Preguntas

Por Juan Jacobo Velasco
Santiago de Chile, Chile

Hacer un doctorado es, en esencia, un proceso para avalar las capacidades del estudiante para investigar usando un método científico de investigación. El estudiante aspirante a PhD, a través de una hipótesis y muchas preguntas, quiere desmenuzar los entresijos de un problema en cualquier ámbito. El rigor científico le lleva a enfrentarse a la constatación o rechazo de su hipótesis. A veces no necesita buscar un contrafactual o experimentar, pues sus preguntas le pueden llevar a plantear una hipótesis teórica, como ocurrió con el hoy famoso Bosón de Higgs. A veces el aporte son innovaciones al método de investigación. O una mirada diferente a los resultados de otras investigaciones.

El método y la aproximación investigativa no son «puros». Dependen del fundamento teórico al que se adhiere. El abordaje al método significa coincidir con una visión acerca de cómo se analiza un problema. Cada ciencia tiene esos matices que tienden a diferenciarse si el núcleo teórico plantea un resultado y una interpretación distinta. Muchas veces estas visiones de los problemas, como campos teóricos, son contrapuestas. Pero esa contraposición enriquece y habla bien de cómo los seres humanos estudiamos, con nuestras diferencias y miradas, al universo externo e interno que nos rodea.

Un doctorado también se puede mirar como un tributo a Sócrates, el cuestionador de supuestos, mitos y prejuicios. Su método era simple y efectivo: hacía preguntas, induciendo al otro a ver su error. El método socrático constituye un ideal de aula: enseñar sin cátedras, con preguntas que inducen al estudiante a ver la verdad que lleva dentro.

Todos conocemos cómo termina su historia. Eran tan desafiantes sus preguntas para los poderosos, que fue enjuiciado y ejecutado.

No me complica que las universidades ecuatorianas, como centros de investigación, experimenten un Big Bang y se llenen de 12 o 20 mil PhDs. Ni que se abran becas y se aliente a estudiar a una futura masa crítica de investigadores de ámbitos diversos, para plantear nuevas y mejores preguntas. Me parece una gran oportunidad para el país. Lo que me preocupa es la manera cómo se van a recibir las preguntas y las investigaciones, sabiendo que este Gobierno se opone a las indagaciones que no coincidan con la verdad oficial. ¿Qué va a pasar cuándo desde la historiografía se plantee que lo ocurrido el 30 de setiembre de 2010 no fue un intento de magnicidio? ¿O que desde la ciencia política se infiera que el de Rafael Correa fue un Gobierno autoritario y populista? ¿Qué va a pasar cuando se cuestione el impacto del subsidio a los combustibles, en dos décadas más cuando se acaben las reservas? ¿O por qué se destinan más recursos a los PhDs que a la educación inicial, cuando todas las investigaciones apuntan que en la segunda existe mayor impacto de la inversión en educación? Si la burocracia determina que hay preguntas «buenas» o «malas», Sócrates moriría otra vez.

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