Opinión

Armstrong nunca fue a la luna

Ezequiel Ferández Moores
Buenos Aires, Argentina

Supervivencia: cambiando la forma en que el mundo combate el cáncer». Es el título de la lectura que Lance Armstrong pronunciará hoy en la sesión plenaria del Congreso que la Unión Internacional Contra el Cáncer (UICC) celebra en Montreal. Fundada en 1933 en Ginebra, la UICC, que por primera vez tiene como presidente a un argentino, el doctor Eduardo Cazap, es la ONG más importante en la lucha contra el cáncer. La enfermedad, que matará a unas 8 millones de personas en 2012, fue descubierta en 1996 a Armstrong. Lance, que siempre fue un portento físico, había negado el dolor durante meses, natural en un ciclista. Los médicos le diagnosticaron un cuarenta por ciento de chances de vida antes de operarlo.

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Opinión

Assange y Correa

Por Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

“Patético: que es capaz de mover y agitar el ánimo infundiéndole afectos vehementes, y con particularidad dolor, tristeza o melancolía”, según la definición del diccionario de la Real Academia Española. Es esta, pues, la palabra precisa necesaria para definir a Rafael Correa, el presidente de Ecuador, quien pidió las sanciones más duras para nuestro país por destituir a Lugo y que ahora se erige, en el escenario internacional, como paladín defensor de la libertad de prensa al concederle asilo político al australiano Julián Assange.

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Opinión

La opción individual

Por Bernardo Tobar
Quito, Ecuador

Leoncio y Tristón, inolvidables caricaturas, representaban las dos caras opuestas de la actitud frente al dilema humano: el primero caminaba erguido, jovial, veía al vaso lleno, la oportunidad, y saboreaba de antemano los beneficios de las aventuras que estaba a punto de emprender; el otro ni siquiera percibía el vaso, se pronosticaba toda suerte de infortunios de distinto calibre y andaba jorobado bajo el peso de su fracaso hipotético, que el próximo paso, estaba seguro, se encargaría de confirmar. Leoncio la pasaba en grande, sacando siempre algo de provecho, mientras que Tristón, afianzado en sus sombrías predicciones, terminaba pronunciando su marca psicológica: ¡qué mala suerte!

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