012). La pregunta es compleja sobre todo porque involucra el destino de las FF AA mexicanas que han sido una de las principales protagonistas de la guerra declarada por Calderón y que como tales han sufrido bajas de todo tipo (morales por denuncias de corrupción y físicas por caídos en combate), éxitos indudables pero cuya victoria final está lejos de estar clara. Tanto que en la reciente Cumbre de las Américas en Cartagena, Colombia, algunos presidentes plantearon su escepticismo y la exigencia de revisión de esta estrategia, sobre todo sobre los resultados de este tipo de guerras en que se involucran a las FF AA pero que no derrotan definitivamente al crimen organizado.

Las cifras de caídos en el sexenio del presidente Calderón rondan entre los 47 000 y 48 000 muertos. 50.000 soldados, –la mitad de la fuerza operativa como señala Luis Prados en un reciente análisis aparecido en El País, — están desplegados en la lucha contra el crimen organizado. Obviamente, la clásica sentencia se ha cumplido, Inter arma silent leges, cuando las armas hablan, las leyes callan. Human Rights Watch ha denunciado casos de tortura, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas. Sin embargo, lo más importante a considerar es el nuevo rol que han llegado a tener las FF AA en el México actual y que explica en parte el silencio de los dos principales candidatos. Si los riesgos por involucrar a los militares en un conflicto contra el crimen organizado son muchos – y en México no está dicha la última palabra– , parte de la población se siente moralmente apoyada por la presencia de los militares, por más que a veces este apoyo sea más de imagen que de realidad. Los miembros del crimen organizado actúan como las guerrillas, no son delincuentes comunes que se enfrentan a balazos con tanquetas y blindados, operan en la oscuridad y saben a quién golpear con excelente y macabra planificación.

Este tipo de guerra exige por supuesto mayor inversión para las FF AA como lo muestra el caso mexicano. Uso de tecnología avanzada para detectar al enemigo como ocurre en las exitosas operaciones militares colombianas. Un estado mayor conjunto y no el trabajo aislado de cada rama de las FF AA y sobre todo en el caso mexicano, una doctrina de seguridad nacional que identifique a los nuevos enemigos y abra la cooperación internacional. En definitiva, mayor protagonismo político y poder. Adiós de una vez entonces al romanticismo guerrillero: luchar contra los Zetas o contra el Cartel del Golfo no es lo mismo que significó combatir a Lucio Cabañas en la legendaria década de los setenta como lo narró Carlos Montemayor.

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