En busca de legitimidad

O Estado do São Paulo
São Paulo, Brasil

La presidenta Dilma Rousseff extenderá hoy la alfombra roja a Nicolás Maduro, confiriéndole una legitimidad que el presidente venezolano está muy lejos de disfrutar en su propio país.

Maduro partió en visita a los países del Mercosur con la expectativa de demostrar que tiene el apoyo de los principales vecinos y lograr fortalecerse ante el desafío de gobernar Venezuela en lugar del fallecido caudillo Hugo Chávez, cuyo carisma, bien o mal, garantizaba alguna estabilidad en medio de la grave crisis económica por la que el país atraviesa.

Elegido en abril con una ventaja de apenas 200 mil votos sobre su principal adversario, Henrique Capriles, Maduro salió de la disputa sin el reconocimiento pleno de la victoria. La oposición acusa a los chavistas de fraude, de intimidar a los electores, de u sar la maquinaria administrativa de manera irrestricta en favor del candidato gobiernista, entre otras irregularidades. Además, el gobierno de los Estados Unidos, principal socio comercial de Venezuela, a despecho de las frecuentes diatribas de los chavistas en contra de los americanos, rehusó reconocer la victoria de Maduro, por considerar que antes Venezuela deberá realizar un reconteo de los votos como pide la oposición. El presidente Barack Obama, en reciente entrevista, reiteró esa posición. Él declaró tener dudas sobre si la Venezuela actual respeta realmente los derechos humanos, la democracia, la libertad de prensa y de opinión. Para Obama, no se puede aceptar que Venezuela todavía no esté «libre de las prácticas de las que casi todo el hermisferio se distanció, de manera general». Después de tal clara manifestación en defensa de los ciudadanos venezolanos ante la obvia agresión chavista a la democracia, Maduro solo consiguió reaccionar como un mal imitador de su mentor, al decir que Obama es el «jefe mayor de los diablos».

Como se nota, Maduro no tiene la misma habilidad de Chávez ni siquiera a la hora de ofender a sus enemgios. Desde el punto de vista de los venezolanos, la falta de gracia es el menor de los problemas de Maduro. A un mes de su administración, el presidente se ha revelado incapaz de de presentar cualquier plan para enfrentar el acelerado deterioro de la economía: la inflación debe llegar al 30%, se estima una caída de 4% en el Producto Interno Bruto en este año, y la falta de dólares en la reserva para financiar las importaciones, cruciales en un país que actualmente casi solo produce petróleo. El desabastecimiento de alimientos es generalizado, al punto que uno de los objetivos declarados de Maduro en su visita a Brasil es «comprar comida».

Ante esa situación explosiva, Maduro dio todavía más poder a los militares, e intenta dar poder a facciones chavistas problemáticas, como la de Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, el congreso venezolano. Al mismo tiempo, Maduro y su truculencia militancia viene emprendiendo una sistemática campaña para destruir a la oposición, dueña de la mitad de los votos de la última elección. Después de quitarles la palabra a los diputados de la oposición y agredirlos con golpes de puño y puntapiés dentro del Parlamento, los chavistas impusieron límites a la circulación de los periodistas en la Asamblea Nacional: solo pueden entrar los reporteros que tuvieran alguna entrevista marcada y, una vez dentro del predio, ellos solo pueden circular si estuvieran acompañados de los asesores de prensa de la Casa.

Pues ese es el «demócrata» que ha sido abrazado por Dilma, el que recibirá apoyo público e incondicional, pese a tantas arbitrariedades. Es por eso que Maduro parece tan necesitado del reconocimiento de sus pares bolivarianos del Mercosur. Tanto, que en un auge de cinismo, se declaró favorable al regreso de Paraguay al bloque, como si los paraguayos no hubiesesn sido supendidos del Mercosur en una maniobra espúrea, justamente para permitir el ingreso de la Venezuela chavista, bajo el argumento de que se había roto el orden democrático en Paraguay. Y así, el Mercosur se apresta ahora al papel de aval de un régimen que pretende ser legítimo de marras.

* Editorial publicado en O Estado do Sao Paulo, el 9 de abril de 2013. La traducción es responsabilidad de LaRepública.

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