Victoria Secret

Por María Fernanda Egas
Miami, Estados Unidos

Cuando me veo tentada a admirar demás o a tenerle un ápice de lástima a algún mandatario, hago un simple ejercicio de conciencia que viene bien a cualquiera: sea de izquierda o de derecha, su verdadero triunfo al ganar las elecciones es la oportunidad de oro, quizás única en la vida, de forrarse de dinero.

Sean dictadores o demócratas, autoproclamados amigos de los pobres o de los ricos, lo que cuenta es el tamaño de las fortunas personales amasadas durante el tiempo de servicio a la patria. Por eso en las grandes cumbres presidenciales cuando se reúnen tan festiva y armoniosamente, imagino que mientras esas manos se estrechan con grandes sonrisas en la cara, en realidad están midiendo quien la tiene más grande.

Hace pocos meses, la revista Forbes publicó un ranking de los actuales mandatarios más ricos del mundo. En la región, figura primero el empresario-presidente chileno Sebastián Piñera, quien tendría un patrimonio de $2.400 millones, mas antes de llegar al poder vendió el 43% de sus acciones en la aerolínea Lan; el canal Chilevisión y el Club Colo-Colo, y para su posesión en 2010 declaró una fortuna personal de $10 millones.

En segundo lugar está Christina Fernández, quien previo a la sucesión patrimonial a sus hijos tenía $70 millones, y hoy tendría $35 millones.  Aunque el enriquecimiento se originó desde la presidencia del fallecido Néstor Kirchner, Fernández ha sabido mantener el negocio familiar a costa del Estado y no escatima en sus gastos de viaje: en tan solo una visita a la Asamblea de la ONU realizó compras por $110 mil en zapatos, a un promedio de $5.500 el par.

Por supuesto, estamos hablando de riquezas que los mandatarios hayan revelado o no hayan impedido su publicación. Extrañamente, Forbes publicó la fortuna de Fidel Castro, valorizada en $900 millones. Puede crear incredulidad un dato semejante, pero no hay que desconsiderar otros como los viajes frecuentes de los hijos de Castro a Europa, especialmente de Alejandro, especialista en mercados de futuros y bolsa. A pesar del boicot comercial, Cuba hoy exporta níquel a Canadá, y no solo las donaciones y el turismo son fuente de ingresos sino también las remesas de la diáspora cubana ($1.500 millones anuales). Se estima que la fortuna de Castro viene creciendo a pasos agigantados, ya que en 2003 habría tenido $110 millones, y en el 2005 unos $550 millones. Castro tendría el control económico sobre las compañías estatales como el Palacio de Convenciones, Cimex,  Medicuba y tiendas minoristas.

Mientras tanto Hugo Chávez y su familia han pasado a convertirse en una nueva clase de realeza en el Estado de Barinas, Venezuela, donde hace 30 años tenían apenas tres hectáreas, hoy suman 45 mil hectáreas, 17 fincas y 5 residencias de verano, 10 carros de lujo, y un estilo de vida dignos de una aristocracia latinoamericana que solo en 2008 tenía una fortuna contabilizada en $200 millones de dólares. Del paracaidismo a la opulencia, los viajes con viáticos de $500 mil diarios –para su gira de 10 días a Moscú, Kiev, Teherán, Damasco y Trípoli-; cuentas en el exterior por $140 millones según la DEA, continuarán gracias a su reelección.

Así también, los gastos de fiestas por $10 millones, $9.5 millones en manutención de residencias, $330 mil en vestuario, $400 mil en lavandería y $150 mil en “productos de tocador”. No solo la madre de Chávez, Elena Frías, exhibe su nueva riqueza con diamantes, rubíes y esmeraldas, relojes de oro y tours de compras al Imperio del Mal, sino que maneja un presupuesto de $7 millones como Presidenta de la Fundación del Niño de su Estado. Fuera de esto, los contratos a dedo y el testaferrismo son el pan de cada día en la cuna del modelo del socialismo siglo XXI.

