El papa Francisco proclamó los primeros santos de su pontificado

Ciudad del Vaticano, 12 may (EFE).- El papa Francisco pidió hoy a los fieles que conserven la fe en medio de los obstáculos y denunció que todavía son muchos los cristianos que sufren violencia en tantas partes del mundo, al resaltar la figura de los 800 mártires italianos a los que proclamó santos.

En la homilía de la misa solemne en la que proclamó santos a la monja mexicana Madre Lupita (1878-1963), a la colombiana Laura Montoya y Upegui (1874-1949) y a los 800 mártires asesinados en 1480 a manos de los otomanos, el papa Bergoglio subrayó que los italianos fueron decapitados a las afueras de Otranto (sur) por negarse a renegar de la fe católica.

«¿Dónde encontraron la fuerza para permanecer fieles? Precisamente en la fe, que nos hace ver más allá de los límites de nuestra mirada humana. Queridos amigos, conservemos la fe que hemos recibido y que es nuestro verdadero tesoro, renovemos nuestra fidelidad al Señor, incluso en medio de los obstáculos y las incomprensiones», afirmó.

El Obispo de Roma aseguró que Dios no abandonará a los hombres y no dejará que les falten las fuerzas ni la serenidad.

«Mientras veneramos a los Mártires de Otranto, pidamos a Dios que sostenga a tantos cristianos que, precisamente en estos tiempos y en tantas partes del mundo, todavía sufren violencia, y les dé el valor para ser fieles y para responder al mal con el bien», agregó.

El pontífice manifestó que los nuevos santos son ejemplos luminosos, pero que también cuestionan la vida de los cristianos y hacen que se pregunten si son fieles al Señor y capaces de mostrar la fe «con respeto, pero también con valentía».

El martirio de los 800 mártires de Otranto, de los que sólo se facilita el nombre de uno, Antonio Primaldo, se encuadra en el contexto bélico entre cristianos y musulmanes que dominó durante mucho tiempo las relaciones entre Europa y el Imperio Otomano.

Tras la caída de Constantinopla, en 1453, el emperador Mohamed II, soberano del imperio otomano se dirigió hacia el sur de Italia, a la zona más cercana a las costas de Albania, ya bajo dominio de los turcos.

Era 1479. Los turcos se acercaron con un ejército de 150 naves y 15.000 soldados hacia Otranto, que tenía en ese momento 6.000 habitantes y había dejado de ser custodiada por los aragoneses, que se habían trasladado a la Toscana.

Nada más comenzar el asedio, se exigió a los italianos a renegar del catolicismo y abrazar el Islam. Al rechazarlo, bombardearon la ciudad, la saquearon y mataron al arzobispo Esteban Pendinelli, y a otros religiosos. Era el 12 de agosto.

Al día siguiente, el comandante Bajá Gedik Ahmed ordenó que llevaran a todos los hombres supervivientes mayores de 15 años al campamento turco. Eran 800.

Se les obligó apostatar, pero en nombre de todos, Antonio Primaldo, se negó y dijo, según la biografía facilitada por el Vaticano, que preferían «mil veces morir antes que renegar de Cristo y hacerse musulmanes».

Bajá Gedik Ahmed ordenó que les cortaran la cabeza o el cuerpo, lo que se cumplió. Sus cadáveres quedaron insepultos durante un año, hasta que la ciudad fue liberada en 1481.

Están enterrados en una capilla de la catedral y la Iglesia los conmemora el 14 de agosto. EFE

JL/mr

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