
La segunda jornada de desfiles del sambódromo de Río de Janeiro, considerada la noche grande del Carnaval carioca, arrancó anoche con la atronadora batería de la escuela de samba Mocidade Independente de Padre Miguel.
La escuela comenzó su desfile con un ligero atraso y entró en el sambódromo carioca, abarrotado por 72.000 personas, al grito de «va a temblar la avenida», que fue seguido del estruendoso repique de cerca de 300 instrumentos de percusión que acompañaban el cortejo.
El desfile de Mocidade estaba dedicado a un histórico director de la escuela, Fernando Pinto, y por extensión a su tierra natal, el estado de Pernambuco, en el noreste del país.
Después de Mocidade, tenían previsto pasar por la «la pasarela de la samba» las escuelas de União da Ilha, Vila Isabel, Imperatriz, Portela y Unidos da Tijuca, en un desfile que ha terminado esta mañana de martes, a plena luz del sol.

La fiesta se ha celebrado en todo el mundo occidental, con algunos contratiempos. En Bolivia, al menos dos personas murieron y veinte resultaron heridas el sábado, cinco de extrema gravedad, al desplomarse una pasarela durante el principal desfile del Carnaval de la ciudad andina de Oruro, informó una fuente policial.
La Entrada Folclórica del Carnaval, el principal acto de esa celebración y en el que participan decenas de miles de personas, fue suspendida momentáneamente a raíz del accidente, aunque poco después algunos grupos participantes decidieron reanudar el desfile, reportaron medios locales desde la ciudad andina. De acuerdo con los primeros testimonios, la pasarela cedió al no soportar el peso de las personas que se congregaban sobre ella.
Unos 35.000 bailarines recorrían a esa hora los casi cuatro kilómetros de la Entrada Folclórica de Oruro, que atrae cada año a cientos de miles de visitantes.

El viernes, en Brasil, con una declaración poco solemne y la recepción de las llaves de la ciudad, el rey Momo declaró inaugurado el carnaval en Río de Janeiro, que se zambulle de lleno en el desenfreno y el frenesí propio de esta fiesta. «¡Está decretada la alegría!» bramó el rey Momo, personaje alegórico y con rostro de bonachón que encarna el carnaval, al recibir simbólicamente el mando de la ciudad de manos del alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes.
Solo unos minutos después cientos de personas se lanzaron a una fiesta que promete extenderse durante cinco días de desenfreno por todo Brasil y que recibe a casi un millón de visitantes con muchas ganas de fiesta. El Gobierno brasileño anunció que distribuirá este año 104 millones de preservativos en una campaña que ya es también tradicional.
En Río de Janeiro, tal vez la ciudad que cuenta con un carnaval más icónico, la fiesta se centra en los espectaculares desfiles de las escuelas de samba, que exhiben su espectáculo entre la noche del viernes y el martes en el sambódromo.
Sin embargo, la celebración excede a los 80.000 privilegiados que acceden al recinto por día y las calles de la ciudad se tiñen de colores tamizados por los disfraces de los cariocas que, desde el más humilde al más potentado, se unen por unos días para bailar en las calles detrás de los llamados «blocos».
Estas comparsas que desfilan gratuitamente encabezadas por una orquesta no se hicieron esperar y desde el momento en el que el rey Momo asumió el mando de la ciudad comenzaron la celebración y no darán tregua hasta el Miércoles de Ceniza.
En el nordeste de Brasil tres ciudades compiten por albergar el carnaval más animado del país y por atraer el mayor número de visitantes: Recife, Olinda y Salvador.
La primera tuvo el sábado su gran momento de gloria cuando el «Galo da Madrugada», considerada la mayor comparsa del mundo, recorrió las calles de la capital del estado de Pernambuco animando a unas dos millones de personas.
Olinda, su vecina en Pernambuco, es otra de las ciudades en liza por el título de «segundo mayor carnaval de Brasil» con su tradicional desfile de muñecos gigantes.
El sábado a las cero horas volvió a vivir su momento de gloria cuando el «hombre de media noche», uno de los gigantes más populares, dé inicio a la fiesta tal y como lleva haciéndolo desde 1932.
La capital del estado de Bahía, Salvador, es la tercera en discordia y también la más madrugadora, ya que comenzó los festejos el jueves.
Salvador, una de las ciudades más coloridas de Brasil y la de mayor porcentaje de población negra, traspasa la heterogeneidad de sus calles a un carnaval en el que toman una posición de honor los «trios elétricos», grandes plataformas discotequeras móviles en las que se encaraman cantantes de reputado prestigio en el país.
De un modo u otro, con unos protagonistas y otros, Brasil se sumerge en el frenesí anual que precede a la cuaresma. EFE
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(Foto AP/Andre Penner)



EFE/SEBASTIÃO MOREIRA


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