Los bolivarianos nunca serán pacifistas

ABC Color
Asunción, Paraguay

No sorprenden los exabruptos lanzados por el presidente boliviano Evo Morales con motivo de la declaración de su homólogo colombiano, Juan Manuel Santos, en el sentido de que solicitaría la incorporación de Colombia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). No sorprenden porque se sabe de quién provienen, pero son significativos.

Es decir, es útil prestar atención a las reacciones de Evo Morales, a pesar de que conforma, junto con Nicolás Maduro, el dúo más visiblemente menguado, intelectual y políticamente, entre los líderes bolivarianos sudamericanos, porque solamente oyéndolos hablar es posible captar qué les molesta y qué les favorece a todos ellos en sus planes de dominación.

Evo sigue como perro fiel a Nicolás Maduro, el príncipe heredero del recientemente fallecido “comandante” de la región, el gorila de la gorda billetera, el generoso Hugo Chávez. Pero sucede que Maduro todavía no las tiene todas consigo, empeñado como está en este momento, con enormes esfuerzos y muy pocos resultados, en demostrar que es digno del cargo que recibió en herencia.

Maduro y Evo Morales fueron los primeros del club bolivariano en soltar gritos de furor ante la declaración del Jefe de Estado colombiano. Maldicen a la OTAN, la llaman organización agresora y aprovechan la ocasión para formular rimbombantes protestas de pacifismo, asegurando que ellos comandan Fuerzas Armadas dedicadas a promover la paz y no la guerra.

¿Es pacifista el régimen castrochavista de Venezuela? ¿Son pacifistas las FF.AA. de Evo Morales? La ONG venezolana “Laboratorio de Paz”, empleando información oficial del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) –la organización de estudio de la carrera armamentista más reconocida mundialmente–, demuestra que entre 1980 y 2010 Venezuela escaló al segundo puesto en Sudamérica en gastos por adquisición de armamento y equipo militar. Durante ese lapso gastó unos 7.000 millones de dólares, la mitad en la compra de aviones de combate (US$ 3.472 millones), unos 1.727 millones en barcos y 676 millones en misiles. De más está decir que gran parte de esas compras la hizo a países fabricantes de armas que son integrantes de la OTAN. Mientras tanto, el pueblo venezolano pasa hambre y le falta hasta papel higiénico.

El ministro de Defensa boliviano, Rubén Saavedra, manifestó recientemente: “Queremos trabajar una agenda de las Fuerzas Armadas para el 2025, para que cuando lleguemos a ese momento histórico (celebración del bicentenario de la independencia boliviana) tengamos unas Fuerzas Armadas sólidas, unas Fuerzas Armadas modernas con capacidad logística para estos tiempos”.

En esta breve pero ilustrativa declaración quedan claras dos cosas: primero, que los bolivarianos de Evo Morales están seguros de seguir en el poder en el 2025; y, segundo, que están decididos a conformar unas FF.AA. “disuasivas”, como la llama el ministro. Por lo pronto, la República Popular China acaba de formalizar una donación de ocho millones de dólares al ejército boliviano, primer paso de una asistencia más estrecha en el campo militar, de parte del gigante rojo.

Maduro y Evo Morales no son pacifistas ni lideran movimientos políticos de esta naturaleza. Intentan convencer a la opinión pública internacional de que sus países están a punto de ser invadidos y aplastados por terroríficas fuerzas “imperialistas”, amenaza mortal que solamente puede evitarse armándose hasta los dientes. Eso legitima el dineral que derrochan en armamento y ejércitos voluminosos.

En realidad, los bolivarianos gastan mucho dinero en las Fuerzas Armadas no porque se sientan amenazados por potencias extrañas –idea harto ridícula, por otra parte–, sino para mantener a sus jefes militares ocupados y contentos, vieja táctica de las dictaduras más longevas del mundo.

¿Por qué entonces una reacción tan airada de estos dos líderes bolivarianos ante el anuncio colombiano?

Porque, para empezar, el “mal ejemplo” de una Colombia asociada a la OTAN podría cundir en Latinoamérica. Los jefes militares de cada Estado se darían cuenta de que no necesitan someterse al régimen partidario o ideológico que se les impone por la fuerza, sino que pueden escoger entre dos o más opciones. Pronto comprobarían que la mejor jugada es mantener a sus FF.AA. en una rigurosa neutralidad política y encuadramiento profesional, actitud que, por cierto, iría completamente a contramano de la sumisión incondicional a la norma ideológica oficial, que los regímenes “socialistas del siglo XXI” exigen a su jerarquía castrense.

A Maduro tal vez le estén diciendo que la “opción OTAN” podría frenar de un golpe el viejo proyecto de Chávez de ir copando las FF.AA. de los países latinoamericanos, una tras otra, mediante las “donaciones” y el asistencialismo, que ya le dieron buenos resultados en Bolivia. Evo y los demás estarán temiendo que sus “democracias”, tan precariamente sostenidas sobre el trípode del populismo, la prebenda y los fusiles, sean socavadas por la ruptura de esta última pata.

Una eventual incorporación de Colombia a la OTAN –que no es el objetivo, sino una relación de cooperación, según lo aclaró el Gobierno colombiano– hubiera abierto las puertas de esta organización a muchos otros países del Tercer Mundo, una excelente alternativa que demostraría que aún está vigente para nuestros pueblos la libertad de elegir aliados, socios y amigos, ejerciendo plenamente sus atribuciones soberanas, algo que a los regímenes de fuerza no les cae ni les caerá bien jamás.

* Editorial del diario paraguayo ABC Color, publicado el 8 de junio de 2013.

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