¿Un Presidente más pragmático?

Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

Durante su reciente visita al Vaticano y Alemania, el presidente Correa ha emitido varios pronunciamientos que podrían marcar un giro importante en su gestión. En algunos círculos empresariales y periodísticos, las palabras del Presidente han sido interpretadas como la asunción de un cierto pragmatismo que busca reinsertar al Ecuador en los radares económicos internacionales y revertir el aislacionismo al que nos ha conducido la política ideologizada impulsada por la Cancillería.

En otros círculos, en cambio, se considera que las declaraciones del Presidente son parte de un estilo personal que le lleva a decir lo que las audiencias quieren escuchar. Así, el Presidente se declaró defensor acérrimo de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) ante el Papa, entusiasta partidario de un acuerdo comercial con Europa ante Merkel y negó la calidad de terroristas a las FARC ante una audiencia de izquierdas que asistió a su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad Autónoma de Santo Domingo, UASD.

(Por cierto, una distinción que no habría podido recibir en su propio país ya que la Senescyt, contrariando las tradiciones académicas, prohibió estos reconocimientos a las universidades que no ofrezcan programas doctorales).

Si la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) constituye, como dice el Presidente, uno los pilares conceptuales de la revolución ciudadana, se imponen algunas rectificaciones de fondo en las políticas gubernamentales.

Para comenzar, la DSI «reconoce la validez del principio de la división de poderes en un Estado y que el poder esté equilibrado por otros poderes que lo mantengan en su justo límite». Reconoce, también, la importancia de los partidos políticos como instituciones centrales de los sistemas democráticos e instrumentos de participación política y de las organizaciones de la sociedad civil (gremios, ONG y cuerpos asociativos en general). En el plano económico, la DSI defiende el equilibrio entre los principios de subsidiariedad y solidaridad, algo que obliga al Estado a limitarse y ejercer funciones de suplencia frente a las empresas y al sector privado y vigilar abusos y distorsiones del mercado como monopolios y oligopolios. Por último, y no menos importante, la DSI consagra la libertad de pensamiento, expresión, educación, cultura, asociación como un principio fundamental.

Frente a la tragedia que vive Venezuela como resultado de las políticas del Socialismo del siglo XXI, el Ecuador debería adoptar profundas rectificaciones políticas y económicas. Los cambios ministeriales que se avecinan podrían ser una buena señal del curso que pretende adoptar el Régimen para el nuevo período. Si las ideas expresadas por el Presidente durante su gira son sinceras, deberíamos esperar cambios radicales en algunos ministerios y secretarías.

* El texto de Carlos Larreátegui ha sido publicado originalmente en El Comercio.

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