¿Correa se esta derechizando?

Por Gonzalo Orellana
Londres, Reino Unido

Siguiendo la frase, comúnmente achacada a Winston Churchill, «si cuando eres joven no eres de izquierda es que no tienes corazón, y si cuando te vuelves mayor no eres de derecha, es que no tienes cerebro», daría la impresión de que el presidente Correa se esta haciendo mayor.

Los primeros que aparentemente se dieron cuenta de esto, fueron algunos de sus más cercanos partidarios, Alberto Acosta, Gustavo Larrea o Kinto Lucas se fueron del gobierno acusando al presidente de haberse «derechizado», como si fuera el peor insulto posible. Correa respondió llamándolos izquierda ingenua o infantil, reconociendo de manera implícita que su posición ideológica ya no coincidía con la de sus ex colaboradores.

Al inicio de su gobierno Correa atribuía todos los males del Ecuador a la «larga noche neoliberal», es decir si el problema lo había creado la derecha, debía ser la izquierda quien lo solucione. En los últimos meses sin embargo se escucha al presidente distribuir la culpa de los problemas del Ecuador de manera distinta, no es que la derecha haya dejado de ser culpable, pero ahora no es la única, la Constitución de 2008 a la que ha llamado «hipergarantista» y hasta «novelera», la izquierda radical, ciertos sindicatos, ciertos burócratas, etc. Todos menos su propio gobierno, claro está.

Pero hay que mirar mas allá de los discursos, sobre todo tratándose de un presidente tan acostumbrado al uso de la palabra, y mirar algunas de sus acciones para concluir si es cierta tan dura acusación de la izquierda más extrema. Un buen ejemplo es el tema de los recursos naturales.

Habiendo llegado al poder con un discurso en contra de la visión extractivista y a favor de poner al medioambiente en primera línea, resulta extraño que Correa pasé a la historia por haber firmado el primer contrato de minería a gran escala del país, pero no solo eso, sino que ha planteado la necesidad de una reforma a la ley de minería, pues lo rígido de la normativa actual impide atraer mas inversiones al país. También resulta interesante la realización de una nueva ronda petrolera, la última fue en los noventa, con la que se busca la llegada de nuevas inversiones a un sector crucial de nuestra economía. Este es un cambio de actitud radical, sin duda alguna promovido por la necesidad de recursos, pero también por la implacable realidad que a la larga siempre termina imponiéndose.

Otra muestra de este aparente mayor pragmatismo del gobierno se pudo ver en las recientes reuniones con el sector privado, en la que el presidente escuchó directamente algunos de los cuestionamientos de los empresarios y en el que se plantearon  soluciones. Y es que durante mucho tiempo no ha habido sintonía entre el sector público y privado, aun en momentos de altos niveles de crecimiento los empresarios no parecen contagiarse del optimismo del gobierno. Este tipo de encuentros parecen mostrar que el gobierno se ha dado cuenta, un poco tarde, de que necesita de los empresarios para crecer.

Si hay algún aspecto donde la ideología ha pesado más que el pragmatismo en este gobierno es en su política internacional, y en particular en la política comercial, en donde los seis años de gobierno dejan muy poco para mostrar. El presidente continuamente se ha manifestado contra el «bobo aperturismo» creyendo, de manera ingenua, que puede cambiar la forma en que se establecen los acuerdos comerciales entre países. Aquí también parece que la gestión del gobierno se ha encontrado con la realidad, la realidad de que la UE o los EEUU no le van a ofrecer un acuerdo a Ecuador distinto al firmado con Colombia y Perú, la realidad de que Europa y EE.UU siguen siendo socios esenciales para el comercio exterior ecuatoriano y la realidad de que la política de diversificar los destinos comerciales ha fracasado, no porque sea una mala idea, sino porque en este aspecto han primado aspectos políticos e ideológicos y no la lógica.

A tan solo meses de una nueva campaña electoral, al gobierno le costará volver a posicionarse como la opción de la izquierda, se lo van a impedir sus ex-partidarios y algunas de las decisiones que ha tomado, por lo que deberá apelar a los votantes del centro. Esta nueva posición de partida, sumada a la realidad económica, permite pensar que en un probable nuevo mandato veremos aún más muestras de «derechización» del gobierno. Para algunos de sus antiguos votantes, entre los que no me incluyo, este cambio del presidente es una mala noticia, yo, por el contrario, celebro la llegada de algo de pragmatismo a este gobierno.