Larga vida al periodismo

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Ya está la ley que tanto soñaron. La aprobaron entre tanta algarabía, como si con ella hubiesen descubierto el remedio a todos los males que sufre nuestro país. Lo festejaron, como quien festeja la buena noticia del nacimiento de una fórmula mágica, que elimine de pronto, en un abrir y cerrar de ojos -como lo hicieron con esta ley- las injusticias crónicas y la impunidad que siguen reinando en un sistema que se olvida de tratar a los poderosos, como se trata a los que no tienen nada.

Tomen su ley. Disfrútenla hasta donde más puedan. Cuidado se empachan.

Porque pasarán los días, meses, años, y se darán cuenta entonces que no han cambiado nada, nada de lo que es de interés de sus electores, que es lo que debería interesarles, si algo les interesa. Porque la información, que es la directamente afectada con la belleza que han aprobado, tarde o temprano tiene que ver la luz, y mucha de ella, un gran porcentaje, más de lo que ustedes quieren, no nace de mentes lúcidas como ustedes, sino de mentes sencillas, de las cabezas de las personas que votan por ustedes, y que, en cierto momento, tienen los deseos irrefrenables de decir su verdad. De dar su opinión. De contar -no denunciar, porque es una palabra grande- lo que pasa en su barrio, en su sector, en su ciudad. Incluido allí, por supuesto, las partes feas de lo que tanto se han esforzado los funcionarios públicos para que luzca bello, aunque sea por encimita. Esas partes feas que se resumen en corrupción, palabra maldita, escon dida, como que si no pronunciarla implica que ya no exista.

Lo que nunca entendieron es que las noticias no son un invento, existen, saltan a cada momento y nacen, no en una sala de redacción, sino en las calles, esas que tanto dicen conocer pero que en el fondo, no tienen la más mínima idea de cómo sintonizar con ellas. Y esas calles tienen voces que no se callan y no se callarán. Voces que se indignan cuando se dan cuenta que las obras prometidas y cumplidas, al poco tiempo no sirven como les juraron que servirían. Voces que protestan, porque se sienten utilizadas para que otros hayan ganado mucho dinero. Voces que cuando se dan cuenta que no tienen eco en los visitantes esporádicos que se llaman políticos, buscan a otros, que no son políticos, y que pasan por allí sin buscar nada a cambio. Bueno, sí buscan. Buscan historias que contar y hombres y mujeres dispuestos a ser los narradores, los más confiables y creíbles, porque no tienen ningún otro interés que no sea mejorar lo que va mal

Así que pongan todas las leyes que quieran, todos los reglamentos que se les antojen. Ponerle cercos a la información, moldearla a su gusto, no es tan sencillo como piensan, ni se ejecuta con la misma facilidad con la que pusieron el dedo para dar su voto. Mientras haya una persona maltratada, habrá una fuente de información. Mientras exista una comunidad que se sienta burlada, habrá una fuente de información. Y mientras exista alguien dispuesto a escucharlos, ser su receptor, pero, sobre todo, su transmisor, habrá periodismo independiente.

* Marlon Puertas es Editor Nacional del diario HOY. Su texto ha sido publicado originalmente en ese diario.

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