Danilo Arbilla
Roma, Italia
No lo van a creer: el pasado miércoles 15 fui bendecido por el Papa. Y no creo que ello haya sido por los tantos años en que fuimos vecinos, Río de la Plata de por medio, con el hasta hace poco arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio. En realidad es el tercer Papa que me bendice. Un polaco, un alemán y un argentino a lo largo de 20 años. Por algo será; quizás porque ninguno de ellos tenía ni la menor idea de que yo era uno más entre los miles que se agolpan los miércoles en la Plaza de San Pedro a escuchar la palabras del Sumo Pontífice, las que culminan con una bendición general. (Pa’ todo el mundo, incluso yo).
Sin embargo esta ocasión tuvo algo especial. Un “no sé qué”, como dice el tango. Debe haber sido por el acento: el Papa Francisco, como corresponde, habló en italiano, pero con acento rioplatense y diría que más uruguayo que porteño. Y eso que no nombró al Uruguay, pero sí al resto de los países del Mercosur, incluyendo a Paraguay, que como se sabe está suspendido por obra y gracia de Dilma, Cristina y “Pepe” Mujica, además del extinto Hugo Chávez. Quizá no lo incluyó porque, como Jorge Luis Borges, lo considera una provincia más (la Oriental) de la federación argentina.
Importante fue su arenga final, “no se puede ser cristiano de a ratos, hay que ser cristiano todo el tiempo”. La multitud aplaudió a rabiar, lo que igual no conformó al Pontífice que repitió su advertencia y reclamó un sí a los presentes, el que se escuchó y hasta rebasó las siete colinas.
Tantos datos del pago me trajeron a la mente a la presidenta Cristina Kirchner. Pensé, con qué gusto “ella” reclamaría casi lo mismo: “No se puede ser ‘cristinista’ de a ratos, hay que ser ‘cristinista’ todo el tiempo”. Y más le gustaría, por supuesto, un unánime “sí” de la multitud como el conseguido por Bergoglio, lo que a esta altura parece casi imposible dado el sentir de los cientos de miles que en estos últimos tiempos se allegan la Plaza de Mayo, allí junto a la Casa Rosada que “ella” ocupa.
Pero la realidad es que ya a poco de pisar la ciudad eterna otros hechos me trajeron a la mente a la Sra. Kirchner: entre ellos un acto del Partido el Pueblo de la Libertad (PDL), de Silvio Berlusconi, contra jueces y fiscales, los que, según este, “están politizados” y lo persiguen y en el que reclamó una inmediata reforma de la justicia. (Una democratización diría Cristina). La razón es que Il Cavaliere, multimillonario ex primer ministro y dueño de un poderoso grupo de medios de comunicación, enfrenta por lo menos tres procesos judiciales por corrupción, abuso de poder, fraude fiscal, “prostitución de menores” y alguna tipificación más.
Ante tantas “carátulas” con tantos parecidos, cómo no asociarlo con “Ella”. La única diferencia es que a la Sra. Kirchner el tema corrupción de menores no la toca ni la roza. Ahora, en todo el resto, muy parecido con lo de Silvio, aunque con matices: ya quisiera este estar en la posición de la mandataria argentina, también multimillonaria, condición a la que accedió a partir de la llegada al poder de su extinto marido Néstor Kirchner (Berlusconi se hizo millonario antes).
La Sra. Kirchner maneja un grupo muy poderoso de medios y periodistas, que hablan a su favor, como le ocurre a Il Cavaliere con los suyos, pero este no tiene la ventaja, ni la previó, de hacer una ley de medios para acabar con la prensa no oficialista e independiente. Otra ventaja de “ella”, igualmente “perseguida” por la justicia, es que no tiene que salir a la calle para pedir una “reforma” de la justicia. La dispone por ley, a despecho de lo que clama todo el mundo y de lo que la propia Constitución establece.
Silvio, que seguramente ha de tener bóvedas especiales para guardar sus riquezas, tampoco se ha llevado el dinero en bolsas, ni él ni sus amigos o testaferros que se sepa, ni ha tenido la suerte de nombrar a los jueces que van a juzgar a los “exsocios” en los negocios y “enriquecimiento” de los Kirchner.
Todo muy parecido, pero, como está dicho, ya quisiera Silvio manejarse con la “comodidad” que “ella” lo hace. Eso sí que no lo consigue ni con la ayuda del Papa.