
NUEVA YORK (AP) — El desfile de la marca española Desigual en la Semana de la Moda de Nueva York fue, por una parte, un ejemplo de lo que los especialistas han criticado: un escándalo de medios y sitios de socialización.
La colección que se presentó el jueves no tenía maestría de diseño y tampoco era visionaria. Era comercial y había muchos blogueros tomándose fotografías en la primera fila.
Pero la ropa era tierna, se podía usar y tenía un precio similar a la de Top Shop o Zara. Los vestidos en su sitio de internet, por ejemplo, iban de los 100 a los 200 dólares.
Quizá las modelos fueron lo más destacado del desfile, iban sonriendo, bailando y cantando. Su felicidad se sentía contagiosa y cuando terminó el desfile la mayoría del público también estaba sonriendo.
Hubo algunos modelos dignos de mencionarse, incluyendo vestidos sin mangas con estampados en llamativos en blanco y negro, un palazzo con piernas amplias, acompañado con una camiseta colorida, y una mini gabardina con un estampado de Barcelona.
«El aire de la primavera trae el brillo del Mediterráneo, y la actitud feliz del paisaje idílico inspirado en su gente y cultura encarnado en nuestra máxima ‘la vida es chula»’, decían las notas del desfile.
¿Hay alguien que esté en contra de eso?