Antonio Villarruel
Quito, Ecuador
La animosidad nacionalista, esa plaga que debió haber sido arrasada después de lo que causó durante todo el siglo XX, ha tenido sus rebrotes en los últimos años en algunos gobiernos progresistas latinoamericanos, entre ellos el ecuatoriano. Como si ser de izquierda significara forzosamente adherirse de forma obligada a una nación, un país o una región. En el caso ecuatoriano, el “revival” nacionalista es curioso porque contiene, también, a saber: dosis de humor y ridiculez, sesgos de oportunismo, y una magnífica coyuntura para la política de alarido y desfile.
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