Mes: agosto 2012
Patiño dice que no se someterá a «imposiciones» de la Unión Europea
Correa anuncia que puede «pedir licencia»
Ecuatoriana jueza en Nueva York, recibirá homenaje
Incautan 21 toneladas de droga en seis meses, dice Arellano
Te vas porque yo quiero que te vayas
Guayaquil, Ecuador
¡Qué gran escritor es Juan José Millás! He leído esta mañana su columna en el diario El País sobre las tormentosas relaciones entre el gran director español Pedro Almodóvar y la diva Carmen Maura, y he logrado entender, como en una epifanía, los motivos de la catarata de agravios de los últimos días entre el ex presidente Abdalá Bucaram y su muy digno sucesor en la historia de esta república, el presidente Rafael Correa.
Cinco estrategias para enfrentar la próxima década
Miami, Estados Unidos
Durante las próximas dos décadas, las economías del mundo desarrollado entrarán en una fase de crecimiento lento como resultado de las crisis económicas que se han vivido en los últimos años en Estados Unidos y Europa. Recientemente, Bill Gross, uno de los gurús financieros más reconocidos del mundo, provocó estremecimientos en Wall Street cuando afirmó que las acciones no serán buena inversión en el futuro por culpa del bajo crecimiento que tendrán las economías del mundo desarrollado.
Correa sostiene que «la Patria ha resucitado»
No me halagues que me enojo
Buenos Aires, Argentina
Parecería razonable, al menos en algún sentido, que respondamos con una ofensa a quién nos ha ofendido. O, se puede decir de otro modo, esa sería la manera instintiva que tendríamos para reaccionar ante lo que consideramos una afrenta en nuestra contra. Así lo había descrito Fernando Mires en su artículo «Jesús en política», en donde entiende, creo yo de modo muy acertado, que aquello ocurre porque quien nos ofende es un «eximio seductor», pues con su palabra sucia, con su violencia, nos invita a reaccionar igual. A acudir, se diría, en venganza. El malvado busca, entonces, que seamos iguales a él; y, si lo logra, dice Mires, «seremos, definitivamente, iguales a él. Alcanzado ese punto desaparecerá toda diferencia entre ofensor y ofendido. Esa será la hora del triunfo final de la ofensa».
