Por qué no soy candidato

Marlon Puertas
Guayaquil, Ecuador

Ustedes se preguntarán por qué, una vez revisada las listas de los miles de candidatos inscritos para las elecciones de febrero, no está mi nombre, ni siquiera para la Junta Parroquial de Pelotillehue. Bueno, yo me pregunto lo mismo.

Les voy a contar las verdaderas razones de mi lamentable ausencia, con absoluta sinceridad. Primero, la triste realidad es que nadie me propuso nada. Yo esperaba las propuestas por montones, para darme el gusto de poner mis condiciones, hacerme el difícil, plantearle a los líderes que, a cambio de ofrecer mi reputado nombre, lo justo y necesario era recibir una jugosa indemnización, de manera que pueda vivir sin trabajar los próximos cinco años de mi vida, gane o pierda la elección. Pero nada. Ni los Apes ni los PeSeCes me llamaron. Ni Lucio. No estoy seguro, tal vez les caigo un poquito mal.

Así que vamos al segundo paso, tratar de comprender el bullyng que me han hecho. Yo también animo, me voy de farra, soy chistoso, un chance patán, hablo como el pueblo. Erupto. Intenté, creánme, ser famoso de televisión, aspirar a ganar un premio ITV. No se pudo. Quise ser reportero de pantalla y me castigaron siendo jefe de reporteros. Siempre estuve tras cámaras, tras estas líneas, tras una sombra permanente que no me permitió brillar en el mundo del espectáculo, que es lo mismo a lo que ahora llaman noticias. Pensé, en algún momento, ser animador de programas concurso. Pero no bailaba hasta abajo, no podía poner cara libidinosa. Solo un poquito.

También intenté, se los juro, ser futbolista. Ora en la escuela, ora en el colegio, ora en la universidad. Pero siempre me mandaron al arco, porque era malo, me decían. Jamás pude valorar -torpe de mí- que ese arco podía ser la puerta de entrada para llegar a ser ministro del Deporte, candidato estrella del Gobierno para concejal de Guayaquil. Que si tapaba un penal de casualidad, mi vida podía tomar el rumbo certero de la administración pública, de la política bien entendida, de heredar el liderazgo de una revolución histórica. Todo por tapar un penal.

Como buen tonto, dediqué gran parte de mi vida a estudiar. El colmo de mis torpezas fue que hasta me gradué en la Universidad. Sí, lo confieso, soy un profesional. Ya no se burlen más de mí, que bastante tengo con la marginación política de la que soy víctima. Intenté seguir los patrones normales de conducta de los antiguos ciudadanos que veían en la educación la fórmula más accesible para ascender en la vida. No me echen toda la culpa, no soy el único.

Y de remate, no muy agraciado. Tal vez con una buena pinta, ojos verdes o piel de ébano, de alguna forma se hubiese podido explotar algo de mi físico para atraer la atención y unos cuantos votos. Pero ni eso. Soy un común mestizo al que nunca en la vida alguna chica se le ocurriría llamar mi bombón. Tal vez, happy brownie, por otros motivos que no vale la pena explicar en esta columna.

Así que si alguien pensaba votar por mí, lamento dejarlo con las buenas intenciones.

* Marlon Puertas ha publicado su texto originalmente en el diario HOY.

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