Socialismo o muerte

Vicente Albornoz
Quito, Ecuador

En general no suelo estar de acuerdo con los premios Oscar, pero en el año 2003 se otorgó esa distinción a un documental extraordinario, llamado «The Fog of War», que podría traducirse algo libremente a «El fragor del combate», en el que Robert McNamara habla de su experiencia en varios conflictos bélicos y explica cómo hay ciertos socialistas dispuestos a llevar a sus pueblos a la aniquilación con el único objetivo de defender sus ideas.

McNamara fue un personaje influyente del siglo XX. Llegó a ser Presidente de la corporación Ford, luego fue Secretario de Defensa de los Estados Unidos y llegó a ser Presidente del Banco Mundial. El reportaje galardonado se centra en sus años al mando del área de defensa entre 1961 y 1968. En ese período hubo un evento que pudo haber cambiado la historia de la humanidad (y hasta su exterminio): la Crisis de los Misiles de Cuba.

En resumen, la Unión Soviética colocó 162 ojivas nucleares en Cuba, y los Estados Unidos impusieron un bloqueo a la isla para exigir el retiro de esos misiles. Todo esto ocurrió en octubre de 1962 y quizás esa fue la ocasión en que el mundo más cerca estuvo de una tercera guerra mundial. Pero, gracias a Dios, algo hizo que tanto los soviéticos como los norteamericanos mantengan la cabeza fría, dialoguen y eviten un conflicto. Los soviéticos retiraron los misiles de Cuba y los norteamericanos se comprometieron a no invadir la isla.

Ese «algo», ese resquicio de racionalidad, ese atisbo de sensatez, evitó una hecatombe nuclear. En el reportaje, McNamara cuenta que en 1992, a los 30 años de la Crisis, él visitó La Habana y se reunió con Fidel Castro. Ahí le preguntó si, en caso de una invasión norteamericana a Cuba, él (Castro) hubiera recomendado a los soviéticos que disparen los misiles contra los Estados Unidos, a sabiendas de que ese ataque hubiera desatado un devastador contraataque que, necesariamente, hubiera borrado toda señal de vida en la isla.

En otras palabras, le preguntó si estaba dispuesto a sacrificar a todos los cubanos con tal de castigar a los norteamericanos por invadir su país. Lo que Castro le respondió es como para dejar a cualquiera sin palabras: «No sólo que lo hubiera recomendado, sino que lo recomendé».

Castro recomendó a Nikita Kruschev, quien en 1962 era el secretario del Partido Comunista de la Unión Soviética, que haga algo que sin duda iba a terminar con la vida en Cuba y quizás hasta en todo el planeta. Y todo por defender el socialismo que estaba implantando en su país.

Porque ciertos sectores de la izquierda latinoamericana son capaces de llegar a esos niveles de fanatismo, en los cuales están dispuestos a llegar realmente a la elección entre defender altivamente su ideología o morir en el intento. Pero su disposición al sacrificio va aún más allá porque podrían sacrificar a todo su país en la defensa de las ideas de ellos.

* El texto de Vicente Albornoz ha sido publicado originalmente en el diario El Comercio.

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