Certezas para nuestra época

Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

Hace pocos meses, -marzo y abril para ser más exactos- muchas personas en el mundo «contuvieron el aliento». La guerra entre Corea del Norte con Corea del Sur y su aliado los Estados Unidos de América era casi inevitable. Los únicos que no parecían –quizá porque sabían demasiado— asustados ni nerviosos debido a que no iba a estallar la famosa contienda eran los ciudadanos de Corea del Sur. De los del Norte, imposible saberlo por razones fácilmente comprensibles. Las declaraciones del líder norcoreano subían ciertamente de tono cada media hora. Su lenguaje bélico encendía titulares y cables y convocaba a expertos a programas internacionales para dar su criterio mientras en la pantalla aparecían tanques, misiles, soldados y toda la parafernalia bélica posible. Ciertamente, ni los gobiernos de Corea del Sur ni Estados Unidos se contagiaron del lenguaje. Unas pocas declaraciones y unos cuantos movimientos en medio de la expectativa mundial.

No sabemos qué sucedió después. Lo que sí es cierto es el domingo pasado los representantes de las Coreas se reunieron para organizar un próximo encuentro, calificado de «histórico», para el día mañana entre los ministros de ambos países. La última cita bilateral de ministro fue en el 2007. «Las dos partes se han sentado en la mesa con la voluntad de que se celebre la reunión de ministros» fue la lacónica declaración oficial que dio cuenta de la reunión del pasado domingo.

Que las posibilidades de una guerra devastadora hayan disminuido casi totalmente es una buena noticia. Tanto que es inevitable preguntarse qué buscaba el líder de Corea del Norte. ¿Fortalecer su liderazgo? ¿Trazar las reglas del juego a Corea del Sur y a Estados Unidos? ¿Abrir una puerta para salir del aislamiento económico por el cierre internacional que le afecta estratégicamente? ¿Ganó algo o no ganó nada? No se sabe. Lo que sí resulta claro son los tremendos vaivenes a los que estamos sometidos y cuyos cambios no podemos ni siquiera explicar.

Regionalmente, el Gobierno venezolano que ha culpado una y mil veces a los Estados Unidos de buena parte de sus males por su conspiración permanente contra el régimen bolivariano, se apresta a mejorar relaciones con Washington.

No resulta fácil pasar del ambiente recargado de denuncias por conspiraciones, amenazas, caricaturas contra el régimen estadounidense al anuncio de declaraciones de normalización de las relaciones entre ambos países hecho por el canciller Elías Jaua después de haberse reunido de forma calificada de «no usual» durante cuarenta minutos en la ciudad de Antigua, Guatemala con el secretario de Estado de los EE.UU. John Kerry durante la Cumbre de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA). No solo eso. Conforme a declaraciones del canciller venezolano en una entrevista concedida a diario «El País», esta decisión de normalización de relaciones habría sido un encargo del presidente Chávez al entonces canciller Maduro. Los nombramientos de embajadores de ambos países serían en este año. El problema no es el resultado. La pregunta es ¿qué pasa en realidad?

* El texto de Joaquín Hernández ha sido publicado originalmente en HOY.

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