Otros mandatarios latinoamericanos a los que ha sido difícil seguirles la pista pero que son considerados millonarios son el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega; el panameño Ricardo Martinelli, dueño de una de las cadenas de supermercados más grandes de su país, y el colombiano Juan  Manuel Santos, proveniente de una de las familias más acaudaladas de Colombia y accionistas del Diario El Tiempo.

Por su parte, el mandatario paraguayo, Fernando Franco, enfrenta actualmente acusaciones de nepotismo y una investigación en Contraloría por un aumento del 750% en su capital desde que lo declarara al asumir la vicepresidencia en el 2008. Hoy tendría $1.200 millones, entre propiedades en Paraguay, Argentina y Brasil, empresas de salud privada e inversiones en bonos.

En Estados Unidos, a pocos días de las elecciones, el pueblo tiene clara la diferencia patrimonial entre los candidatos. El presidente Barack Obama poseería aproximadamente $8 millones, que los habría acumulado a partir de la venta de sus tres libros y las inversiones que hiciera con ese dinero, como $1millón en bonos del Tesoro antes de ganar la presidencia. Su casa en Chicago estaría valorada en $1 millón. El contendor republicano en esta carrera presidencial, Mitt Romney, habría acumulado una fortuna de cerca de $250 millones de dólares. Considerado un empresario exitoso, los ataques a su candidatura se enfocan no solo en su sistema de compra y venta de empresas quebradas durante la crisis económica, sino también en su política de “outsourcing”, o externalización de mano de obra hacia India y China, lo cual sería una de las causas de la pérdida de empleos en los Estados Unidos.

Como un empate patrimonial podría calificarse a la presidenta brasileña Dilma Roussef y a Rafael Correa. De acuerdo a sus declaraciones de renta, ambos tendrían $630 mil. Sin embargo, lo que llamó la atención de la opinión pública internacional  fue el audaz intento del mandatario ecuatoriano por volverse millonario con la demanda a Diario El Universo por $80 millones, y a los autores de “El Gran Hermano”, por $10 millones.

Sin duda, ser presidente ofrece oportunidades únicas. Y mientras más tiempo se pase en el puesto, más podrán acrecentar sus cuentas personales. En Medio Oriente, cuando no se desciende de alguna dinastía, es la forma de competir con príncipes y sultanes por las rentas del petróleo: el derrocado ex presidente egipcio Hosni Mubarak amasó $70 mil millones; el sanguinario de Siria, Bashar al Assad, goza de $45 mil millones; Teodoro Obiang Nguema, quien gobierna Guinea Ecuatorial desde 1979 tiene a su nombre una fortuna de $700 millones; Alí Abdulah Saleh, presidente de Yémen por más de 30 años acumuló $650 millones; y el fallecido dictador libio Muamar Gadafi, $140 millones.

Convertirse en presidente y nuevo rico a la vez no parece ser condenable. Especialmente si nadie muestra interés en investigar el origen de tal fortuna, ni siquiera cuando ha terminado su mandato. En Brasil, Lula da Silva, el representante de los operarios metalúrgicos en el Partido de los Trabajadores, tendría luego de dos periodos presidenciales $2 mil millones, de acuerdo a Forbes.

Pero simular elecciones libres para conservar poder y aumentar las riquezas parece ser moneda corriente hoy en día en diferentes regiones del mundo. Vladimir Putin ha manejado Rusia con mano dura por 12 años y su fortuna supera los $40 mil millones. Putin suele ostentar bienes, y sólo su colección de relojes suma más de medio millón de dólares, como su Patek Philippe de oro sólido valorado en $85 mil. Su fuente de ingresos serían sus acciones en holdings de compañías de gas y petróleo ocultas en paraísos fiscales, como Surgutneftegaz, Gazprom y Gunvor.  Sus intentos de convertirse en un héroe nacional fueron un fiasco, pero mantiene el control absoluto del Estado y volvió a ganar las últimas elecciones con manifestaciones masivas de protesta.

Para entrar y mantenerse en este club de los millonarios elegidos por votación popular hay que eliminar a la oposición de ser necesario, y comprender que el servidor número uno de la patria debe ser también un triunfador en los negocios, algo así como el CEO de la nación.  Aunque el pueblo no reciba las utilidades, y a veces ni las libertades más elementales. Ese es el secreto de su victoria.

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