De embajadas y versos satánicos

Por Carlos Jijón
Guayaquil, Ecuador

Leo en el cable que unas tres mil personas arremeten en las calles de Sanaá en contra de la embajada de los Estados Unidos en Yemen, al norte de África, en protesta por un filme filmado en Estados Unidos en el que se trata de manera blasfematoria del Profeta Mahoma. En Egipto, la sede de la embajada ha sido asaltada, y los reportes hablan de por lo menos cuatro muertos y unos doscientos heridos. Lo peor ha ocurrido en Libia, donde el Embajador Stevens ha sido asesinado por una turba que incendió la sede diplomática, lo saqueó y mató a tres personas más. Horrorizado, no puedo dejar de pensar que la lectura de las novelas de Salman Rushdie son un buen ejercicio para entender esa ola de violencia que está sacudiendo el Cercano Oriente por una película que la mayoría no ha visto.

Dicen los críticos que la mejor es novela de Rushdie es “Hijos de la Medianoche”, una especie de historia de la India y Pakistán contada en clave de realismo mágico. Pero a mi me gustó más la polémica “Versos Satánicos”, por la que el escritor fue condenado a muerte por el líder espiritual de la revolución islámica, el Ayatola Jomeini, padre de la teocracia que hoy gobierna Irán.

“Versos Satánicos” cuenta la historia de un joven Mahoma que no tiene futuro en la vida hasta que una mañana despierta contando que el Arcángel Gabriel se le ha aparecido en sueños y le ha revelado que Alá es el único Dios y que solo a Él había que rendirle culto. Su prédica cautivó a muchos, que empezaron a seguirlo, pero encontró también fuertes resistencias en una sociedad que admitía divinidades locales apoyadas por caciques políticos que coincidentemente administraban también esos santuarios.

Gracias a Dios, Mahoma tenía una gran ventaja sobre ellos: el Arcángel Gabriel que siguió apareciéndosele en sueños para dictarle unos versos con la Palabra de Dios, que el joven Profeta transmitía luego a sus discípulos que rápidamente iban creciendo en fortaleza y número. Hasta que un día, uno de los caciques, alcalde de su ciudad, le propone que diga que una diosa menor, de cuyo santuario él era propietario, estaba también permitida. A cambio, le daría la mano de su hija y lo convertiría en su sucesor.

Como Jesús, tentado en el desierto, el Profeta duda. La chica es linda; las riquezas ofrecidas, son enormes; pero sus principios lo son más. Mortificado se a dormir. Y cuando despierta convoca a sus discípulos para informarles que el Arcángel Gabriel le ha ratificado en sueños que Alá es el único Dios. Pero que existe esa pequeña divinidad sin importancia a la que es permitido rendirle culto. Leí la novela hace muchos años y la estoy contando de memoria. Quiero advertir que estoy consciente de que mi relato no logra abarcar ni la intensidad de la novela ni todas sus historias. De lo que recuerdo, los discípulos del Profeta lo tomaron a mal, y creyendo que se había vendido al poder, lo abandonaron.

Solo y derrotado, Mahoma vuele a dormir. Y en sueños, el Arcángel Gabriel le revela que no fue él quien le inspiró los versos que admitían a otros dioses más que Alá, sino que había sido engañado por el Demonio, gran simulador que acostumbra engañar a los hombres. Y así lo explica él a sus discípulos que poco a poco regresan a militar bajo su liderazgo, quedando solo para la historia aquellos versos satánicos que casi logran apartarlo del destino manifiesto para que el Dios lo había escogido.

Como les decía, la novela fue considerada una grave blasfemia por la que Rushdie, que es un escritor indio que se había educado en la Gran Bretaña, fue condenado a muerte por el Ayatola Jomeini en una fatwa en la que también se decretaba que cualquiera que ejecute la sentencia tiene garantizado el Paraíso. Jomeini murió ya hace muchos años. No recuerdo si la fatwa sigue vigente. Creo que Rushdie vive aún escondido.