Realismo puro y duro

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Apareciendo por la escotilla de un tanque de guerra (si se puede usar aquí un término naval), con casco de tanquista, guantes negros de cuero, antiparras cubriéndole los ojos y gran parte de la cara, y por abajo se ven sus grandes y tupidos bigotes, Nicolás Maduro más se parece a Donald Sutherland en “El botín de los valientes” que a Martin Sheen en “Apocalipsis ya”. Un detalle: del fondo de la escotilla aparece su brazo izquierdo saludando con el puño en alto, el saludo de la izquierda; con la mano abierta es el de los fascistas y a este caso da lo mismo que se salude de una o de otra manera. Esta fue la fotografía principal de la primera plana del periódico “El País” de su edición del viernes último que además les dedica dos páginas a sus recientes medidas políticas y económicas.

Lo penoso de este hecho es que tales imágenes no hacen otra cosa que confirmar el concepto que se tiene, habitualmente aquí en Europa, entre la gente de la calle, de lo que es Latinoamérica: una región en la que “Cien años de soledad” no es el fruto del “realismo mágico”, sino es fruto del realismo puro y duro. Vale decir, cualquier locura, cualquier despropósito, cualquier irracionalidad pueden ascender al rango de realidad nacional.

Mientras los economistas más brillantes de toda Europa y sus políticos más encumbrados dedican todos sus esfuerzos para superar las graves crisis económicas que vivimos desde hace un par de años, cuando buscan fórmulas para disminuir el déficit fiscal y ponerle trabas a la inflación, Maduro, él solo, sin ayuda ni consejo de nadie –¡quién puede dudarlo!– dio con la fórmula: firmó un decreto prohibiendo la inflación. Lo que no ha podido hacer todavía es mandarla a la cárcel aunque, para paliar esta limitación a su ilimitado poder, ha recurrido a otras fórmulas que son destacadas por la prensa y no precisamente por su ejemplaridad.

Al grito de “Tenemos que garantizar que todo el pueblo venezolano tenga su televisor de plasma”, lanzado por la cadena oficial y obligatoria de radios y canales de televisión, abrió las puertas para que el pueblo tomara por asalto las tiendas de electrodomésticos y electrónica y las saquearan. Hay una fotografía de un hombre llevando en una carretilla cinco televisores de plasma de 32’’. En algunos comercios, los ciudadanos tuvieron que pagar los artículos que querían, pero con precios que habían sido rebajados entre el ¡50 y el 70%! porque a Maduro le pareció que estaba todo muy caro y mandó a los militares que se encargaran de organizar la venta y ocuparan las cajas de pago.

Si reaccionó de este modo antes de recibir los poderes plenos que ha solicitado al Congreso para luchar contra la corrupción, es difícil imaginar lo que hará cuando ejerza tales poderes, ya que para él los únicos corruptos son “los burgueses” a quienes calificó de “parásitos, virus, chupasangres, termitas del mal” en una de sus apariciones televisivas.

No deja de ser llamativo que los países miembros del Mercosur no le hayan aplicado todavía la cláusula de democracia (como hicieron con Paraguay), pues todas sus medidas atentan contra ella de manera flagrante al tiempo que lleva a su país a un sistema dictatorial y al pueblo venezolano a la ruina, disimulada por esta política de asaltos y saqueos orquestada desde la misma Presidencia de la República. A pesar de tener una riqueza incalculable en petróleo, la inflación de este año ha sumado, en los últimos doce meses, al 45% mientras que un demencial control cambiario ha hecho que el dólar, monopolizado por el Gobierno, se cotice a diez veces más en el mercado negro que, si bien es ilegal, es el que mejor funciona. Mientras tanto, el país debe importar el 96% de lo que consume y el desabastecimiento es del 22%. Con los últimos asaltos autorizados y alentados por el Poder Ejecutivo, es natural que esta cifra aumentara, pues no se repondrá la mercadería robada ante el peligro cierto y próximo que la vuelvan a robar.

Esta misma “revolución bolivariana” es la que Venezuela, apadrinada por Cuba y coreada por Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina y Nicaragua, pretende exportar a todo el continente para hacer realidad el sueño de Bolívar: la patria grande, que no pasa de ser una ingenuidad grande cuya inviabilidad la estamos viviendo diariamente al sufrir, como país pequeño e indefenso, los atropellos por parte de naciones grandes como Brasil y Argentina. Mejor le dejamos a Maduro que juegue con sus tanques de guerra y sus robos organizados y que nos deje vivir tranquilos.

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