El fantasma independentista

Editorial del diario El Tiempo
Bogotá, Colombia

Otro fantasma recorre a Europa. Ya no es el del comunismo, como lo anunciaron en 1848 Carlos Marx y Federico Engels. Tampoco el de la crisis económica, que sigue tan campante, pese a los esfuerzos por meterla en cintura. Esta vez es el fantasma del separatismo, hijo de la crisis económica y del auge nacionalista. Tres países europeos padecen fuertes movimiento secesionistas: el de los catalanes, en España; el de los escoceses, en Gran Bretaña, y el de los flamencos, en Bélgica.

El primero afloró en público como un géiser en manifestaciones estivales celebradas en Barcelona y otras ciudades de la comunidad. El partido nacionalista que gobierna a Cataluña, Convergencia y Unión, y su líder, Artur Mas, aprovecharon la inesperada y aplastante demostración callejera para subirse en la cresta de una ola que ellos mismos han contribuido a crear y exigieron al gobierno central reivindicaciones fiscales inmediatas. Pero la música de fondo, que va in crescendo, es la de ‘Cataluña independiente’. Así lo anunciaban gigantescas pancartas que llevó el público al estadio de fútbol del Barcelona, una especie de plaza de Bolívar del catalanismo.

España, sumergida en una crisis que la tiene cerca de pedir el rescate de la Unión Europea (UE) y someterse a los consiguientes rigores, ha reaccionado contra la exigencia catalana, que considera oportunista e inviable. Cataluña, región rica y desarrollada, aporta más beneficios a la totalidad nacional que los que recibe. Pero Madrid señala que las comunidades se inventaron para ayudarse mutuamente, y así como España recibió de la UE durante un tiempo más que lo que aportaba, los aportes catalanes ayudan a establecer un mínimo equilibrio con regiones más pobres, como Extremadura.

Mas prepara un referendo de consulta cuya pregunta principal no mencionará las palabras «independencia» ni «separación», sino que se dirigirá a sondear si el ciudadano apoya la posibilidad de que Cataluña se convierta en Estado autónomo de la UE. Lo paradójico es que el mero veto de España impediría que una imaginaria república catalana pudiera ingresar a la Unión.

Los flamencos pretenden imitar a Cataluña, entre otras razones porque las dos iniciativas provienen de partidos nacionalistas de derecha. Así lo reconoce Bart de Wever, líder de la Nueva Alianza Flamenca, movimiento acusado de veleidades neonazis (la Bélgica flamenca fue colaboracionista durante la II Guerra Mundial) que acaba de ganar la alcaldía de Amberes. «Creo que en Flandes y en Cataluña tenemos una sensación similar de que nuestra identidad y nuestra economía están bloqueadas por la otra parte», dijo De Wever a la prensa española. Cataluña es más militante que Flandes en su separacionismo, pero el 60 por ciento de los belgas habla neerlandés, la lengua de los flamencos, y francés solo un 35 por ciento (Valonia), mientras que el catalán apenas llega al 25 por ciento de los españoles. El triunfo de la Nueva Alianza en Amberes, el efecto reflejo del ímpetu catalanista y la crisis económica impulsarán el independentismo flamenco, que aún tiene más de utópico que de real.

En cambio, con menos bulla y en forma casi indolora, Escocia decidirá si se independiza de Gran Bretaña en el 2014. El pasado 14 de octubre, los primeros ministros respectivos acordaron los términos del referendo que someterá la soberanía de Escocia a una sola pregunta. Las encuestas predicen que el 63 por ciento de los ciudadanos votará no a la independencia. Este resultado previsible y las dificultades prácticas de las otras iniciativas no permiten augurar una fácil atomización inmediata del mapa europeo.

* Editorial del diario El Tiempo, de Colombia, publicado el 20 de octubre de 2012.

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